Miércoles, abril 24, 2024

A sus 53 años de edad, Pedro Lozano volvió a nacer

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“Volví a nacer”, asegura a sus 53 años Pedro Lozano Martínez, quien hace casi un año estuvo a punto de perder la vida por una complicación en su apéndice y que se agudizó por la falta de atención oportuna en el Hospital General de Tlaxcala, perteneciente a la Secretaría de Salud (Sesa).

Y su afirmación no es para menos, pues durante 10 meses vivió con el intestino por fuera, que en términos médicos es una colostomía, la cual es un procedimiento quirúrgico en el que se saca un extremo del intestino grueso a través de una abertura (estoma) hecha en la pared abdominal. Las heces que se movilizan a través del intestino salen por el estoma hasta la bolsa adherida al abdomen.

Hoy, a pesar de que aún no cierra del todo la herida de la cirugía a la que fue expuesto, el originario de de Santa María Atlihuetzía, municipio de Yauhquemehcan, ya comienza a realizar sus actividades normales y aspira en próximos días a reintegrarse a su trabajo de policía bancario.

En entrevista con La Jornada de Oriente en la casa de su papá, ya fallecido, Pedro considera que este suceso le ha servido para refrendar su fe en dios, a quien agradece el haberle dado la fortaleza para sobrevivir, por lo que dice que su vida anterior ha quedado atrás y ahora estará enfocada a cuidar de su esposa, a sus cinco hijos y sus nietos.

Recuerda que fue en febrero de 2016 que acudió a revisión médica, pero solamente le dijeron que tenía una infección urinaria, por lo que lo dieron de alta, “pero después resultó que no era eso, sino que se me había reventado la apéndice y afectó al intestino delgado y el intestino grueso, la mayor parte”.

Ya con el dolor por el apéndice dañado, acudió al Hospital General de Tlaxcala, pero no lo atendieron porque era el cambio de turno y no había personal requerido, para cuando llegó este personal Pedro estaba prácticamente tirado en el suelo por el dolor insoportable.

“Cuando llegó el doctor dijo que requería ser operado, pero ahí no había cirujano y que tenía que irme para Apizaco. Les pedí una ambulancia, pero me dijeron que tampoco tenían, entonces le hablé a uno de mis yernos y fue quien me trasladó al Hospital Regional de Apizaco, donde estuve toda la noche, pero tampoco me hicieron nada, a pesar de que la doctora que me atendió confirmó que requería ser operado”.

Esta doctora se basó en el ultrasonido que le mostró Pedro que señalaba que su apéndice estaba a punto de reventar con el riesgo de que afectara su estómago completo, “pero toda la noche no me hicieron nada, solamente me dieron calmantes. Ya estaba listo para pasar al quirófano, pero cuando me di cuenta ya había amanecido y no me habían hecho nada”.

Para entonces, ya estaba vomitando constantemente y le colocaron una sonda, pero por el vómito muy intenso que tenía personal de ese nosocomio dijo que lo iban a trasladar al Hospital General de Tlaxcala para que le hicieran otro estudio.

“Les dije: si yo venía de allá, cómo iba a regresarme a Tlaxcala. Entonces mi familia optó por sacarme del Hospital Regional y trasladarme al Central de Apizaco”, donde finalmente fue operado por el cirujano Zamora Lomelí, quien le hizo la observación que si hubiera llegado dos horas tarde, habría fallecido.

A casi un año de esa experiencia, Pedro le agradece a dios el haberle dado la fortaleza para resistir el dolor y salir avante. “Le doy gracias a dios de estar en este mundo, porque mi ciclo todavía no se terminaba en la tierra. Estoy muy agradecido porque dios sí existe. Seguiré viviendo por mi esposa, por mis hijos y ahora por mis nietos”.

Considera que esa experiencia fue una prueba divina para medir su fe. “Nunca renegué de él,  al contrario, fue cuando lo alabé más”. Fue operado tres veces, en la segunda no volvió en sí. Por la cabeza de Pedro nunca pasó la idea de que pudiera morir, más bien siempre buscó saber el mal que lo aquejaba para atenderse y salir adelante.

Ahora la gente que lo conoce le pregunta qué se siente estar en esas condiciones críticas, a lo que responde que “la verdad, tú deseas vivir, ese amor que tú tienes por la vida es seguir adelante, pero nunca pensé en morir”.

Reconoce el respaldo que tuvo de su esposa Dórica en esos momentos, pues nunca dejó de alentarlo a salir adelante, así como de una de sus hijas de profesión enfermera, que dejó su trabajo para apoyarlo.

Pedro asienta que la fortaleza para salir delante de esta situación, además de la ayuda divina, fue el ejemplo que les dio su papá Julián Gonzalo Lozano García, quien en 1988 se cayó de una camioneta de 3 toneladas y se fracturó el fémur, lo que lo obligó a estar durante 40 días completos en una sola posición en una cama de tablas.

“Él anduvo con muletas, iba por sus tortillas, nunca dejó que le ayudáramos, porque decía que él podía solo y que además se iba a mal acostumbrar a que le hicieran sus cosas y después ya no podría hace nada, me voy a quedar con mis brazos cruzados; yo sé que sienten feo, pero el bien es para mí porque si no me van a convertir en un inútil, porque al rato ya no van a venir y quién va hacer mis cosas”.

Pedro espera reincoporarse a su trabajo de policía

De ahí –recuerda– “aprendí a que tenemos que ser fuertes, nos puso ese ejemplo. Hay que dominar la mente, pues conozco muchos compañeros que por un dolor se caen”.

Agradece también al ex gobernador Mariano González Zarur, pues recuerda que cuando estuvo en el hospital donde lo operaron, acudió una persona para apoyarlo y finalmente, gracias a un convenio que existe entre el gobierno del estado y el nosocomio, solamente pagó el 25 por ciento del costo de la cirugía.

No obstante la mala atención que sufrió en el hospital de la Secretaría de Salud (Sesa), Pedro asegura no tener ningún resentimiento, pues agradece el hecho de estar vivo a pesar de todo.

El 29 de noviembre le reconectaron el colon a Pedro y el 5 de diciembre pasado lo dieron de alta. “El doctor me dijo que debo caminar mucho diario y estoy siguiendo las indicaciones al pie de la letra, de lo contrario después vamos a echarle la culpa al doctor. Dieta blanda, verdura, pan tostado, nada de tortillas”.

–¿Come carne?–, se le pregunta.

–Tampoco, no extraño, porque nosotros somos vegetarianos; carne solo cuando hay, dice entre risas.

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