Jueves, marzo 28, 2024

Construyendo la Esperanza

Desde que se conocieron los resultados de las elecciones del 1 de julio de este año, se inició un largo periodo de sentimientos encontrados en la mayoría de mexicanos: se había logrado lo que parecía imposible: romper, con el voto masivo y mayoritario, la hegemonía de un modelo económico neoliberal, sostenido por los partidos de derecha, que en alianza perversa estaban facilitando el saqueo del país, el sometimiento de las conciencias al modelo neoliberal y la destrucción total de nuestras raíces culturales. Desde esa fecha, fueron cinco largos meses de zozobra, de meter miedo, de atacar al presidente electo, de desprestigiar y calumniar al futuro nuevo gobierno; y, sin embargo, los acontecimientos de este fin de semana demostraron ampliamente que sigue vigente la Esperanza de la mayoría de mexicanos de que esta situación de violencia neoliberal en todos los niveles que estamos viviendo, se transforme en otro modelo en el que se privilegie el derecho a la vida y a la felicidad, y no se subordinen éstas al interés económico de los poderosos. Tanto la toma de protesta en San Lázaro, como la entrega del bastón de mando en la Plaza de la Constitución, conformaron la forma y el fondo del nuevo proceso histórico que estamos iniciando de manera abierta y jubilosa.

La Esperanza sigue viva y firme, pero ahora viene lo más difícil, construirla y transformarla en una realidad tangible, lo cual no es tarea de una persona, ni de un grupo pequeño de personas, sino de todos los ciudadanos que queremos el cambio, otro modelo de vida social y cultural. Hacer realidad la Esperanza es una tarea cotidiana de todas y todos, y no se trata más que de practicar nuestros valores culturales profundos (la justicia, la solidaridad, la honestidad, la responsabilidad, el sentido comunitario, la autonomía, el trabajo, la participación social, por ejemplo) con la certeza de que ahora nuestros esfuerzos no se van a desvanecer ante la corrupción, al latrocinio, el agandalle, el abuso, la mentira, la represión de los aparatos de Estado. La primera responsabilidad del nuevo gobierno es crear las condiciones para que esos valores perseguidos y reprimidos por la cultura neoliberal individualista y consumista, resurjan del interior de cada uno de nosotros, florezcan y se vuelvan el motor de nuestra vida individual y social. Por nuestra parte, como ciudadanos, el primer reto que debemos enfrentar es el de romper con la inercia del “vivir con el menor esfuerzo” como ideal de vida. La primera trampa–espejismo del neoliberalismo consiste en meternos la idea de que la felicidad consiste en eso, en esforzarse lo menos posible y dejarse llevar por la comodidad y en definitiva por el “tener” más riqueza que nos permita esa vida cómoda del no esfuerzo que de manera silenciosa va castrando nuestra voluntad hasta volvernos esclavos del dinero fácil, de la moda, de los lujos que, de acuerdo con la publicidad, nos hace entrar en un imaginario y “selecto” círculo social de gente “VIP” que nos legitima como personas sociales (que no humanas). Recuperar nuestra autonomía implica reconocer que la vida es trabajo, no un trabajo–esclavo, como el que impone el capitalismo, sino un trabajo creativo y productivo en la medida de mis necesidades de subsistencia reales, y no las que me imponen desde fuera; un trabajo que me permita disfrutar de todos los aspectos de la vida humana: el conocimiento, el desarrollo de mis capacidades, de mi conciencia, de mi relación con los demás y la naturaleza, por ejemplo.

No hay recetas preestablecidas ni caminos marcados de antemano: lo que tenemos es la posibilidad de ir recuperando nuestra humanidad y, al mismo tiempo, ir construyendo otra realidad social diferente, realmente humana, que no dependa del “tener” sino del “ser”.

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