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Viernes, 9 de julio de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla -
 
 

 EPIDEMIO-LÓGICA 

La última enfermedad de Juventino Rosas

 
JOSÉ GABRIEL ÁVILA–RIVERA

Pocos conmemorarán el aniversario luctuoso de José Juventino Policarpo Rosas Cadenas (Guanajuato, 25 de enero de 1868–Batabanó, Cuba, 9 de julio de 1894); sin embargo, la sola evocación de su nombre de inmediato trae a la mente la contagiosa melodía del vals Sobre las olas, conocido a nivel mundial. La vida de este extraordinario músico mexicano está llena de sucesos insólitos, a tal grado que adentrarse en su biografía representa una verdadera inmersión a un mundo evidentemente conmovedor.

Nació en un pueblito llamado Santa Cruz de Galeana (hoy, Santa Cruz de Juventino Rosas) en el seno de una familia de músicos que amenizaban fiestas en la región. Como era muy poco lo que podían obtener para subsistir, decidieron migrar a la ciudad de México en 1875, es decir, cuando apenas tenía 7 años de edad. Una precoz facilidad y sobresaliente disposición para la música motivó que su padre lo introdujese al violín, que desde niño atrajo su atención y que por siempre sería su instrumento favorito.

Ubicándose en el hoy famoso barrio de Tepito, el papá Jesús Rosas formó un trío, con el hermano mayor Manuel a la guitarra y Juventino al violín; sin embargo, lo poco que ganaba le llevó a sobrevivir con varios trabajos, desde violinista, cantante y hasta campanero en la iglesia de San Sebastián. En ese entonces, un grupo conocido como los “Hermanos Elvira” era muy solicitado para amenizar, y con ellos comenzó a trabajar, dándose a conocer; sin embargo, un suceso trágico comenzó a marcar su vida, cuando en una fiesta, al producirse una pelea, su padre y su hermano fueron muertos. Obviamente dejó a este grupo, y comenzó a tocar en la orquesta de “Los Hermanos Aguirre”, donde un médico llamado Manuel Espejel, impresionado por la pasión con la que tocaba, lo convenció de llevar a cabo estudios formales de música en el Conservatorio Nacional. Sobra decir que en muy poco tiempo perfeccionó su técnica de violín y composición. Para ese entonces escribió un vals al que llamó Carmen, con una dedicatoria especial a la señora Carmen Romero, esposa de Porfirio Díaz (en ese entonces, presidente de México). El estreno se llevó a cabo en una fiesta en la que se celebraba el cumpleaños de don Porfirio. Buscando que la música se ejecutara de acuerdo a su propia convicción, tomó la dirección de la orquesta, con una seguridad que sorprendió a todos. El presidente, emocionado, le obsequió un piano, que Juventino posteriormente vendió para subsistir. Ya en el momento de más fama, pero sin dinero, escribió A la orilla del sauz, haciendo alusión a un Sauce, pero un músico llamado Miguel Ríos Toledano le sugirió cambiar el nombre por Sobre las olas, que dedicó a la señora Calixta Gutiérrez de Alfaro, dirigiéndose a ella como “noble dama, protectora de artistas”. Pero por apuros económicos, vendió los derechos a la compañía Wagner y Lieven por la risible cantidad de 45 pesos (empresa gringa que, según una leyenda urbana que en lo personal no he constatado, posee también los derechos del Himno Nacional Mexicano). El caso es que Juventino Rosas, sumido perennemente en la pobreza, jamás recibió un centavo en regalías por la obra que compuso y que en ese entonces se escuchaba literalmente en todo el mundo. Trabajó como músico en diversas orquestas, incluyendo la compañía de ópera de la gran cantante mexicana Ángela Peralta, conocida también como “el ruiseñor mexicano”; pero en 1894 llegó al puerto cubano de Surgidero de Batabanó. Estando ahí, de repente comenzó a experimentar terribles dolores de espalda que posteriormente derivaron en debilidad, falta de fuerza, parálisis y finalmente su muerte. Fue atendido en un prestigioso Hospital llamado Quinta de la Salud de Nuestra Señora del Rosario, en donde le diagnosticaron Mielitis espinal, hoy llamada Mielitis transversa (porque se genera en la médula espinal y abarca transversalmente toda la estructura nerviosa) en un proceso degenerativo para el que poco se pude hacer incluso en la actualidad. Cuentan que, un día antes de su fallecimiento, encamado y adolorido, escuchó a un grupo cubano callejero tocar su vals Sobre las olas, y al morir, escribieron como epitafio: “Juventino Rosas, violinista mexicano y autor del célebre vals Sobre las olas, falleció en julio de 1894. La tierra cubana sabrá conservar su sueño”.

Algunos años después, el periodista Miguel Necochea y quienes conformaban la Sociedad de Compositores Mexicanos, comenzaron las gestiones para traer sus restos a México, pidiendo el apoyo de los residentes mexicanos en Cuba. Así, finalmente en 1909, teniendo como capilla ardiente un vagón de ferrocarril, fue homenajeado mientras en todo el trayecto del puerto de Veracruz a la ciudad de México se ejecutó su famoso vals por todos los sitios donde pasaba el tren. En este día en que debe conmemorarse su fallecimiento, hay mexicanos que ingratamente no relacionan a Juventino Rosas con el vals Sobre las olas; pero hasta ahora, no he escuchado a alguien que deje de expresarse con esta música usando otro calificativo que no sea el de hermosa.

Lleno de una estética imposible de describir, efectivamente esta obra forma parte del imprescindible repertorio musical de todos los tiempos a nivel universal. Juventino Rosas, más que sobre las olas, sobrepasó el tiempo, mostrando al mundo que los mexicanos sí podemos ser de lo mejor, pese a todo.

 
 
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