Me gustan las películas de vaqueros porque la vida es muy sencilla en ellas. Uno debe buscar al tipo que tiene el sombrero negro para saber quién es el malo. El del sombrero blanco es un hombre solitario que cabalga en soledad y que es dueño de un buen juicio, además de ser dueño de un caballo noble, de una puntería espectacular y una galanura que desmaya chicas. El malo, por el contrario, anda siempre en pandilla, es artero y está aliado con lo peor del pueblo. Cuando el bueno mata, circunstancialmente, al malo el orden vuelve a la tranquilidad.
En la vida real uno no sabe quién es el bueno y quién es el malo con sólo verles. En el más reciente conflicto social de nuestro país, cuando satanizamos al gobierno o a los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajaores de la Educación (CNTE) estamos tratando de descubrirles los sombreros. De inmediato queremos saber quién es el “pueblo bueno” que lucha contra el “malvado gobierno”, o la otra dicotomía: “haraganes revoltosos” contra “Estado de derecho”. Ambas reducciones son absurdas.
A la fecha sigo sin entender quién se beneficia de las llamadas reformas estructurales, de la evaluación magisterial, de los bloqueos, de las decisiones tomadas en el Congreso y hasta las marchas. Lo que sí sé es que de los recientes conflictos, la izquierda ha salido totalmente dañada. Los diferentes grupos que se habían reunido para postular al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y luego del fraude del 88, conformar un partido llamado PRD, ahora son miles de grupúsculos que no plantean nada, sino que simplemente reaccionan a lo que aparezca.
Si se viene un ataque de Estados Unidos contra Siria, reaccionan; si contra Corea del Norte, reaccionan; si hoy son #Yosoy132 mañana están con la CNTE. Lo terrible es que nunca hay un momento de reflexión para entender en dónde están metidos. Buscan desesperadamente el sombrero blanco.
Un amigo me decía que él leía el Selecciones de Reader’s Digest porque le gustaba saber que piensan los otros.