En la escuela, las conversaciones sobre cuestiones de política se hacen más frecuentes cada día –cuando se puede– y eso, que conste, casi todas las maestras y todos los maestros, expresan estar hartos de las mentiras, corruptelas, abusos de poder, reformas estructurales y de otras tantas linduras que no se expresarían en unas cuantas palabras, cuestiones que con algunos matices, permean a los salones de clase. Coincidentes, señalan ser apolíticos, –aunque algunas y algunos expresan tener una opinión favorable de las y los compañeros de la CNTE–, sobre todo cuando se oponen a la pérdida de los derechos laborales del profesorado y en contra de la “mal llamada reforma educativa”, aún cuando no todas y todos compartan sus métodos y lamentan, haberse privado del sindicato y no tener quién les defienda de los abusos de las autoridades educativas. Empero, cada día son más quienes entre el personal docente, conversan y opinan sobre las plataformas que, en materia educativa, presentarían quienes aspiren a ocupar el lugar que pronto dejará vacante Enrique Peña Nieto.
Tres cuestiones destacan en esa materia en los últimos días, que algunos compañeros y compañeras nos comprometimos a escuchar y a leer. Un audio con la voz de Andrés Manuel López Obrador que “circula en redes” fijando una postura sobre la reforma educativa; el discurso pronunciado por Laura Esquivel “durante la presentación del Plan de Desarrollo 2018–2024, en el IV Congreso Extraordinario de Morena” celebrado en el Auditorio Nacional y el texto de la Jornada, escrito por Laura Poy Solano que reseña un informe de la Unesco (goo.gl/GDUZQx) cabeceada como “injusto, culpar a los docentes de los fallos educativos, señala la Unesco.”
López Obrador fija posturas en el audio en cuestión. Señala que habrá una verdadera reforma educativa, pero que se pactará con maestros y padres de familia; insiste en que no habrá imposición. Señalaría que “los mequetrefes” le hicieron mucho daño a los docentes a través de una campaña de desprestigio para imponer a la mal llamada reforma educativa. Recuerda que “antes nos enseñaban a respetar a los maestros; lo que sabemos se lo debemos a ellos” y puntualiza: “vamos a mejorar la calidad de la enseñanza pero de acuerdo con los maestros, porque lo que han hecho es pura demagogia, quien transmite el conocimiento en el aula es el maestro.” Acota “si no hay acuerdo con los maestros no se logra nada, por eso (la emprendida por Peña Nieto), no es una reforma educativa, ni siquiera una laboral, es un mecanismo, un instrumento de sometimiento al magisterio, además con mucha carga ideológica, no para que funcione acá, en México, sino para quedar bien con los organismos financieros internaciones que desde hace años vienen imponiendo la agenda a todos estos gobiernos títeres que tenemos en el país. Desde hace tiempo la agenda la dictan allá.”
Las palabras que dicta Laura Esquivel sintetizan de alguna manera las 20 páginas dedicadas al rubro “Educación, Ciencia y Valores” en el Proyecto de Nación 2018–2024. Sin definir estrictamente el término, Laura alude a la cultura y al arte como una forma de transmitir valores sociales. Enfatiza que educación y cultura “caminan” de la mano y que las manifestaciones culturales, representan “la forma de vida de un pueblo” y serían, “un recordatorio de nuestra identidad”. De forma tajante, critica sin mencionarlos por su nombre, que la sociedad, el gobierno, maestras y maestros, padres y madres de familia, hayan permitido “que la televisión se convierta en la maestra emocional de futuras generaciones. Vincula al crimen organizado con una política de contratación de egresados de universidades avaladas por las grandes corporaciones, empresas que “dejan fuera a los que cursaron sus estudios en universidades públicas, dejando abierta la puerta para que el crimen organizado trate de reclutar a los rechazados.” De acuerdo a Laura, esta situación se podría evitar generando “una auténtica revolución educativa orientada, a mejorar la calidad de la enseñanza y a garantizar que nadie, por falta de espacios, de maestros, o de recursos económicos se quede sin estudio”. Para lograrlo plantea 5 rubros mediante los que pretenderían lograrlo:
1) Persistiría en limitar la laicidad a la educación a la “que ofrezca el Estado”, establecida en la Ley General de Educación mediante una reforma zedillista que va en contrasentido de lo establecido en la fracción I del Artículo 3 de la Constitución, a pesar de que el proyecto plantea cambiar “la orientación de la educación pública para restituir los principios constitucionales” (pag.387). Le da además la connotación de nacional y gratuita; 2) bajo el lema “becarios si, sicarios lo” ofrecería becas a todos los estudiantes del “nivel medio superior”, que aún no votan, pero sus familiares si; 3 y 4) eliminaría los exámenes de admisión de las instituciones de educación superior, para que ingresaran todos los que quisieran, sin señalar cómo ampliarían el cupo y con que recursos humanos y de infraestructura los atenderían. 5) alfabetizarían a los 4 millones 500 mil que no saben leer y escribir, en un plazo de seis años en los que ejercieran la titularidad de la administración pública.
Sin embargo, da escozor. Muchos de los concepto de Nuño, criticados por maestros y maestras, como por ejemplo los de calidad de la educación, educación para la libertad y la creatividad (pag. 389), lo mismo que el concepto socioemocional, estándares de calidad, reaparecen en este proyecto y algunos como el bien común, tienen connotaciones del uso de una jerga panista. Mención por separado merece el rubro destinado al otorgamiento de Autonomía a las instituciones de educación superior que cumplan con ciertos estándares de calidad (pag. 395) y la ausencia de la mensión que tendra con las organizaciones que representan –real o formaslmente– los intereses del personal docente de escuelas públicas. Todo sea por ganar votos.