El pasado 1 de julio nos coloca ante un nuevo proceso de lucha junto al pueblo mexicano, con ingentes tareas democráticas y revolucionarias, una lucha empeñada en dejar atrás el neoliberalismo.
Los neoliberales no pierden el tiempo, aún fuera del manto protector el Ejecutivo federal, no van a cambiar, se sienten señalados por la providencia para dominar, como buenos oligarcas, a un pueblo que creen incapaz de autogobernarse. De la misma manera, se sienten sobreprotegidos por la hegemonía del imperio del norte y aparentan estar conscientes de su destino como protectores del pueblo y rezan para que cambie todo lo necesario para que todo siga igual y sigan sin tropiezo sus negocios y su condición de clase dirigente y rectora.
El mes de julio abre nuevos escenarios: los de abajo se vuelven atrevidos y adquieren voz en la construcción del futuro. Los burgueses no salen de su asombro, los chairos, los nacos, comienzan una nueva historia, donde habrá que someter al capital y recuperar el carácter social del Estado, hoy todavía en posesión de los neoliberales cuya tarea es permitir a los dueños de los medios de producción y del capital mantener la explotación, la dominación y el saqueo. Pero, ahora, más de 30 millones de mexicanos quieren cambiar esa obscena realidad.
Los neoliberales, siguen sin entender qué pasó. No aciertan a comprender la lucha política que se abre desde abajo en los sectores populares, que se vuelven protagonistas de una historia que siempre los excluyó. Por eso, la burguesía, y sus políticos, no se recuperarán de esta derrota tan fácilmente, ni sus partidos recuperarán la credibilidad perdida y, ahora, tendrán que transitar el camino de la oposición, de contestatarios sin futuro.
Ahora ¿qué hacer? Se requiere resolver, de manera inmediata, las necesidades sociales, sin perder de vista la construcción de un poder desde abajo. Es imprescindible desarrollar el protagonismo de las masas autoorganizadas, pues los cambios profundos no son tarea de un solo hombre sino del pueblo que, con su acción organizada en poder popular, apoya a sus liderazgos. Se trata de un proceso de lucha política tan complejo como dinámico, al que asisten todas las clases y sectores sociales. Este ejercicio de libertad, garantiza el ejercicio pleno de los derechos sociales dirigidos al abatimiento de la corrupción e impunidad; el castigo a los represores y asesinos del pueblo; por la organización independiente de los trabajadores; por el desarrollo de la conciencia clasista de los obreros y campesinos; por contener a los monopolios y desarrollar formas de convivencia fraterna, solidaria y respetuosa de la diversidad; atender, sin dilación, el derecho social a la educación, la salud, la cultura, la vivienda, el agua, la defensa de la naturaleza el trabajo y la libertad sindical.