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Puebla > Estado
miércoles 21 de febrero de 2007

MEDIEROS

La regulación de las precampañas en Puebla

Lilia Vélez Iglesias

Con la aprobación, por parte del Consejo General de Instituto Electoral del Estado, del Reglamento de Precampañas para los comicios de este año, se dieron los primeros pasos para vigilar los procesos de selección de candidatos dentro de los partidos y los recursos destinados al financiamiento de las campañas desplegadas por los aspirantes que participan en los mismos y para evitar que éstas se vuelvan costosísimas guerras mediáticas. Que lo anterior sea una realidad dependerá en gran medida de la voluntad política y la eficacia que muestre el propio Instituto.

En dicho ordenamiento, que entrará en vigor el 15 de abril próximo, se establece que los recursos para financiar las precampañas deberán ser privados y no podrán exceder el equivalente a 20 por ciento del monto gastado en la campaña de los comicios locales de 2004. Asimismo, el Reglamento fija como plazo para que los aspirantes a candidatos realicen campañas para obtener la nominación de su partido del 15 de abril al 9 de agosto, y faculta a las y los ciudadanos a presentar denuncias ante el IEE por presuntas violaciones a las reglas establecidas.

Aunque la normatividad es perfectible, y sin duda tendrá que revisarse en el futuro, lo cierto es que sienta las bases para empezar a regular las llamadas precampañas que hasta hoy carecían de fiscalización alguna por parte de las autoridades electorales, lo que había provocado que las primeras se extendieran durante meses, con el consecuente hartazgo del elector y el evidente encarecimiento del proceso y, por ende, la obtención de recursos de fuentes poco legítimas e incluso ilegales.

Un aspecto que vale la pena destacar del ordenamiento aprobado es el relativo a la prohibición de que los precandidatos utilicen los medios masivos de comunicación (periódicos, radio, televisión e Internet) para hacer campaña. Como es sabido, la tendencia de trasladar las campañas a los medios ha derivado no sólo en el empobrecimiento de los contenidos de éstas y su encarecimiento, sino también en el hecho de que muchos candidatos sean producto más de una costosísima campaña mediática que de su trabajo políticopartidista. En este sentido, evitar que los políticos sean sólo producto de una serie de mensajes mediáticos podría contribuir a mejorar su desempeño futuro.

La legitimación por el miedo mediático

Laura Ruiz Godoy y Roberto Aguirre

Como parte del proyecto de investigación en lenguaje televisual, los participantes del curso desarrollaron ensayos académicos que hemos buscado publicar en este espacio. A fin de darle pertinencia periodística, presentamos una reflexión inicial que justifica el tratamiento posterior.

La campaña electoral para la presidencia de México celebrada el año pasado tuvo en los candidatos panista y perredista ensayos de extremos mediáticos discursivos; el primero apostó a la épica, a la búsqueda de héroes y villanos. En contraparte, el candidato perredista, villano favorito del relato panista, apostó por colgar la idea de víctima a la villanía con la que se le quería vestir, es decir, al melodrama. Éste, género favorito de la comunicación de masas según Habermas, como de la idiosincrasia mexicana, por ambiguo que sea el concepto, buscó ser un antídoto eficaz contra la legitimación por el miedo.

Ante el polémico resultado de la elección presidencial mexicana, vale la pena preguntarse acerca de la persistencia de esa legitimación por el miedo (práctica que, salvando escalas, tiene un retrato en las políticas belicosas del gobierno federal estadounidense) en la propaganda del antes candidato albiazul y ahora presidente de México. La sorpresiva, obligada y posiblemente necesaria campaña del gobierno federal contra el narcotráfico, que modificó al empleo como prioridad de la campaña panista, parece ser continuación de esa legitimación por el miedo. A efecto de tal coyuntura, vale la pena recuperar el siguiente texto que remite a la construcción mediática del miedo a través de la programación televisiva que observó Laura Ruiz.

Su propuesta es observar, no dentro de los programas, sino al discurso que resulta de la secuencia de programación cuyos efectos propagandísticos de toma de postura política por parte de los medios, por desgracia, no son reconocibles abiertamente como problemática en el negocio mexicano de la televisión ni hay visiones de considerarla como sancionable en la legalidad mexicana en materia de radiodifusión y telecomunicaciones. A continuación se presenta el texto.

No es lo mismo que Felipe Calderón Hinojosa pida que como joven pienses en tu futuro y votes por él, a ver en un montaje de spots publicitarios a los integrantes de la telenovela Rebelde invitándote a votar, seguido de spots de Calderón, de los legisladores del PAN diciéndote que el Peje es un peligro para México, del Consejo Coordinador Empresarial diciéndote que AMLO te va a quitar tus veinte pesos; si hay suerte, uno del PRI o del PRD; seguido de otra tanda de spots parecidos, para cerrar con los de Rebelde recordándote que el 2 de julio hay que ir a votar. Tampoco es lo mismo media hora de entrevista a un candidato para la presidencia en la que se le permite exponer cuestiones de sus propuestas a media hora en el canal 2 con López Dóriga en la que un candidato es juzgado por cuestiones irrelevantes, como reclamar el papel de los medios, siendo que a nadie como a él le son otorgados tantos minutos del tan valioso tiempo de Televisa.

Como lo ha expuesto Villamil, en México pasa esto, pues la televisión y los políticos viven gracias a su relación, sin importarles que el medio utilice un espacio electromagnético de todos los mexicanos. Las condiciones para que esta bonita relación entre el poder político y el poder económico se dé han estado presentes desde el nacimiento de la televisión mexicana, como lo menciona Miró en un recorrido sobre la historia de nuestra televisión.

Otra cosa sería si se legislaran cuestiones referentes a la publicidad, la información electoral y el papel del periodismo. Ejemplos de legislaciones como éstas las podemos encontrar en la Constitución española, que ante todo prevé al televidente como un consumidor al que se le deben garantizar derechos. Dicha postura no deja de lado que la televisión sea un negocio que ofrece grandes ganancias, y mucho menos lo prohíbe. Simplemente toma en cuenta que hay quien gana mucho, garantiza que quien consume un producto televisivo gane también y no se vea afectado en ningún momento.

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