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Lunes, 2 de agosto de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla -
 
 

 OPINIÓN 

La puerta Porciúncula

 

“El humilde fraile estaba orgulloso ese 2 de agosto de 1216, cuando sintió que algo sobrenatural empezaba a suceder: el recinto se llenó de luz tan intensa que no podía abrir los ojos; finalmente tuvo ante sí la gloriosa aparición de Jesucristo”
EDUARDO MERLO

Todos los templos conventuales que los franciscanos edificaron en estas tierras, sobre todo en el siglo XVI, como los de Huejotzingo, Calpan, Puebla, Atlixco, Huaquechula, Tochimilco, Tehuacán, Cholula, por sólo mencionar algunos, tienen una puerta lateral cuyo entorno está muy ornamentado. En la mayoría ese acceso está cerrado y únicamente se abre el día 2 de agosto. A esas puertas se les nombra como a la minúscula capilla que San Francisco restauró en el valle cercano a la ciudad de Asís. Se trata de una muy antigua edificación que estaba cayéndose por el abandono. Francisco la fue arreglando poco a poco, hasta concluir su rescate. Los asisanos llamaban a la capillita la “Porziuncola”, que quiere decir “el pedacito”. El edificio era propiedad de los monjes benedictinos de Asís, así que Francisco pidió permiso para ocuparla y rescatarla; sin obstáculos le fue concedida, aunque él insistió en que era solamente un préstamo, pues no quería tener propiedad alguna. El humilde fraile estaba orgulloso ese 2 de agosto de 1216, cuando sintió que algo sobrenatural empezaba a suceder: el recinto se llenó de luz tan intensa que no podía abrir los ojos; finalmente tuvo ante sí la gloriosa aparición de Jesucristo, quien estaba sentado sobre las nubes, y le acompañaba su madre, la virgen María, a quien rodeaban infinidad de ángeles. María habló a Francisco diciendo: “cuida de que este lugar sea preservado como santo y habitación divina...”, luego prometió al santo que cualquiera que entrara por esa puerta y saliera por la otra –la capilla contaba con una puerta frontal y otra lateral– orando con fervor, podría ganar el perdón de todos sus pecados e interceder por las almas del purgatorio.

Desde entonces, cada 2 de agosto tiene lugar el famoso “Jubileo de la Porciúncula”, abriéndose, donde sea posible, esa puerta lateral, y donde no la haya se utiliza la principal, para que todos los que deseen ganar la indulgencia plenaria lo logren, y si desean, la puedan ofrecer por los difuntos. Por ello se adorna con más gusto esa entrada, porque es realmente la puerta franciscana por excelencia.

Con el tiempo, mucho después de la muerte del santo en 1226, los franciscanos decidieron rescatarla, decorarla también por fuera con pinturas alusivas y convertirla en centro de peregrinación. Ya en el siglo XVII, por petición del Papa, se decidió construir una gran iglesia que dejara dentro la capilla original. La obra se diseñó enorme, de tal manera que se concluyó hasta 1701. Es notable entrar y mirar esas dimensiones colosales y luego descubrir dentro, bajo la cúpula, la pequeñísima capilla Porciúncula que resalta mucho más con ese entorno.

Como conmemoración de ese milagro, las iglesias franciscanas están de fiesta cada 2 de agosto, día de Nuestra Señora de los Ángeles, por la aparición a Francisco, y abren sus puertas jubilares para que los fieles ganen la indulgencia.

La tradición fue agregando cosas, por ejemplo, que los fieles deseosos de ganar la indulgencia entren por esa puerta privilegiada, vayan al altar y pidan el perdón de sus pecados; luego, si quieren aplicar por algún difunto, deben salir y volver a entrar tantas veces como difuntos quieran sacar del purgatorio.

 
 
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