Viernes, marzo 29, 2024

Glifosato en su mesa

La lucha mundial en contra de Monsanto–Bayer y otras empresas similares menores se ha centrado hasta ahora en el rechazo y el combate a los organismos genéticamente modificados (OGM), que bajo la promesa de acabar con el hambre en el mundo, en realidad están destruyendo y privatizando la biodiversidad. En numerosas partes del mundo la lucha de quienes han tomado conciencia de los peligros que encierra esta tecnología manejada por empresas de muerte, ha abierto numerosos frentes en los que la sociedad está logrando algunas victorias, como detener y hasta prohibir la siembra de semillas transgénicas. En este contexto, esta lucha que ocupa el plano central ha dejado de lado otro tipo de problemas que acompañan esta estrategia de monopolizar, industrializar y desnaturalizar los alimentos, es decir, los venenos que acompañan al paquete tecnológico de los transgénicos y en general de la agroindustria.

Dentro de los paquetes de la llamada revolución verde, el uso de agrotóxicos, abonos e insecticidas fueron impuestos como una premisa más de una agricultura moderna y mecanizada, y a partir de entonces su uso indiscriminado pasó a formar parte de la agricultura, no sólo en los llamados países desarrollados, sino principalmente en los países pobres. A lo largo de estos 70 años, los resultados son devastadores no sólo en la infertilidad de las tierras, sino principalmente en la salud humana. Entre los venenos producidos por Monsanto se pueden mencionar el DDT (diclorofeniltricloroetano), creado en 1944 para combatir supuestamente al mosquito de la malaria, transformándose después en un insecticida casero para matar todo tipo de insectos considerados perjudiciales, pero que con el tiempo se descubrió que producía infertilidad, graves afectaciones al hígado y al sistema nervioso en los humanos, por lo que teóricamente está prohibido en todo el mundo; en la misma época crearon las Dioxinas (245T), componentes principales del agente naranja que devastó las selvas de Vietnam y sigue devastando la salud de los sobrevivientes por la generación de cánceres y alteraciones genéticas. Y ahora la estrella es el glifosato, un veneno que arrasa con todo lo verde, salvo las plantas genéticamente modificadas para soportarlo y no morir. Esta sustancia está prácticamente presente en todos los herbicidas de uso agrícola y hasta doméstico, por lo tanto no resulta extraño que en un estudio realizado en Alemania hace algunos años se haya encontrado presente en la orina de un gran porcentaje de los consumidores de comida industrializada de las ciudades.

Y ahora estudios más recientes publicados en Walkin Times, revelan que esta sustancia declarada cancerígena en 2015, por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS, se encuentra presente en una amplia gama de productos alimenticios que se han vuelto comunes en la dieta de los habitantes urbanos. Por mencionar sólo algunos conocidos en nuestro país: todos los cereales Kellog’s, galletas Oreo, Goldfish y Ritz, avenas y granolas Quaker, jugos Tropicana y una larga lista de productos de marca en inglés que se venden en mercados exclusivos.

La lista se puede consultar en (mentealternativa.com). Incluso se ha encontrado el herbicida en productos supuestamente orgánicos, pero distribuidos y patrocinados por las mismas empresas que fabrican la comida chatarra. Este estado de emergencia en la salud humana, así como la emergencia climática, nos llevan nuevamente a tomar conciencia de que nuestra salud en gran medida depende de nuestras manos, de regresar a producir nuestros propios alimentos; y esto nos explica por qué las empresas criminales están empeñadas en acabar con la agricultura familiar rural que es la única que puede seguir produciendo alimentos sanos.

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