Jueves, marzo 28, 2024

Toros de regalo / I

Destacamos

Tan bien que íbamos con el tema y, de repente, piñata de reses de obsequio. Casi como en los tiempos aciagos de la mancuerna Alemán–Herrerías. Ya son seis en 12 corridas. Y como se trata de festejos de larguísima duración –otra herencia envenenada–, muchos de los escasos espectadores, acuciados por el frío, la inseguridad citadina y la convicción de que no han de perderse de nada importante, abandonan el coso y dejan los regalos a su suerte y la de Sebastián Castella, que va a toro por viaje. Pero no está solo, pues El Conde, Fabián Barba, Calita y El Payo le hicieron segunda. Y eso que las estadísticas hablan de pocos triunfos en dicha instancia, actualmente y a través de la historia. Vean si no.

En El Toreo 

En el coso de la Condesa el pilón astado constituía rarísimo suceso, aunque derivó en unas cuantas hazañas: Rodolfo Gaona, en su tarde de adiós, regaló al berrendo “Azucarero” de San Diego de los Padres para inmortalizarlo: no solo fue el último de su vida, sino que le cuajó una de sus faenas más bellas y completas, 30 o 40 muletazos de 24 kilates en una época en que con una docena y una buena estocada bastaba para triunfar. Por cierto que el Califa lo pinchó y no hubo apéndices, pero sí un interminable paseo en hombros hasta las puertas de su hogar (12.04.25). Entonces no existía la costumbre de dar apéndices simbólicos a la “trayectoria”. Esa misma temporada ya había recurrido Rodolfo al obsequio de un Zotoluca, “Revenido II”, al que le cortó el rabo (11.01.25). Aficionados antiguos recordarían que el sevillano Antonio Fuentes, como cosa excepcional, había regalado un séptimo toro para cerrar triunfal encerrona en la vieja Plaza México (25.02.1900). Años después del adiós de Rodolfo, Pepe Ortiz, otro artista insigne, liquidaba una racha adversa desorejando a “Sardinero” de San Mateo (15.01.33). Y dos españoles, Antonio Márquez –la tarde de la cornada de “Michín” a Carmelo Pérez– y Domingo Ortega –en abierta pugna con la Porra– habían recurrido al obsequio: el madrileño alzó el rabo de “Polvorilla” (17.11.29), el de Borox se esforzó en vano ante un piedranegrino (30.12.34). A poco de eso, el duelo Balderas–Garza se había alargado en dos bovinos con resultados contrastantes: Alberto triunfó con “Mensajero” de San Mateo y para Lorenzo hubo cojiniza (23.02.36). Dos más regalaría Balderas: desorejó al sanmateíno “Solitario” (15.03.36) y “Murciano”, de Torreón de Cañas, le pegó una cornada (12.02.39).

Hubo, eso sí, una temporada anómala en que proliferaron los obsequios. Fue en 1941–42. Los ases –Armilla, Garza, El Soldado, y no se diga Pepe Ortiz, que ya toreaba poco– dieron inusuales muestras de fatiga, y la segunda fila, salvo Carlitos Arruza, no avanzaba. Ante los resultados negativos El Soldado obsequió dos veces, a cambio de la oreja de “Cuadrillero” de San Mateo (01.02.42). Como Arruza mismo para desorejar a uno de La Laguna (23.11.41) y a otro de Santín (18.01.42). También buscaron reivindicación más  allá de su lote normal Pepe Ortiz (22.02.42), Chucho Solórzano y Paco Gorráez, éstos luego de sudar en serio ante un tremendo encierro portugués de Palha (01.03.42). Y cuando la temporada se prolongó en una corta serie de corridas económicas, Andrés Blando también regaló, sin ningún fruto (12.04.42). Garza había conseguido su única oreja del ciclo de “Churrito” de Torrecilla, séptimo de un fallido vis a vis con Luis Castro (14.12.41).

Hay un caso en que el toro de obsequio es sobradamente válido –el reglamento de Madrid solo ante tal situación lo autoriza–, y se da si un solitario espada despachó antes todo el encierro anunciado. Armillita se tomó esa libertad por única vez en su trayectoria de 157 tardes en cosos de la capital luego de lidiar con su maestría habitual un durísimo lote de San Mateo –una oreja y una vuelta al ruedo habían sido su balance–, y le sirvió para cortarle el rabo al pastueño “Paracaidista” de La Laguna (20.02.44). La misma temporada El Soldado había alzado el rabo a otro obsequio –“Rayito”, de San Mateo, como culminación de la famosa corrida de los tres luises: 26.12.43–, uno de los cuales, Briones, regaló uno de San Diego la tarde de su confirmación de alternativa (19.12.43). Luis Castro reincidiría al año siguiente, cuando el sanmateíno “Famoso”, de nobleza y bravura legendarias, le permitió firmar la faena de su vida (07.01.45), con lo que el de Mixcoac acabaría por ser quien más toros de regalo mató en la Condesa (5). Si hacemos cuentas, resulta que en sus 40 años de vida, El Toreo solo vio una treintena de obsequios.

