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Viernes, 9 de julio de 2010
La Jornada de Oriente - Tlaxcala -
 
 

Benito se pasa el día entre agujas e hilos

 

Benito Tlilayatzi lleva 28 años trabajando como sastre y asegura que para aprender el oficio se necesita poner mucho empeño y atención a lo que se hace n Foto Alejandro Ancona
JOSÉ CARLOS AVENDAÑO

Aguja, hilos, tijeras y tela es la base de su trabajo diario, aunque también es elemental ponerle amor, empeño y profesionalismo para satisfacer los pedidos de sus clientes.

Desde hace 28 años abandonó las labores en el campo por las mismas circunstancias que lo han hecho millones de mexicanos para migrar a los centros urbanos: los bajos salarios que se pagan en este sector y lo pesado que es dedicarse a cultivar la tierra.

Hacer trajes a la medida es la misión de todos los días de Benito Tlilayatzi Flores, un señor de 56 años de edad que es originario de Contla de Juan Cuamatzi, pero que tiene una sastrería en la ciudad de Santa Ana Chiautempan, la cual ha mantenido desde hace 28 años en varios puntos.

“Era campesino, pero ya no seguí porque era muy matado, muy fregado, además pagaban muy barato. Uno de mis hermanos se fue a vivir al Distrito Federal y me invitó a que lo siguiera y allá aprendí el oficio de sastre”, relata Benito, quien está sentado en una silla de madera y con mucha concentración sus manos dan forma a lo que será un saco de casimir.

Su sastrería es un vetusto cuarto de alrededor de 25 metros cuadrados que renta sobre la calle Allende de Santa Ana Chiautempan. Mientras cose la prenda, Benito se hace más ameno el rato escuchando la estación de radio La Mexicana, en donde primero tocan una canción de Paquita La del Barrio y luego una de Pepé Aguilar.

Su compañero de trabajo es su hijo Fernando, a quien le enseña el oficio porque desea que su vástago heredé el negocio, ya que a él también le gusta mucho la sastrería. Al momento de la entrevista, Fernando plancha una prenda y escucha a la distancia la plática.

Sin embargo, el oficio de sastre ha venido a la baja en los últimos años, pues Benito Tlilayatzi Flores lamenta que la gente ya no es muy dada a mandarse a hacer una prenda a la medida por lo costoso que es la confección de los pantalones, faldas, sacos y chalecos comparado con la ropa que se ofrece en los tianguis.

“Tengo 28 años trabajando como sastre y desde entonces a la fecha ha venido a la baja el negocio, debido a que las telas están caras, lo mismo que el material como hilo, botones y cierres”, refiere.

–¿Cuáles son los trabajos que mayor demanda tiene en su sastrería? –se le inquiere.

–Arreglos de pantalones, faldas o chamarras como son cambios de cierre, subir el falso de los pantalones y colocar botones o hacer ojales.

–¿Por qué le gustó la sastrería? –se le inquiere.

–Cuando me fui al Distrito Federal mi hermano me preguntó si quería aprender un oficio y me decidí por la sastrería. Este oficio me llevó cuatro años para aprender, ya que estuve durante ese tiempo trabajando como ayudante en un establecimiento, por lo tanto le puedo decir que me enseñaron de manera lírica –responde.

–¿Qué es lo básico de aprender para ser sastre?

–Lo básico es aprender a hacer el saco, después ya todo es más sencillo, el chaleco, la falda o el pantalón.

–¿Por qué se regresó del Distrito Federal a Tlaxcala?

–Me regresé del Distrito Federal  porque las rentas eran muy caras allá y ya no podía vivir bien. En Contla mis padres me heredaron un pedazo de terreno y ahí hice mi casa cuando me casé.

–¿Cuántos trajes hace a la semana? –se le preguntó.

–¡Uy!, llego a hacer un traje cada dos meses, antes había mucho trabajo porque las personas se mandaban a hacer su ropita, pero ahora ya casi no. La competencia de la ropa China nos ha venido a fregar, lo mismo que las maquiladoras porque elaboran prendan en grandes volúmenes y por eso su precio en el mercado es más bajo.

–¿Entonces ya casi no tiene trabajo? –se le pregunta.

–Subsisto de lo que va cayendo de trabajo, a veces maquilo prendas a otros sastres del Distrito Federal o de personas de acá que me piden ayuda.

–¿Qué se necesita para ser sastre? –se le pregunta.

–Nada más ponerle mucha atención, mucho empeño y querer aprender. Una aguja, hilo, tijeras, eso es todo, reponde Benito con mucha firmeza.

–¿No necesita usted máquinas de coser?

–No, sólo con una aguja y un dedal, así empieza uno a aprender. La máquina se utiliza cuando uno ya sabe hacer cambios de cierre.

–¿Qué prenda fue la que hizo usted por primera vez?

–La primera prenda que confeccioné fue un pantalón, recuerda Benito.

–¿Es rentable ser sastre en la actualidad?–, se le inquiere.

–Al haber trabajo es redituable ser sastre, si no hay, mejor cierra uno. Por eso, trabajo desde las 7 de la mañana hasta las 8 o 9 de la noche, hay que dedicarle todo el día. Haya o no haya trabajo aquí tiene que estar abierto todos los días.

–¿Recuerda alguna anécdota de este trabajo durante 28 años?

–Tenemos muchos errores, he quemado trajes con la plancha, pero todo eso se soluciona comprando la tela y cumpliendo con el cliente (risas).

En el establecimiento de Benito hay decenas de prendas colgadas en un tubo y por eso podría pensarse que ha tenido mucho trabajo durante los últimos días.

Sin embargo, Benito confiesa que los trajes completos, sacos, pantalones, faldas y abrigos son de clientes que no regresaron por sus prendas, debido a que no tiene el dinero para pagar el trabajo y eso le preocupa, porque además de que ha perdido dinero por la prestación de sus servicios, advierte que la ropa ya no servirá en el futuro porque con el aire y el polvo se desgastan.

 
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