Dicen que hoy con la modernidad todo se puede, hasta la habilitación de una pulquería sui géneris, pero con todos los ingredientes de un tinacal tradicional; están los curados de nuez, coco y guayaba reposando en sus vitrales, la banda de música, los clientes y en la mesa de honor: el pícaro, el aprendiz, el comerciante y el poeta.
Pero es en el ambiente donde se descubre que no se trata de un expendio tradicional de neutle, no obstante el papel de china de varios colores colocado ordenadamente en el techo y el aserrín esparcido en el suelo, sino un espacio oficial bautizado por el Instituto Tlaxcalteca de Cultura (ITC) como Casa del Artista y Artesano, de ahí el aire solemne que se percibe al principio, hasta que es roto por un pícaro con su intervención.
Es, pues, una pulquería sui géneris, hecha ex profeso para la presentación de Somos hijos del maguey. Vida, pasión ¿y muerte? del pulque, tesis con la que Corina Salazar se graduó como diseñadora gráfica en la Universidad de las Américas y que con la colaboración de Eduardo del Río, Rius, se convirtió en un libro sobre el proceso que ha tenido esa bebida en el país y los aspectos culturales que la rodean.
Fue así que la Casa del Artista y Artesano Tlaxcalteca se convirtió el fin de semana, tal vez por única ocasión, en una pulquería, aunque las autoridades deberían pensarlo mejor, ya que nunca antes se había registrado una asistencia tan amplia a ese espacio.
Si bien tendrán que descubrir si el motivo fue la presentación del libro, la presencia de Rius o la noticia de que el público podría disfrutar de unos ricos curados, cortesía de la Hacienda de Xochuca y de destilados La Pulcatta.
El pulque, el vino
de los mexicanos
A las 6 de la tarde del viernes pasado fue la convocatoria y a esa hora el lugar estaba totalmente lleno de un público heterogéneo, pues lo mismo se encontraban estudiantes que intelectuales, antropólogos y artistas. No fue necesario prohibir la entrada de uniformados y con sotana, de todos modos ellos no acostumbran estos lugares.
Los que llegaron más temprano, por la sed de risas, seguramente, lograron un lugar en el auditorio, los demás debieron conformarse con ver y escuchar a los presentadores del libro a través de una pantalla que fue colocada en el patio de ese centro cultural.
En la mesa de honor, el comerciante, en voz del productor de pulque Rodolfo del Razo, habló de los procesos que ha tenido que realizar para mejorar la producción del también conocido entre el pueblo como tlachicotón o tlapehue, pues poco a poco ha sido desplazado del consumo nacional por otras bebidas.
En el primer trago, el aire solemne aún dominaba el ambiente. Para el segundo sorbo, el poeta –encarnado por Mario Ríos Reyes– atrajo la atención del respetable con una composición sobre el pulque, hecha, no al aire como dictan los cánones, sino preparada con la debida antelación que merece este tipo de protocolos.
Ya entrados, el pícaro sabio –Rius en el papel de Calzonzin ¿o al revés?–, con la sapiensa que le ha dado ser autor de varios textos condenados por injuriosos, se hace de la palabra para decir que espera que Somos hijos del maguey tome la misma vertiente que los suyos y se vuelva maldito. “Ojala se hable mal de él para que la gente lo busque más”, suelta. También aclara que el texto no es una apología del pulque como muchos lo han afirmado.
Yo estoy convencido –abunda el caricaturista– de las virtudes de esa bebida tan mexicana, pues el pulque alimenta un poco a la gente, ya que tiene un contenido en vitaminas y minerales bastante importante, “eso nunca se nos ha hecho saber”, pero en el libro se da la información sobre las bondades nutritivas del tlapehue.
“No hace falta que hable uno bien de las bebidas embriagantes, ya que es algo que ha acompañado a la humanidad desde hace muchos siglos, en la Biblia sale a relucir el vino y las consecuencias que trae consigo cuando se pasan las cucharadas. No se puede negar que el pulque también está para ponernos cuetes, hasta atrás.
“Pero una de las cosas que lamentamos, y que Elena Poniatowska saca a relucir en el texto, es que con la desaparición del pulque la gente pobre está perdiendo una forma de vida, se la han arrebatado dándole preferencia a otras bebidas, sobre todo a la cerveza, los pobres no tienen ya manera de ponerse hasta atrás, de estar en un ambiente de gusto, de compartir con los amigos y las bebidas embriagantes para eso son.
“No creo que haya alguien en este auditorio que alguna vez en su vida no haya probado un traguito o muchos tragos para festejar o cuando anda arrastrando la cobija. El pulque es parte de nuestra nacionalidad, es una bebida que no sólo produce unos cuetes fabulosos, sino también buenas crudas, pero no creo que sean peores que las de cacardí”.
Lamentablemente, refiere, está en marcha un plan contra las tradiciones mexicanas que está provocando la desaparición de esta bebida “que se puede considerar como el vino de los mexicanos”. En el Distrito Federal si pregunta a alguno si ha probado el pulque, la mayoría dirá que no.
¿Cómo podemos hacer para que el pulque o el maguey vuelvan a florecer en todo el altiplano mexicano?, preguntó. Hay que esperar a que haya gobernantes que quieran a este país o de plano pedir auxilio a Estados Unidos para que nos invadan y nos hagan el favor de poner orden en el país.
Para la caminera, la aprendiza Corina Salazar advirtió que la concurrencia a la presentación del libro se debió a Rius, “pues es el perfecto curado”. El texto –comenta– también habla de la Santa Cruz que protege al pulque, pues antes la relación con la bebida era más sagrada, decían que cuando se bebía entraba dios en ti y podías comunicarte con el cosmos.
“Cuando elegí el tema, vi que no había nada parecido, pero al principio pensé que nadie me iba a pelar hasta que me encontré con este súper hombre que me hizo pisar tierra, tuvo la sencillez de ver un trabajo de alguien que nos es nadie, me dio libertad y respetó el estilo”.