Viernes, abril 19, 2024

Yo acuso

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En memoria a Julio Scherer y Vicente Leñero

Julio Scherer y Vicente Leñero, junto con Miguel Ángel Granados Chapa, Octavio Paz, Gabriel Zaid, Carlos Payán y otros importantes periodistas y escritores, le dieron al país una bocanada de aire al defender el ejercicio de la libertad de expresión en tiempos de un régimen autoritario; vivieron la transición y la alternancia, promovieron la democracia, salvo Octavio Paz quien murió en 1998, los otros pudieron estar presentes en la alternancia en Los Pinos en el año 2000. Son y fueron críticos del poder, aunque en el camino sus posturas ideológicas les hicieron tomar senderos distintos, sus aportes están ahí como legados imprescindibles en la lucha por un mejor país. La partida de Scherer y Leñero, casi al mismo tiempo, exige un mínimo de ejercicio de reflexión sobre cómo los ciudadanos dejamos de hacer, para permitir que las clases política y económica tengan al país en franco deterioro.

La libertad de expresión pierde dos símbolos emblemáticos, el país pierde dos plumas que con su tinta daban luz en medio de la oscuridad, los ciudadanos pierden la opinión de quienes sufrieron los embates desmedidos del poder y aun con ello demostraron que es posible abrir brecha en medio de la podredumbre de la clase política corrupta que está enquistada en la mayoría de la instituciones políticas del Estado mexicano. Se es estúpido si no se reconoce el aporte de estos personajes en la historia política de México, se es estúpido si los comunicólogos, periodistas, seudo periodistas, analistas, seudo analistas y chayoteros, no reconocen que el ejercicio de libertad del que hoy gozan para decir sandeces es producto de una historia de lucha, pues por lo general el poder no regala nada, fueron y son conquistas de quienes se atrevieron a mirar diferente, de quienes se atrevieron a dejar sobre la mesas opiniones contrarias a los pudientes, estos últimos que en su mayoría han ocupado la función pública para privilegiar sus intereses personales, de familia y de grupo.

Ese es el legado que han dejado los vivos y los muertos, una mayor libertad de expresión, pero no es lo único, las diferencias publicadas en medios escritos, la radio o la televisión, generaron también mayor pluralidad, sin pretenderlo o pretendiéndolo abrieron la cloaca a la tolerancia y a la pluralidad, ambas piezas angulares de toda democracia consolidada –México sigue con esa deuda pendiente–, esa cascada de opiniones provocó que el vaso siempre se vea medio lleno o medio vacío, pues la mirada no puede ni es absoluta, la sola presencia de una opinión distinta rompe con la homogeneidad del estado de las cosas, dotándola de un componente fascinante, la suspicacia sobre el actuar de la clase política, eso también se lo debemos a las plumas de los grandes periodistas, escritores, académicos que desde sus trincheras aportaron y aportan para desarticular los discursos adornados con buenas frases de la clase política y económica que han desangrado al país en su afán de codicia y ambición.

Sin la crítica, a este país ya se lo hubiera llevado el diablo, sin la crítica probablemente el número de pobres sería aun mayor al que ahora se registra por las propias instituciones del Estado de mexicano, sin la crítica tendríamos mayores abusos a los derechos humanos que los registrados en los datos oficiales, sin la crítica los políticos seguirían actuado con mayor desfachatez de la que de por sí los caracteriza, sin la crítica no hubiera sido posible desmantelar el sistema de partido hegemónico y luego predominante, sin la crítica los partidos como el PAN, el PRD, el PVEM, el PT y hasta el propio PRI hoy no tuvieran espacios de representación en los poderes de la unión. Sin la crítica, no habría voces que abiertamente manifestaran los repudios por los casos de corrupción, nepotismo, discrecionalidad, dispendio de los servidores públicos que hacen de la función pública un negocio familiar. Sin la existencia de la crítica, sería imposible tener este país de pie, pues aun con las limitantes, defectos, abusos, arbitrariedades pudiéramos estar peor.

De ahí que la revista Proceso, la revista Vuelta –en su momento–, el periódico La Jornada, son espacios conquistados, que nacieron para ponerle sal y pimienta a la clase política, son críticas porque esa es su esencia, son un espacio donde se puede, se debe y se procura poner en el banquillo de los acusados a hombres, estados, políticas, instituciones que en lugar de servir al país se sirven de él; en la naturaleza del contenido de esas publicaciones, se privilegia la crítica al modelo económico, a la forma de hacer política de los políticos, a los partidos y sus representantes, etc. Históricamente esas publicaciones responden con creces a la famosa carta de 1898, escrita por Emile Zola al presidente de la República Francesa, YO ACUSO.

Esas fueron en mi opinión la esencia que motivó a Julio Scherer y a Vicente Leñero, junto con Miguel Ángel Granados Chapa, Octavio Paz, Gabriel Zaid, Carlos Payán y muchos más, su inquebrantable deseo de justicia, de libertad, igualdad en un país donde secularmente existe la pobreza producto de la mezquindad de la mayoría de sus políticos. De ese tamaño es la pérdida, aunque afortunadamente la cosecha de críticos se ha dado, mismos que seguirán replicando junto con Scherer, Leñero y Compañía, el YO ACUSO. Ver para creer.

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