El Toreo II 

Vamos a Naucalpan de Juárez, al Toreo de Cuatro Caminos. Allí la palma se la lleva Alfredo Leal con media docena, de los cuales cuatro en vano y un par con resultados felices –orejas y rabo de “Carpintero” de Pastejé (03.03.63) y orejas de uno de Soltepec demasiado chico (15.12.63)–. En la temporada de estreno del coso –1947–48– habían regalado sin fruto Silverio, Garza y Arruza; en la 1953–54 Fermín Rivera (20.12.53: oreja de “Bonito” de Tequisquiapan), Antonio Velázquez (27.12.53: las dos de un Rancho Seco que lo hirió) y Manolo Vázquez (03.01.54: el rabo de un cárdeno de Coaxamalucan). De ahí saltamos a 1958 para encontrarnos con cinco obsequios a cargo de Rodríguez, Velázquez, José Huerta, El Ranchero y David Liceaga: el Volcán hidrocálido desorejó a “Engañoso” de La Laguna (02.02.58) y Antonio Corazón de León al piedranegrino “Juguetito” (09.02.58). Al año siguiente, Procuna triunfaba fuerte con “Jarrito”, séptimo de Torrecilla, tarde en que también se puso espléndido, sin resultados, Gabriel España (05.04.59) y por dos veces esa temporada El Calesero: si primero pinchó excelente faena con un dije de Cabrera (15.03.59), su segunda se dio bajo circunstancias muy especiales. Véase por qué.

Hasta poco antes del maratón de los Alemán en la México, el obsequiante se hacía cargo tanto del costo del toro extra como de los emolumentos de su cuadrilla, que estaba por completo a cargo de la lidia, pues lo demás elementos del cartel –matadores incluidos–se tapaban. El 27 de abril de 1959, al verse superado en su mano a mano con Procuna, Alfonso Ramírez decidió regalar uno de Peñuelas, pero ya con el toro en la arena, se encontró con que su cuadrilla no lo respaldaría si no apoquinaba antes el extra proporcional de sus honorarios –parece que el Calesa acumulaba ya varios adeudos–; solo en el ruedo, el de Aguascalientes se hizo cargo de la lidia oficiando incluso de picador. No logró triunfar, mas el curioso sucedido aún se recuerda. Como se recordará, pero por inolvidable, el faenón de Paco Camino con “Catrín” de Pastejé –una oreja luego de pincharlo dos veces–la noche de una fallida Oreja de Oro, que se declaró desierta (27.03.63) y en la que Juan Silveti también regaló un sobrero, como lo había hecho y dos semanas antes y como hiciera Antonio del Olivar unos días después, sin mayor gloria.

Al presentarse en México en 1963–64, el Cordobés no se contrató con la México sino, precautoriamente, con El Toreo. Y una vez allí dio en regalar casi compulsivamente: hasta tres astados de más despachó en su campaña y no paró hasta desorejar al tercero, “Regalito” de Ernesto Cuevas (08.02.64). Ese año, el albaceteño Pedrés había cambiado una oreja de mérito macizo por la cornada penetrante de vientre que le infligió un marrajo de obsequio de Santo Domingo (05.02.64). Y en la feria de otoño del mismo año regalaron sendos toros Camino, Silveti y Rangel, sin suerte. Como pasaría en 1966 con los hermanos César y Curro Girón, el primero de ellos la tarde de su falsa despedida (20.03.66). Volvió a haber feria en 1968 y hasta cuatro obsequios en ella, por cuenta de los hispanos Miguel Márquez y Palomo Linares y los mexicanos Joselito Huerta y Curro Rivera. Palomo cobró pueblerino apéndice de una menudencia de Cabrera la misma tarde en que “Pablito”, de Reyes Huerta, hirió gravísimamente al León de Tetela (30.11.68).

Cuando se reabrió El Toreo, Joselito Arroyo incurrió en par de obsequios, con la oreja de un teofileño como premio (29.10.95); una le cortó Vicente Barrera al de Marco Garfias que regaló (26.11.94), y ninguna le redituó el gasto a Alejandro Silveti. Era el burel de obsequio número 48, el último en la intermitente vida del Toreo de Cuatro Caminos.

Conclusión 

A reserva de aplicar el mismo método para revisar el historial de los toros obsequiados en la Plaza México, salta a la vista que la moda maratónica desatada a partir de 1993 contrasta con la austeridad habida en tiempos del viejo Toreo de la Condesa. Es verdad que cuando el añorado coso se reinstaló en Cuatro Caminos, al margen del reglamento del DF y las estrictas costumbres capitalinas, la misma relajación dio margen a cierta esplendidez por parte de diestros y autoridades. Pero, en resumen, las faenas realmente memorables derivadas de toros de regalo son bien escasas. A ojo, las limitaría al “Azucarero” de Gaona, el “Rayito” y el “Famoso” de El Soldado, Armilla con “Paracaidista” y, ya en Cuatro Caminos, Manolo Vázquez con el coaxamaluca, Luis Procuna con “Jarrito” y Paco Camino con “Catrín”.

Como para darles la razón a quienes actualmente se ausentan de la plaza ahuyentados por el solo anuncio de bichos de regalo. Aunque en esto influyan además otros factores.

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