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Puebla
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viernes 14 de julio de 2006 |
ARISTAS DE LA CIUDADEl monumento, la arquitectura y la esculturaElvia Sánchez de la BarqueraDistinguir de entre los monumentos aquellos de carácter arquitectónico de aquellos con algún aire o mínima intensión escultórica, es verdaderamente difícil bajo las condiciones en que está la actual escultura pública poblana, ya que algunas son verdaderas construcciones arquitectónicas, pero con pretensiones de monumentalidad escultórica; sin embargo, sus características formales, no tienen una lectura aislada. Sabemos de sobra que la temática de estos monumentos e incluso de aquellos que contienen más esfuerzos escultóricos, versa en el civismo, el nacionalismo y la historia. Dominan los acontecimientos históricos que nos haga sentir orgullo y personajes cuyo ejemplo se ha de seguir. La finalidad es la misma: una pretendida identidad cívica. Así, tenemos elementos o construcciones con una fuerte carga simbólica, pero carentes de carga estética. Y es que para lograr la finalidad del o de los interesados en la erección de los monumentos, lo que menos importa es la aportación de formas nuevas, de formas desvinculadas de tal nacionalismo, de propuestas independientes y mucho menos importa la propuesta conceptual, ya que esta emana sólo de quien realiza el encargo, pues es ese básicamente el interés, su interés. Lo parecen ignorar las autoridades es que un monumento artístico siempre será histórico, no así un monumento detenido en una temporalidad ajena y “callado” de formulación estética. Es el espacio público –como parte compartida de la ciudad– donde se conjugan el pasado y el presente, la memoria y el recordatorio o reconocimiento, lo simbólico y lo funcional. Ante tal naturaleza se esperaría un creciente ámbito activo, en que los ciudadanos serían los agentes principales en los cambios de la imagen de la ciudad. En palabras de los escultores vascos Laka, Arnaiz, Moreno y Elorriaga: “intervenir en el ámbito de lo público, alterar su estructura física y social, comporta siempre un problema de representación”. Es el sujeto actual el que valora o devalúa los atributos simbólicos, el que califica al monumento, el que lo contempla o lo ignora, pero finalmente, lo recrea, con lo cual el monumento no sólo tiene valor rememorativo, como se pretende, no es un objeto aislado, ni de su espacio, ni de su sociedad. es un marcador cultural que por un lado narra un momento histórico y por el otro delata la riqueza o pobreza cultural en la que dicha sociedad se encuentra. Siendo realistas, estamos un poco lejos de ser tales agentes, sobretodo cuando nos conformamos o exigimos que los monumentos sean sólo cívicos y figurativos para que les podamos entender sin aquello que implique una necesidad de profundizar o de cuestionar lo ya dado. Y también es por ésto que los monumentos no trascienden, puesto que para que el ciudadano pueda reconocer la carga simbólica que pretenden nuestros monumentos, se necesitan otros factores que le subrayen como emblema de identidad cultural, tales como las propuestas de intervención urbanística, y estas en conjunto con las del trabajo escultórico o arquitectónico, según sea el caso. Con el desarrollo tecnológico de las últimas décadas –sin precedentes– con las multiplicidad disciplinaria, con tantos descubrimientos y avances en las telecomunicaciones, es increíble que no exista mayor propuesta para intervenir nuestros espacios que la determinada por las autoridades y autorizadas por una sociedad estancada, generando un escenario en el que no hay avance, desarrollo o evolución, ni en la presencia escultórica (habiendo escultores), ni en el monumento arquitectónico, ni en el desarrollo urbanístico, ni en el ciudadanousuario, careciendo, así, de planteamientos que nos lleven a un desarrollo de pensamiento que engrose nuestra cultura. Desde el punto de vista de la arquitectura en torno al monumento, después de acuñar términos como el posmodernismo y la deconstrucción, el minimalismo ha dominado el discurso de esta disciplina desde los ochentas, en donde sólo se requiere simplicidad, geometría, repetición y precisión; aunque en México se adelantó el geometrismo a esta premisa. Es decir, hay, o debería de haber, una multiplicidad de opciones de intervención que debieran alimentar al monumento desde sus momentos históricos, y con ello a la sociedad desde su cultura. |
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