“En colonias pobres, segregadas, el color le da otra vida y felicidad a las personas”, manifestó la secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles Berlanga.
Con esta expresión, la funcionaria integrante del gabinetazo del presidente Enrique Peña Nieto, declaró a los medios de comunicación que propuso al gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez un programa para pintar fachadas de casas en zonas necesitadas del estado. Estuvo en Tlaxcala la semana pasada para entregar apoyos de vivienda y para la reconstrucción de casas afectadas por el sismo registrado el 19 de septiembre de 2017.
Congruente con el discurso de su jefe y con gesto esperanzador, machacó las bondades de estos programas y los propósitos de la administración federal para mejorar las condiciones de vida de las familias tlaxcaltecas, particularmente de las mujeres, como lo han hecho otros funcionarios del gobierno de la República en recientes giras por la entidad. Hasta ahí las buenas noticias que, a decir de Peña Nieto, poco se cuentan, porque más allá de técnicas de psicología para inducir a la felicidad a través de los colores, a la población le urge satisfacer necesidades básicas que cambien su condición de pobreza.
La vida en rosa (nada que ver con la película francesa, así titulada en español) que intentan esbozar con cifras alegres y frases reconfortantes, se desdibuja frente a la realidad. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en enero pasado 19 mil 856 tlaxcaltecas (3.4 por ciento de la población económicamente activa) se encontraban desempleados, pero en el cuarto trimestre de 2017 el estado se ubicó entre los primeros 10 con las tasas de desocupación más altas.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) muestra que en 2016 había 701 mil 800 habitantes (53.9 por ciento del total) en pobreza y 74 mil 700 en pobreza extrema (5.7 por ciento). Solo 174 mil 100 (13.4 por ciento) no eran vulnerables ni pobres. Este organismo informó hace unos días que en el tercer trimestre de 2017, 47.6 por ciento de la población tuvo un ingreso laboral inferior a la línea de bienestar mínima. Los brochazos de felicidad con los que Rosario Robles sugiere aminorar las condiciones paupérrimas de las familias, solo serán pura pantalla, porque detrás habrá un escenario mitigado por las penurias.