Martes, marzo 19, 2024

Caravanas

Parece que los mexicanos descubrimos de un día a otro la migración centroamericana hacia Estados Unidos de Norteamérica. Fue el día que el éxodo decidió emprender caminatas multitudinarias, más de 17 mil personas –hasta ahora– decidieron salir de su precariedad, aunque paso a paso vayan acumulando más desventajas y precariedades.


Estos grupos salieron con la familia a cuestas, sostenidos sólo por las fuerzas de sus pies y manos y por la esperanza de encontrar una vida digna.

La fortaleza de los caminantes también se alimenta en el día a día por la ilusión de encontrar aquí o allá un recoveco que les regrese una pizca de dignidad y humanidad.

Ante ese andar, millones de mexicanos expusieron públicamente lo que por décadas habían tenido guardado y reproducían sólo en espacios privados, con la familia, los amigos, la gente de confianza. Hoy, no hay más motivos para gobernarse y callar, hoy millones de mexicanos asumieron que ya no es tiempo de ser diplomáticamente correctos, pues la “amenaza” lo amerita, es momento de gritar y exhibir la latencia de sus sentimientos y sentires xenófobos, raciclasistas, aporofóbicos y discriminatorios, aún sin meditar, ni un poco, que las condiciones sociales, políticas, económicas, sociodemográficas y étnicas de los centroamericanos no son disímbolas de nosotros los mexicanos.

Mas es importante destacar que años antes de este amanecer, los trashumantes centroamericanos –guatemaltecos, salvadoreños y hondureños– habían ya tomado los caminos hacia el norte, los campos, las veredas, las carreteras y las avenidas de las grandes urbes. La Bestia se convirtió en un furgón de ida y vuelta.

Ante esta migración cuasi invisibilizada emergieron múltiples albergues que a pesar de la austeridad alimentaria, precariedad material, marginalidad inmobiliaria y sobresaturación han acogido a las y los migrantes, les ofrecen comida, descanso y les retornan algo de la dignidad que les fue arrancada ante múltiples violencias padecidas por civiles y fuerzas armadas irregulares y oficiales.

Millones de mexicanos se han remitido a reproducir un discurso anclado en la perspectiva de seguridad interior norteamericana, pues los han llamado “delincuentes”, que las y los migrantes “son un problema para México” y que antes de “pensar en ayudar a los migrantes deben los gobiernos ocuparse en ayudar a los mexicanos”. Que los migrantes “quitarán los empleos”, que se trata de una “invasión”, que, de tratarlos bien, estamos propensos a que lleguen más, que son ingratos y mal agradecidos, porque no aceptan cierta comida, que desdeñan cierto tipo de galletas, como si migrar de manera irregular o indocumentada borrara automáticamente la dignidad humana y les redujera la capacidad del gusto, como si fueran sujetos sucios, una suciedad asociada a la pobreza extrema de la cual los mexicanos rehuimos día a día.

Definitivamente, la migración, en cualquiera de sus modalidades, es el reflejo de la crisis humanitaria del pasado y del presente, desde el éxodo bíblico hasta el día de ayer, pero no por ello deja de ser también un asunto político. Resulta importante además reflexionar sobre nuestra posición frente al otro, al extranjero, frente al otro que no es uno de nosotros, observar el cambio repentino si no en el modelo, sí en la cantidad de población movilizada.

Es paradigmático que previo a la elección interna en Estados Unidos, las caravanas activaron su andar, poco nos hemos cuestionado cómo se articuló la migración en masa desde sus lugares de origen, dónde se gestó la idea de migrar así, quiénes fueron los actores que encabezaron la organización o fue una reacción espontánea, sinergia colectiva ante la situación de pobreza extrema y violencia aguda y cotidiana.

En contraparte, en el discurso de los Estados Unidos cobró relevancia el tema de la seguridad nacional, la infiltración de agentes terroristas en las caravanas y la movilización militar en su frontera sur.


Mientras que en el contexto nacional mexicano, ha habido un esfuerzo gubernamental y civil por generar estrategias de recepción, solidaridad y atención, más es importante destacar que poco se ha cuestionado el papel de las caravanas en el sentido político nacional, que cada vez más se acerca a un conflicto social y a un conflicto político internacional en el que México se verá inmiscuido en los primeros días del mes de diciembre, cuando las caravanas arriben a la frontera norteamericana y la respuesta del vecino país seguro estará fuera de los márgenes de los derechos humanos.

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