Experimento Milgram. En 1961 se lleva a cabo uno de los experimentos más controvertidos. Se trata de “averiguar cuánto dolor infligiría un ciudadano común a otra persona. Simplemente porque un experimentador le ordenara hacerlo”.
El experimento es replicado en Polonia en 2015. Las personas son muy receptivas a nuevas reglas en un nuevo ambiente. Si son instruidas por una nueva autoridad. Están sorprendentemente dispuestas a lastimar y matar a otras al servicio de un nuevo propósito.
Por otra parte, Latinbarómetro muestra que el rango de confianza en que se mueven los partidos, el Congreso y el Poder Judicial es muy bajo. En los últimos 20 años, las instituciones de la democracia en América Latina no superan los cuatro de cada 10 latinoamericanos.
La democracia significó para los mexicanos la entrada a la modernidad, a la sociedad de mercado. Tenían la certeza de que el crecimiento económico disminuye la desigualdad. Pero lo único que ocurrió fue que ésta se hizo más visible.
Como resultado se ha generado una gran desconfianza hacia las instituciones democráticas y un ánimo por el que la población considera se requiere de mano dura para poner orden al desorden en el que la democracia ha puesto al país.
Como ha sido demostrado en el experimento Milgram –repetido por Tomasz Grzyb– “la facilidad con que las personas pueden aceptar cosas que normalmente encuentran desagradables”. Puede ocurrir en las elecciones 2018.
La población se encuentra tan dividida y desconfía tanto de sí misma que está en espera de un salvador. Está dispuesta, como refiere Timothy Snyder, a conceder libremente “la mayor parte del poder” al autoritarismo.
La elección no consiste solo en emitir un voto, sino sobre todo en decidir un proyecto y un liderazgo que conduzca al fortalecimiento de la confianza en las instituciones. Porque “las instituciones son lo que nos ayuda a preservar la decencia”.