Te imagino, mar,
un cofre de sorpresas
al que me hallo indeciso de abrir y descubrirlas.
Imagino que alguna noche
me levantas como barco hundido y olvidado,
para que bogue como un fantasma
blanqueado por tu espuma y por tus sales.
Mas con imaginarte, mar,
no logro conmoverte,
sigo mirando sin hundirme,
ni siquiera humedezco en tus orillas mis antojos.
Soy para ti un albatros
que te sigue y sigue por el mundo,
encantado por tu oleaje
y el reflejo de mis alas desplegadas en mil versos.
Es el beso y el abrazo que no damos:
se ahogan los deseos demorados.
Quizás una noche
o una plateada tarde entre tus aguas
admita que me hunda a conocerte, mar,
baúl de piratas y náufragos,
brebaje inmenso inventado por la alquimia.