Lloraba, no podía creer lo que había pasado… Expuso al aire, al vacío, a la nada, a nadie en particular y al todo en general, aunque yo era la única presente, eclipsada por ella misma: “Te llaman de un número de Puebla, te dicen que te regalarán puntitos de tu tarjeta de crédito y te dan una clave. Sabes que no va a ser gratis, pero los puntitos siempre son bienvenidos, aun cuando cada vez cuestan menos en pesos…”
Continuó su monólogo, que parecía confesión de parte, o bien una plegaria para interpelar ayuda o redención sagrada: “Soy tonta, muy tonta. No pensé que fuera una trampa. Te citan en un buen hotel, te hablan como si te conocieran, y tú vas por los puntitos, solo por los puntitos…
“Llegué al salón del hotel en el lobby, nunca piensas que un hotel tan bonito y serio podría prestarse para este tipo de tranzas. En la entrada una joven me trató muy amable, me hizo esperar mi turno en un espacio adjunto al salón donde te meten. Ves a persona que también han sido citadas, no conoces a nadie pero te llaman por tu nombre. Y pasas como cuando vas a análisis clínicos; y sí, te confiesan, te zarandean las venas, te las pican y te chupan toda la sangre que pueden. Te niegas ante sus manipulaciones pero al final te sientes inerme.
“En una hoja en blanco te escriben un plan, y te van sacando información, solo con que contestes un sí o no, ya saben para dónde ir. Y te preguntas si el hotel sabe qué hacen los que les rentan el salón. Pero sigues ahí para saber a qué hora te dicen que te van a dar los puntitos y por qué.
“Algo supieron de mí, además de la información que ya tenían. ¿Cómo consiguen los datos de tus bancos?, ¿quién les pasa la información de tus créditos, el manejo de tus cuentas? Y te da curiosidad y les preguntas, y te dicen que es porque compraste algo a meses sin intereses, o pagaste con tu tarjeta en no–sé–qué–tienda, en fin, jóvenes adiestrados para vender lo que dicen llamarse tiempo compartido en ciertas cadenas de hoteles y servicio de aerolíneas en todo el mundo.
“A pesar de que tengas prisa, te estén esperando tus familiares abajo, no cuentes con crédito ni tarjetas disponibles, te manejan, te envuelven, te engañan, te traicionan, te mienten, exageran, tergiversan la información… tienen un acto muy bien montado. ¿Y el hotel donde se lleva a cabo este fraude, sabe o no cómo se manejan estas agencias que venden tiempos compartidos en cadenas de hoteles, exponiendo una total falta de ética que embarra a sus firmas por la manera en que captan a su clientela? Deben saber… o alguien tiene que decirles…”.
Guardó silencio. No me miraba; se miraba a sí misma desde dentro y en ningún momento su vista se posó en algún objeto exterior y menos en mí. Abstraída totalmente del mundo físico, ya no emitió sonido alguno. Su llanto, terminó… Nunca supe qué había pasado en su interior ni qué respuesta había encontrado en ese monólogo absorto como un ritual verbal.