Soslayar es un verbo muy complejo, pues tiene varios significados; aunque en este momento, lo relaciono con el hecho de no prestar atención a algo o bien, hacer mínima su influencia e importancia.
Este es un claro fenómeno que sufrió una extraordinaria mujer inglesa que se llamó Rosalind Elsie Franklin (1920–1958), cuyo aniversario se conmemora este día. Nació en Londres, Inglaterra, en el seno de una familia judía acomodada. Como desde pequeña mostró habilidades y aptitudes sobresalientes en la comprensión de las matemáticas, además de tener una especie de don para aprender idiomas, desde joven supo que debía dedicar su vida a la investigación científica después de haber presenciado una conferencia del sabio alemán Albert Einstein (1979–1955).
El área de estudio que eligió fue la Química, postura que no fue del agrado de su padre quien en una actitud que no se comprende, no deseaba que su hija se dedicara a la ciencia, en una incongruencia personal pues expresaba que la educación es un valor fundamental en la vida de los seres humanos. El caso es que logró matricularse en la prestigiada Universidad de Cambridge, terminando sus estudios en 1941. Cuatro años después, en la misma Universidad, logró un doctorado haciendo estudios en la estructura microscópica del grafito y el carbón. Gracias a esto, consiguió hacer una estancia en el Laboratoire de Services Chimiques de L’Etat, en Paris, Francia, que duró tres años y en donde pudo estudiar la aplicación de las técnicas de difracción de rayos X en sustancias sin formas definidas como proteínas y estudiando el efecto de estos rayos sobre los cristales (cristalografía).
Con estos conocimientos en 1951 se regresó a Inglaterra como investigadora en un laboratorio que dirigía Sir John Turton Randall (1905–1984) en la Universidad de Cambridge que se encontraba en plenitud de desarrollo científico. Pero tuvo la desgracia de cruzarse con Maurice Hugh Frederick Wilkins (1916–2004) que había sido el primero en reconocer los ácidos nucleicos (elementos que forman la base de la vida) y que en una postura misógina y egoísta, no podía tolerar la competencia, que es justo decir, claramente estaba representada por la brillante señorita Franklin.
Wilkins había trabajado en la forma deshidratada de la molécula de Ácido Desoxirribonucleico (ADN), que siendo bombardeada por rayos X no ofrecía pruebas estructurales que evidenciaran su forma de hélice.
Por su parte, la ya doctora Rosalind Franklin, con una intuición sorprendente, hidrató el Ácido Desoxirribonucleico, y utilizando una serie de fórmulas matemáticas muy laboriosas (fórmulas de Patterson), tomó una gran cantidad de fotografías, logrando descifrar la estructura helicoidal, destruyendo los argumentos de todos los investigadores en el laboratorio, con una fotografía famosa llamada Foto 51.
Pero en una acción cobarde y traicionera, el investigador Maurice Wilkins, sin que Rosalind Franklin lo supiera, le mostró todo el trabajo al biólogo estadounidense James Dewey Watson (1928), quien con esta valiosa información, y sabiendo que el estudio de la doctora Rosalind Franklin no se había publicado, planteó la estructura molecular del ADN como una doble hélice y así, junto con el físico británico Francis Harry Compton Crick (1916–2004), obtuvo un reconocimiento mundial y sin mencionar los trabajos anteriores les dieron el Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1962.
Olvidada de la historia por las actitudes despectivas de otros científicos, sin el merecido reconocimiento por su trabajo, tolerando los talantes misóginos de la época y sobreponiéndose a todo tipo de calificativos, sorprendentemente siguió trabajando en otras áreas como la virología, tal vez en un intento de Wilkins de alejarla en el área de estudio del ADN.
Pero a los 37 años de edad, debido a las grandes cantidades de radiaciones a las que fue expuesta por sus investigaciones de cristalografía en el ADN, falleció en Londres por un tumor canceroso de origen ovárico, el 16 de abril de 1958. Su historia es lamentable y refleja las dificultades que deben enfrentar las mujeres para salir adelante. Sin embargo, vale la pena mencionar lo que expresó en una carta dirigida a su padre y en la que manifiesta su punto de vista del conocimiento científico: “La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas. Para mí la ciencia da una explicación parcial de la vida. Tal como es, se basa en los hechos, la experiencia y los experimentos… Estoy de acuerdo en que la fe es fundamental para tener éxito en la vida, pero no acepto tu definición de fe, la creencia de que hay vida tras la muerte. En mi opinión, lo único que necesita la fe es el convencimiento de que esforzándonos en hacer lo mejor que podemos nos acercaremos al éxito y que el éxito de nuestros propósitos, la mejora de la humanidad de hoy y del futuro, vale la pena conseguirse”.
Este día es fundamental hacer del conocimiento público lo que siento como una injusticia del estadounidense James Dewey Watson, quien independientemente de que en efecto trabajó intensamente en los ácidos nucleicos que forman el Ácido Desoxirribonucleico, no es el pilar que sustenta este hecho, que en la actualidad forma parte determinante de la genética y todo lo que se relaciona y conocemos de esta.
Ejemplo de nobleza, coraje, paciencia e inteligencia, debemos reconocer en Rosalind Elsie Franklin a la mujer sabia, que por un hecho insólito y despreciable, nunca supo, por su muerte prematura, del alcance de su obra para beneficio de toda la humanidad.