Viernes, abril 19, 2024

Relámpagos de la memoria

Destacamos

Julio y agosto fueron siempre meses propicio para los toreros mexicanos que hacían temporada en España. Cuántas tardes de gloria para ellos en Pamplona, Valencia, San Sebastián, Bilbao, Barcelona e incluso Madrid, que en verano programa más bien novilladas, como la que antenoche toreó, al presentarse en Las Ventas, el prometedor aguascalentense José María Pastor, hijo de César, aquel magnífico torero en la misma línea clásica que aspira a continuar su heredero (aviso y palmas en ambos, ninguno propicio al lucimiento).

Obviando la inconformidad de siempre ante la escasez de oportunidades para nuestros toreros en cosos hispanos –y eso que se suponía que con Simón Casas al frente de la empresa era inminente la internacionalización de su cartelería venteña–, trataré, más bien, de recordar lo mucho bueno en que esta memoria histórica abunda.

 

Armilla. Un 2 de agosto, última corrida de la feria de San Jaime de 1934, Fermín Espinosa Saucedo inmortalizó en Valencia a un imponente colorao–salpicao de Miura llamado “Cortijano”, primero de la corrida en que alternaba con otro mexicano –el moreliano Jesús Solórzano– y con Domingo Ortega, número uno de España. La lidia y faena del salinero, que impresionó desde su salida por presencia y pitones, sería seguida con suma atención desde el palco donde, al lado del cronista Federico M. Alcázar, relator del suceso, presenciaban con asombro la hazaña de Fermín tres leyendas de otros tiempos de la talla de Rafael Guerra “Guerrita”, Antonio Fuentes y Ricardo Torres “Bombita”, que tanto mandaron en el toreo de finales del siglo XIX –El Guerra–, y principios del XX, Fuentes y Ricardo. Una placa alusiva conmemora en los muros del coso levantino aquella hazaña de Fermín, dominador absoluto de un toro que llegó con todo su brío a la muleta –apenas cuatro puyazos recibió–, al que había banderilleado de poder a poder entre aclamaciones, y cuya aspereza y poderío domeñó por toreándolo por alto, en los medios y absolutamente solo con el miura. Al que, una vez rendido su ímpetu, bordaría allí mismo con la mano izquierda, antes de alegrar con adornos de pie y de rodillas la fase final de una faena que pasó a la historia.

Como en la historia está, la que le cuajó, cuatro días antes, en la Monumental de Barcelona, al célebre “Clavelito” de Justo Puente (antes Vicente Martínez). Al contrario del temible “Cortijero”, el colmenareño de Puente fue un ejemplar de gran clase, que, lidiado por nota por la cuadrilla fraterna de Fermín –Juan y Zenaido Espinosa–, llegó en condiciones ideales al último tercio, una vez que, con capa y banderillas, Fermín ya había reventado la plaza, que presenció de pie un tercio de quites protagonizado nada menos que por Juan Belmonte, Marcial Lalanda y el propio Armillita, que hizo uno por gaoneras y otro por faroles de rodillas. Fue la famosa faena por la cortaría, además de las orejas y el rabo, las cuatro patas de “Clavelito”, reputado por el autor de la efeméride como prototipo del toro bravo, y su faena, aquella en que más a gusto toreo por naturales el coloso saltillense.

 

Garza y El Soldado. Por uno de esos azares que tiene la vida –para que niegue que el toreo suele reflejarla con extraña precisión–, ese mismo 29 de julio de 1934, mientras Armillita enloquecía a los aficionados de la Ciudad Condal, dos jóvenes novilleros alcanzaban otra de las cumbres históricas del toreo mexicano en España. Ya es significativo que se anunciaran dos aztecas en terna con un espada local, en este caso el intrascendente Cecilio Barral, que se marchó a la enfermería tras ser arrollado por el primero de Torre Abad dejando la corrida en mano a mano. Esa tarde, Luis Castro alzó uno de los escasos rabos otorgados en la vieja plaza de Madrid, y a Lorenzo se le pasearía en hombros por el ruedo con las orejas del cuarto, y dos bureles aún por lidiarse. Fue la vez que el regiomontano entró a matar a cuerpo limpio, en respuesta a la estocada que había dado El Soldado al novillo anterior usando a guisa de muleta el albo pañuelo extraído de su chaquetilla. Ni qué decir que ambos salieron por la puerta grande, y que cuando se les anunció para el jueves 9 de agosto siguiente, al lado del hispano Miguel Cirujeda y con novillos de Terrones, las localidades tardaron apenas unas horas en agotarse. Naturalmente, se dieron otro agarrón delirante, que obligó a la empresa a anunciarlos mano a mano con un encierro fuerte de Coquilla para el jueves 23 de agosto. No tuvieron más remedio que darles a los madrileños otra tarde para la historia, pues el tremendo pique entre los dos mexicanos suscitó pasiones sin cuento, en el ruedo y en los tendidos, que registraron otro lleno de “No hay billetes”, antes d epasearlos en hombros por tercera vez consecutiva.

En total, Lorenzo y Luis alternaron como novilleros esas tres veces en Madrid –en la vieja plaza de la Carretera de Aragón, porque Las Ventas estaba cerrada–, festejos en los que cortaron en total cinco orejas y dos rabos El Soldado y Garza ocho auriculares. De los rabos otorgados Castro hay unanimidad en la prensa acerca del primero (29 de julio) y no tanto del segundo (al sexto toro del mano a mano, en que despachó cuatro por haber pasado Lorenzo a la enfermería tras la muerte de su segundo novillo).

Evidentemente, con representantes de tan geniales alcances, los prestigios toreros de México estaban en la estratósfera… lo que no tardaría en suscitar entre los diestros locales la inicua reacción xenófoba que Belmonte llamó El boicot del miedo.

