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Aunque
Ud. no lo crea!
La hiel no se revienta
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Jorge El Chale
Matínez q
Es frecuente que cuando usted está paladeando lo
que le queda de su platillo favorito o del
postre, el pedacito que ha reservado para lo último,
una voz chillante y antipática surja de enfrente
o de un lado de la mesa diciendo:
Dame un poco, no¹más para que no se me
reviente la hiel.
¿Ha oído esta expresión? ¿Le ha tocado?
A usted le suena a ultimátum. ¡Se le va a
reventar la hiel a esta persona, aquí en el
restaurante!, ¡junto a mí! ¿Qué puedo hacer?
Y usted cae en la trampa, le da su último bocado.
Pues es un ardid, un chantaje. No es cierto, no
se le va a reventar nada. No le dé nunca más ni
una sola probadita a su vecino de mesa.
La hiel es la bilis de los animales, por lo tanto
su interlocutor pedigüeño no la tiene. En todo
caso tendrá bilis, y ésta en los humanos no es
ni una bolsa ni un órgano que se pueda reventar.
La bilis es un líquido de color verde, tirándole
al amarillo, de sabor amargo, espeso, agregado de
transformaciones químicas del hígado, y es útil
en el proceso de descomposición de las grasas.
Pasa del hígado al estómago, al duodeno
propiamente dicho, otra parte pasa a la vesícula
biliar, que es una bolsa que se encuentra debajo
del hígado, donde se almacena y concentra.
En la vesícula biliar se producen los famosísimos
cálculos biliares, que son compuestos sólidos
de contenido biliar y colesterol. Cuando uno de
estos cálculos se traslada hacia el duodeno por
el cístico (conducto que va de la vesícula al
conducto hepático), produce una inflamación
llamada colecistitis, cuyos síntomas son dolor,
nauseas y fiebre. Cuando el cálculo se atora en
el conducto hay vómitos y dolores intensos que
van de la zona costal hasta la espalda y el estómago.
El llamado cólico biliar sólo los muy valientes
lo han resistido.
Anteriormente era necesario operar y extraer la
vesícula haciendo grandes tajadas en el tronco,
ahora es posible intervenir los cálculos con láser
con una pequeña intervención quirúrgica.
La colecistitis sí duele, y mucho, pero de
ninguna manera se produce por un antojo, eso es
un pretexto para cubrir las ganas de quitarle a
usted el placer del último bocado de su manjar
favorito. ¡No!, la próxima vez no le convide a
nadie. La hiel nunca se revienta.
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