Para la columna de hoy, les ruego me acepten siete párrafos misceláneos, que deseo les resulten de interés. Son los siguientes: 1) Se encuentra en cartelera una película sueca muy divertida: ¡Somos lo mejor!, de Lukas Moodysson. Si puede, no se la pierda; tiene que ver con unas adolescentes de los 80s que, de la nada, deciden formar una banda punk nomás por quitarse el aburrimiento. Lástima que no sepan tocar instrumento alguno. No es cine tipo Bergman, está claro; pero… ¿cuánto hace que no vemos una película llegada de Estocolmo? 2) Viendo a la talentosa Sally Field como la tía May en El sorprendente Hombre Araña 2: la amenaza de Electro, uno se acuerda de que también ha hecho de esposa de Abraham Lincoln y de madre de Forrest Gump. ¿Qué se sentirá ser “familia” de pura personalidad?
3) Venturosamente alcanzó segunda semana de exhibición en Puebla Balada de un hombre común, de los hermanos Coen. Tomando en cuenta que en la cartelera compite ante tipos como Noé el del arca, el Capitán América, Spiderman y hasta el mismísimo Hijo de Dios, si alcanza una tercera semana habrá que re–nombrar al film, con admiración, Balada de un hombre poco común. 4) Hace tres semanas hablé bien en este espacio de Los insólitos peces–gato, de la veracruzana Claudia Sainte–Luce. Ese comentario se confirma con la reciente y merecida nominación de la cinta a siete Arieles. La película aún exhibe entre nosotros, aunque ya en menos conjuntos. Sean sus nominaciones al Ariel un motivo más para correr a verla. 5) En plenos días premundialistas, siendo Brasil la nación anfitriona, se impone “ambientarnos” algo más con la sede, a través de una muestra de su cine. Aquí enlisto una decena de films brasileños que vale la pena conocer, y en algunos casos, incluso atesorar. El orden es sólo alfabético: Amarillo mango, Bus 174, Carandiru, Ciudad de Dios, Detrás del sol, Doña Flor y sus dos maridos, Estación Central, Orfeo, Pixote y Tierra en trance. Ahora bien, si lo que se busca es algo relacionado con el brasileño y su pasión por el futbol, el documental Ginga parece la mejor opción.
6) A propósito del adjetivo/estigma de ser “infilmable”, alguna vez Gabriel García Márquez dijo en torno a esto: “Trabajando para el cine tomé conciencia de que las posibilidades de la novela son ilimitadas. Escribí Cien años de soledad con soluciones totalmente literarias; así que es, si se quiere, las antípodas del cine”. Sin embargo, tres son las películas que parecen convocar convincentemente el universo creativo del escritor: En este pueblo no hay ladrones (65), de Alberto Isaac; Tiempo de morir (85), de Jorge Alí Triana, y Milagro en Roma (89), de Lisandro Duque (con quien tuve la suerte de compartir, en 1995, el Encuentro Iberoamericano por los Cien Años del Cine, en la Universidad de Lima, en el Perú). Que en paz descanse –pero que nunca nos deje en paz– el entrañable narrador de Aracataca. 7) Y siguiendo con el Gabo, ¿de qué trata, por ejemplo, Milagro en Roma? Procede de “La Santa”, una de las historias publicadas en Doce cuentos peregrinos; empieza en Colombia, para continuar en Roma. El cuerpo de una pequeña, fallecida 11 años atrás, es exhumado a fin de trasladarlo a otra sepultura. En el proceso, el padre de la niña descubre a ese cuerpo totalmente lozano e incorrupto, por lo cual, con plata donada por sus vecinos, viaja a Roma (cargando con la irrefutable prueba) para buscar que su hija sea declarada la primera Santa colombiana. A partir de su empeño e ilusión –a demostrarse estériles a lo largo de varios años– el tipo vivirá en carne propia los insondables vericuetos y “burocracias” del Vaticano y de la iglesia toda. ¿Así o más garcíamarquiano? La revista People encontró a la película de Lisandro Duque “vívida, pero ensoñadora; simple, pero encantadora”. ¡Felices Pascuas!