La marcha del 20 de noviembre en el DF, 23 estados del país y 63 ciudades del extranjero por la aparición de los 43 normalistas, dejó varias lecciones para el presente y el futuro del país.
Una, la revolución mexicana está muerta, algo que ya habían señalado Daniel Cossío Villegas, José Revueltas y Jesús Reyes Heroles desde ópticas diferentes. Pero lo más patético fue que el general secretario del ejército, Salvador Cienfuegos, dijera, algo insólito: yo no suspendí el desfile de las fuerzas armadas. Lo que lleva a la conclusión que el autor fue Enrique Peña Nieto.
Dos, que la movilización de decenas de miles fuera al Zócalo capitalino pidiendo muchas cuestiones, pero una especialmente: “Vivos se los llevaron; vivos los queremos”, lo cual es un recuerdo de la consigna de las madres que hace cuarenta años buscan a sus hijos sin poderlos encontrar, lo que muestra que el estado de derecho es una utopía en nuestro país.
Tres, que dos contingentes de niños marcharan junto con sus madres, luego de elaborar sus pancartas, algo que da idea que lo importante ahora es el futuro y no las explicaciones banales de funcionarios que se enojan y creen que nadie puede cuestionarlos, pues ellos, herederos de la revolufia, consideran que los carros de lujos y las mansiones de oro son parte de la ganancia a la que tienen derecho, no obstante que sean obtenidas mediante la corrupción.
Cuatro, que mexicanos en el exterior desde braceros o migrantes hasta doctores en física o astronomía estén dispuestos a jugarse su beca o su comodidad no por más o menos pesos, sino para hacer una nación decente, la nuestra, a donde quieren regresar para contribuir, en serio, al sueño mexicano.
Quinto, que varios medios ya no se pintan tricolor, sino con ideas libertarias, de justicia, de amplitud de miras.
20 de noviembre, una fecha significativa a pesar de las provocaciones gubernamentales.
@jamelendez44