Cualquier referencia con la palabra influenza me lleva a recuerdos maravillosos de mi maestro Antonio Cruz López (1938–2017), quien siempre mencionó que la efectividad de la vacunación contra esta enfermedad estaba en entredicho, pues la muy alta frecuencia de mutaciones de este virus ejerce una protección efectiva contra el microbio que circuló en el pasado, pero no la despliega ante la nueva cepa que se propaga en el presente. Muchas horas de discusiones particularmente aleccionadoras se generaron ante estos tópicos, con su postura como microbiólogo, parasitólogo, profesor, maestro en salud pública y la mía, como epidemiólogo. Ahora lamentablemente el querido Dr. Cruz ya no se encuentra y he de expresar mi posición y mi inclinación en un momento en el que existe una especie de movimiento “antivacunación” poco reconocido y una postura preocupada por parte del Sistema Nacional de Salud (Ssa) que invita a la vacunación intensiva.
También percibo que algunas enfermedades han perdido su estacionalidad, es decir que si bien podíamos haber predicho en el pasado ciertos problemas de salud dependiendo de determinadas temporadas, ahora el panorama epidemiológico ha cambiado y debemos ser particularmente cuidadosos al emitir juicios y brindar recomendaciones.
Corría el año de 1985 cuando Gabriel García Márquez (1927–2014) publicó su novela El amor en los tiempos del cólera, como si esta enfermedad, que era prevalente a principios del siglo pasado, ya estuviese en el olvido y sin imaginar que para 1991, volvería a aparecer en América. A la fecha, son aproximadamente 100 los países afectados dentro de los que se encuentra México. Del mismo modo, médicamente nos referimos en el pasado a la influenza como una enfermedad medieval y de principios del siglo pasado, sin imaginar estos tiempos en los que, a pesar de la tecnología, la debemos de enfrentar con sus tasas de mortalidad y con su impacto en la salud pública que se puede calificar de gravedad, pues el mínimo descuido puede desencadenar un número importante de casos cuya resultante puede dar lugar a un número importante de fallecimientos.
Está demostrado que si bien la vacunación no se refleja en la interrupción de la transmisión, en efecto disminuye el peligro de complicaciones y de muertes en aquellos individuos ubicados en los grupos de riesgo. Por lo tanto, no se trata de una vacuna de aplicación universal, sino para aquellas personas mayores de 60 años, niños menores de cinco años, personas con obesidad mórbida, diabéticos descompensados, cancerosos en tratamiento, personas afectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), enfermos crónicos con padecimientos pulmonares, cardiacos o renales, personal médico y mujeres embarazadas.
Por supuesto con esto expreso mi firme postura, recomendando la vacunación en estos individuos de riesgo. El virus que cada año desarrolla nuevas diferencias (actualmente se clasifica en los grupos A, B y C con 135 combinaciones), no deja de ser potencialmente mortal cuando se trata de cepas particularmente virulentas. A este respecto, sabemos de casos por el Virus Influenza A (H1N1) que no solamente son actuales sino que se distribuyen en varias zonas geográficas y que poseen gran riesgo de infección.
En días recientes se han presentado reportes hospitalarios de casos graves en México debido al virus A (H1N1), y si bien no debemos caer en pánico, sí debemos reconocer que este es un problema latente que debe de llamar la atención para que estemos alertas, siguiendo todas las recomendaciones de la Secretaría de Salud.
En estos meses se van a incrementar los casos de enfermedad respiratoria. La automedicación cuando se generan malestares por catarros banales no se puede criticar hablando en términos de antigripales comunes; sin embargo, ante un cuadro respiratorio de carácter grave, constituye más que una regla, algo fundamental, el buscar atención médica, no solamente para definir el diagnóstico sino para establecer el tratamiento correcto.
Muchos mitos se han creado alrededor de las vacunas. Para romper con estos vicios, vale la pena revisar la página electrónica vacunación.org, que no solamente es una fuente de revisión que no tiene fines de lucro, sino que también ofrece información de la más alta calidad, en un lenguaje bastante comprensible.
Por lo pronto y sin los ahora de moda conflictos de interés, he de comunicar que yo ya me vacuné y así lo continuaré haciendo, pues prefiero padecer una enfermedad respiratoria banal y no una neumonía por influenza, que potencialmente puede ser mortal.