Cada año, el planeta genera entre 20 y 50 millones de toneladas de basura electrónica, conformada por el desecho de computadoras, celulares y demás aparatos que son desplazados por productos más sofisticados y cuyos componentes representan una fuente de contaminación al suelo, el agua y al aire. Lo anterior según datos proporcionados por el investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN), Enrique Rico Arzate, quien el pasado 7 de marzo ofreció la conferencia “Residuos de la tecnología” como parte de una reunión de la Red de educadores ambientales del estado de Puebla, A.C.
En opinión del miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Conacyt, el impulso a las ciencias y el avance de la tecnología, muchas veces se ha logrado a costa del sacrificio de la naturaleza y el impacto sobre la vida humana. Asimismo, pocos consumidores piensan en qué harán con sus aparatos electrónicos cuando los reemplacen con una nueva generación. Como ejemplo mencionó que la vida útil de una computadora personal es de cinco años y de un celular de dos. Sin embargo, cada año estos números disminuyen. Asimismo, comentó que, a pesar de su tamaño, el costo ambiental por producir una computadora es mayor al de un automóvil o un refrigerador.
El ponente indicó que la combinación de un “ciclo de moda” cada vez más corto de ciertos productos electrónicos y el incremento en el consumo de los mismos, generó en 2006 20 millones de teléfonos celulares desechados. Para 2010, la estimación es que los rellenos sanitarios del planeta reciban 10 millones de computadoras más; arriba de 40 millones de equipos de video, televisores, reproductores de DVD y cámaras, y 15 millones de equipos de audio de diversos tipos.
Además de ocupar espacio en basureros y rellenos sanitarios, los materiales básicos que componen la mayoría de los productos tecnológicos son metales pesados como el arsénico, el mercurio, el litio o el zinc. La combustión de estos elementos libera dioxinas y furanos, contaminantes tóxicos altamente nocivos para el ambiente y el ser humano que “al menor contacto pueden provocar cáncer de piel”, explicó.
¿Qué hacer ante esta problemática? En primer lugar, decía el investigador, crear conciencia sobre el impacto de adquirir gran cantidad de aparatos electrónicos y reemplazarlos tan pronto aparece en el mercado la nueva generación. Por otro lado, que las autoridades mexicanas creen normas para controlar la presencia de componentes tóxicos en estos productos y que hagan válidos los convenios internacionales que han firmado al respecto. Y finalmente, lo que “no se puede posponer” es identificar a las poblaciones vulnerables a la exposición de sustancias producidas por la basura electrónica y crear planes de manejo de ésta.
Asimismo, Rico Arzate explicó que muchos de los materiales que se encuentran en los aparatos electrónicos pueden ser recuperados, como el cobre presente en los cables. No obstante, en el país los esfuerzos en ese sentido “son muy pocos”.