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Viernes, 9 de julio de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla -
 
 

 OPINIÓN 

Pesimismo y suspicacia

 
Israel León O’Farrill

Siempre lo he dicho: los escritores generalmente se adelantan a filósofos, politólogos, sociólogos, antropólogos y a veces a los futurólogos para encontrar las pulsaciones que mueven o mantienen funcionando a la maquinaria de un país, de una sociedad. Ya podemos leer a un Paz haciendo una radiografía de nuestra cultura que a la fecha tiene una pasmosa pertinencia; por su parte, Monsiváis haría las veces de cronista literario de la vida mexicana con una agudeza que rallaba en la genialidad; igualmente un Kafka estaría, a su manera, exponiendo los males y las preocupaciones del hombre contemporáneo. Empero, es quizá Piñera uno de los más agudos, incómodos y certeros en el retrato de la sociedad. Por tanto, habré de valerme de él para  ilustrar mi parecer con respecto a lo acontecido este 4 de julio pasado en el estado. De entrada, me manifiesto como un eterno escéptico del desarrollo de la cultura política en este país pozolero, y por ende, en este estado chalupero. Resulta obvio que soy escéptico también de este proceso electoral en el que; sin embargo, participé activamente como votante y como sujeto de propaganda de todo tipo, hasta la cibernética y de mensajes (msj) en el celular, que no habían aparecido en elecciones anteriores. Aquí mis razones.

Primer posicionamiento: no creo en la continuidad que planteaba el PRI, ni me trago el asunto de la alternancia que planteó el Frankenstein de alianza perredeacciónnacionalconvergentenovoaliancista, con Fox y ahora Calderón me queda claro que la alternancia por sí misma no nos trae absolutamente nada. Segundo posicionamiento: soy un pesimista consumado, y generalmente veo lo malo en todo, con una suspicacia que a la fecha es obligada para permanecer como un ser pensante. Oséase, hasta no ver no creer. Habrá que esperar para saber si ese cambio ligero con un leve toque de pasado es lo que necesita Puebla.

Sin embargo, me gana esa vena pesimista, y vislumbro un futuro no muy lejano al presente, aunque quizá peor con la promesa tan grande que se generó en esta elección: “ya sacamos al PRI del estado”. ¿Con eso todo se soluciona? Piñera tiene un cuento fenomenal La gran escalera del Palacio Legislativo publicado en El que vino a salvarme (1970), donde el personaje principal está fascinado por las escaleras de un palacio gubernamental al grado de ya no querer salir de ahí, sobre todo por el hecho de que los rellanos están ubicados de tal manera que no se puede percibir nada más ni hacia arriba, ni hacia abajo... es decir, se está atrapado en un espacio, hipnotizado por el lugar...“En cuanto a la seductora Eva, a la frívola Elena, en cuanto al amigo, a la música, al libro, la ida al cine, los encuentros eróticos, las vacaciones en la playa (...) olvidados. Sólo me interesa la gran escalera del Palacio Legislativo. Mi libertad depende de ella.” Por supuesto, Virgilio Piñera está haciendo una metáfora genial de los políticos que se instalan en el poder, en un espacio público, en una oficina gubernamental, e importa más el cargo, que las razones por las que llegaron ahí. Terminan totalmente obnubilados por la pura sensación de haber llegado y se pierden en los laberintos magníficos del poder y las estructuras burocráticas. Después de todo, siempre habrá más lugares, otros cargos... “La ciudad tiene otros palacios y otras escaleras. Por ejemplo, las del Palacio de Justicia...” Siempre me queda la sospecha al inicio de un sexenio, de administración, de periodo, de que los que llegan se perderán en esos peldaños; al final del periodo, viene la constatación. Este momento no tendría por qué ser distinto.

Por otro lado, en su magnífico cuento “El Gran Baro”, publicado en Cuentos Fríos (1956), Piñera narra la triste historia de un hombre que no quería ser payaso; que lo fue obligado por las circunstancias y seducido por un empresario de circo; que creció hasta volverse un dios en vida y maestro de todos los payasos; que fue degradado más adelante para después morir de risa por los mismos intentos de la sociedad por ejecutarlo matándolo de risa, para después ser transformado en santo... “Pasados unos años, de manera festinada, sin anuncio previo, hizo su aparición en la ciudad el Gran AntiBaro. De la noche a la mañana todo ese risueño pueblo fue despayasado. El mismo Cardenal, que ya conocemos, pero que ahora nada tiene de payaso, mandó hacer añicos la imagen del Gran Baro”. Bueno, Piñera no está hablando realmente de payasos, y en nuestras sociedades nuestros líderes, sus partidos y sus ideologías son totalmente desechables porque así lo han querido tanto ellos como el propio sistema. Por tanto, cambios más, cambios menos, siendo especialmente incisivo y pesimista, considero que seguiremos en la misma circunstancia. Piñera consideraba el absurdo, lo escatológico y lo grotesco como una estrategia literaria que le permitía, a la vez, dar auténticas radiografías del ser humano y su expresión en el zoon politikon de Aristóteles. Perfecto para este momento en que ni todo está claro, y distamos mucho de haber llegado a la tierra prometida. Permítaseme, por favor, ser pesimista y suspicaz.   

 
 
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