Martes, abril 16, 2024

El manto sagrado de la impunidad

Destacamos

Los acontecimientos de los últimos meses han demostrado que se mantienen dos de los principales problemas en México: la impunidad y la corrupción. Ambos están poniendo en jaque a las estructuras institucionales, los casos de Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Puebla, Oaxaca, Estado de México, Distrito Federal, Sonora, Tabasco, Aguascalientes, Jalisco, Sinaloa y Baja California sobresalen porque independientemente del partido que gobierne, la impunidad y la corrupción explican la crisis del sistema político mexicano en su conjunto.

La escalada de la corrupción está presente en los gobiernos estatales, en el Poder Legislativo, en el Poder Judicial, en los partidos políticos, ésta ha penetrado a las instituciones financieras, a las empresas, al sector educativo, de hecho el crecimiento de la violencia y la inseguridad se deben leer a la luz del contubernio entre gobierno y los grupos del crimen organizado, los primeros han blindado al crimen con la certeza de que exista el mínimo de posibilidades de que sean atrapados y recluidos en las cárceles, el hecho de que haya mayor número de detenciones y abatidos no se relaciona con una disminución significativa de delitos de toda índole, pues los grupos siguen operando de forma abierta.

El problema no se puede reducir únicamente al crimen organizado, éste es un ejemplo muy vivo y por su forma de expresión es señalado como el principal problema, pero en realidad es uno de muchos males que padece el país.

En realidad el problema radica en otra parte, el crecimiento de la violencia tiene sus raíces en la forma en que opera la clase política y económica de México, pues han mostrado que la voracidad no tiene límites y que para garantizar su influencia política y su atesoramiento de riqueza están dispuestos a lo que sea, por ello no es casual que todos los días surjan historias sobre tráfico de influencias, nepotismo, diezmos, modificaciones a la ley para blindar las pillerías que cometen, complicidad en las firmas de contrato o utilizar el presupuesto para fines de enriquecimiento personal, ya sea a través de aumentos salariales incomprensibles o para quedarse con parte del pastel al momento de designar la distribución del erario o bien comprando productos a costos muy por encima de su valor en el mercado.

Su cinismo alcanza hasta para tener proveedores que venden productos caducos, mismos que son adquiridos a precios altos, aun a sabiendas que éstos ya no podrás ser distribuidos a la población; el caso de la compra de llantas por encima del precio, es uno de tantos ilícitos que se cometen a diario en el país, lo hacen en el gobierno federal, en el estatal, municipal, en la Cámara de Diputados y Senadores y desde luego en los congresos locales, la mayoría están corrompidos.

Pero el principio de la corrupción está en la impunidad, hasta ahora la lucha contra ésta es un discurso que no opera en el espacio público y privado, y por más que las autoridades sostengan que hay avances significativos, estos no son reales, pues hasta ahora son muy pocos los políticos o empresarios de altos vuelos que están recluidos en las cárceles cumpliendo sentencias ejemplares, la mayoría burla y se burla de la ley, datos hay como para iniciar sendas investigaciones del enriquecimiento ilícito: cuentas bancarias, número de negocios, compra de casas, hoteles, edificios, tipos y número de autos, haciendas, viajes, modo de vida, etc.

El fenómeno de la corrupción y la impunidad tiene efectos devastadores en la distribución de la riqueza entre los mexicanos, pues la brecha entre ricos y pobres sigue siendo abismal, no es posible explicar que más de 50 millones de mexicanos estén en condiciones de pobreza, mientras que un puñado de hombres de la clase política y económica concentren la mayoría de los recursos que se generan a lo largo del territorio; es indignante ver que mientras unos pasean en Cadillac, otros caminen con suelas agujeradas por las calles de la ciudad, no es posible ver que haya quienes comen carne de cordero y otros se llenen con frijoles, tortillas y sal. Esas injusticias que se registran en el país son producto de la corrupción y de la impunidad, generando que haya millones de personas en condiciones de vulnerabilidad, mismas que son presas fáciles del crimen organizado, pues miles de jóvenes y adultos son el ejército de reserva de los grupos mafiosos, captan a personas desempleadas o que sus niveles de ingreso están por debajo de la línea de pobreza. Resulta interesante leer las historias de niños y jóvenes que fueron parte de las filas del crimen y que han sido atrapados purgando condenas, en sus narrativas confiesan asesinatos, tráfico de droga, participaciones en secuestros, robos de autos, cobro de pisos en lugares y todo tipo de delitos, pero al narrar los sueldos que percibían producto de sus participaciones es ridículo saber que también en esos trabajos los ingresos son bajos productos de la competencia, alta demanda, precios bajos.

El problema es mayor, cuando la misma clase política utiliza estrategias de manipulación para que las personas pobres y de clase baja se adhieran a proyectos políticos y personales, que pidan colaboraciones con recursos, tiempo o trabajo domiciliario para ampliar su lista de posibles electores a cambio de un puesto en el gobierno una vez que hayan ganado la elección; una vez en el gobierno, ellos serán los primeros en corromperse a cambio de completar la quincena, pues es conocido que los sueldos para los pobres es de pobres. Que los líderes del crimen compren fuerza de trabajo a bajo precio es normal, pero que los políticos lo hagan resulta peor, ambos son malhechores. Por esos estamos de cabeza, el crimen seguirá mientras sigan habiendo políticos y empresarios corruptos, el manto sagrado de la impunidad los protege… ¿a todos? Ver para creer.

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