PRI se juega, el próximo año, “su papel en la historia”. Por lo que el líder y la militancia buscan confirmar los resultados que alcanzaron en las elecciones de 2013, 2015 y 2016. Ganar es la única ruta que le queda al gobernador.
Marco Mena llega al gobierno en una coyuntura fatal para su partido. En las elecciones de 2016 el PRI pierde Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas. Lo que impacta la reserva electoral del tricolor y pone en riesgo el escenario 2018.
La nueva generación de gobernadores fue un fiasco. Los mireyes resultaron más corruptos que los priistas tradicionales. Lo que provocó un gran deterioro en la figura del primer priista del país. El presidente de la República.
En las elecciones 2017, mantienen la gubernatura del Estado de México. La diferencia con el segundo lugar es insignificante, como en Tlaxcala. Lo que muestra la debilidad del equipo gobernante para mantener el poder en 2018.
Esto hace que el PRI demande de todos los que han sido electos bajo sus siglas y colores el compromiso de trabajar para no perder la Presidencia de la República. Ni el Congreso de la Unión. Por eso el gobernador ha sido llamado al PRI en reiteradas ocasiones.
Al Ejecutivo local no le queda otro camino que trabajar con su partido y militancia para contribuir con votos. Lo que le demanda dejar clara su cercanía e identidad con la militancia priista.
Esto explica el contenido de los discursos del 14 de mayo y 1 de julio de este año. En los que promete que estará “cerca y junto” como “un priista sin fisuras”. En consecuencia, llama a “nutrir la unidad y a partir del contacto con el ciudadano ser más fuertes”.
El gobernador requiere ser visto y reconocido como priista. Ya que no estuvo en la crisis y recuperación del PRI en Tlaxcala. Llega cuando el poder había sido recuperado. Eso hace que Marco Mena y el PRI se juegan “su papel en la historia”.