 

Carlos Arruza. Al reanudarse las relaciones interrumpidas por el boicot de 1936, el primer mexicano en presentarse en plazas españolas fue Carlos Arruza. Lo hizo directamente en Madrid, Antonio Bienvenida le confirmó alternativa con el primer toro de Vicente Muriel, y al cuarto lo banderilleó Carlos de tan colosal manera que el público ya pedía para él la oreja antes de que tomara los trastos de matar. Naturalmente, el entusiasmo colectivo acompañó su faena –que fue dominadora, adornada y extraordinariamente valerosa–, y Arruza le cortó la oreja al bicho y fue paseado en hombros al concluir el festejo. No tardaría en ser proclamado El Ciclón Mexicano, y el único as con capacidad, demostrada docenas de veces, para emparejarse de tú a tú a Manolete. A Las Ventas volvería en otras tres ocasiones, en todas las cuales cortó orejas (nueve en total), saliendo en hombros dos veces más, porque en una tercera –corrida del Montepío de 1946–, después de cortar apéndices, pasó a enfermería con una cornada de cierta gravedad, sin lo cual habría abierto por cuarta ocasión la puerta grande.

Entre las muchas efemérides del Ciclón Mexicano en 1945, año en que toreó allá más que nadie (108 corridas), sobresale la de la alternativa de Parrita en Valencia: tanto el advenedizo chilango como el toricantano y el mismísimo Monstruo de Córdoba –que lo apadrinó–cortaron esa tarde las orejas y los rabos de los seis nobles galaches elegidos para la ocasión.

 

El Ranchero, Mariano y Pamplona. A muchos años de distancia del legendario Par de Pamplona, inmortalizado el 8 de julio de 1915 por el leonés Rodolfo Gaona conjuntamente con el toro “Cigarrito”, de Concha y Sierra, dos toreros tan mexicanos como Jorge Aguilar y Mariano Ramos coincidirían en señalar Pamplona como escenario de la mejor faena de cada cual en España.

El Ranchero se la cuajó el 28 de septiembre de 1952 al toro “Voluntario”, de Atanasio Fernández, uno de los más bravos y mejor toreados de su vida, según propia confesión. Alternaba Jorge esa tarde con Jaime Marco “El Choni” y el peruano, de raza negra, Rafael Santacruz.

Mariano, en los sanfermines de 1974, se encontró con otro ejemplar de tanta casta como clase, procedente de las dehesas de Martínez Elizondo y lo bordó como pocas veces. ¿La mejor faena de su vida? Una de las mejores, consideraba con su habitual sencillez el maestro de La Viga. Por cierto que Jorge Aguilar había confirmado alternativa en Madrid el 13 de julio del 52. Fue un festejo de ocho toros, y si a Jorge le hubiera confirmado la borla el más antiguo de los cuatro espadas anunciados, que era el chino de Monterrey Luis Briones, se habría tratado de la primera ceremonia de esa naturaleza protagonizada por dos mexicanos; pero como había en el cartel dos confirmantes –el otro era Jaime Malaver–, la empresa acudió a una fórmula bastante común en ese tiempo: que abriese plaza el primer espada cediendo muleta y espada al confirmante más antiguo, Malaver en este caso, y que el segundo matador, que era Manolo Navarro, lo hiciese, en el siguiente toro, con el segundo debutante, que fue El Ranchero. Tuvo el tlaxcalteca una excelente actuación, llamado a dar la vuelta al ruedo a la muerte de su primero, “Caramelo”, y premiado con la oreja de “Arriero”, octavo de una seria y dura corrida de Aleas.

 

Zotoluco, en Valencia y Pamplona. El 22 de julio de 2000, Eulalio López conquistaba la oreja de cada uno de los tres cárdenos de Victorino Martín que despachó en Valencia por cornada de José Luis Moreno, uno de sus alternantes aquella tarde, memorable también por la enorme actuación de Efrén Acosta, picador mexicano a las órdenes del propio Zotoluco. Y al año siguiente, Eulalio López reproducía en Pamplona su gesta valenciana, con Miuras esta vez: tres despachó y a los tres les tumbó la oreja. Esa tarde, al entrar a matar, sufrió una peligrosa cornada en el cuello Juan José Padilla.

 

Los Adame. Pero el presente pide sitio, representado por los hermanos Adame. Ambos alternaron con Juan Bautista el domingo 23 en Saint Vincent de Troyse (Fr.), y la única oreja la obtuvo Luis David del tercero de Pedrés Hnos., corrida grande y geniuda. Joselito, sin toros ese día, se desquitó en Santander día 28, pero solamente a medias. Porque al primero de Castillejo de Huebra, el retinto “Capitán”, más noble que bravo, lo muleteó por nota, vertical y señor como nunca, pero falló reiteradamente en el descabello y perdió las orejas ganadas con capote y muleta. Toda la tarde estuvo muy centrado y torero.

Como es sabido, la pareja hidrocálida volverá verse las caras el martes 13 de agosto, en la Semana Grande de San Sebastián, con un encierro de El Parralejo y López Simón como alternante.

 

Pequeña aclaración. Algunos medios afirmaron que la última vez que alternaron dos matadores mexicanos hermanos en Europa, lo hicieron en Beziers (Fr) Juan y Fermín Espinosa (03.06.28), alternando con Antonio Sánchez, toros de Martín Alonso; la aseveración vale para Francia pero no para Europa, pues la última, juntos de nuevo ambos Armillas, sería en el suburbio madrileño de Tetuán (13.07.30), al lado de Ricardo González y con ganado de Llanos. Tal como lo exponía esta columna hace apenas dos semanas.

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