Viernes, marzo 29, 2024

Proyectos pobres para un país pobre

El único sentido que podría tener la consulta sobre el nuevo aeropuerto es que AMLO decida que continúe su construcción en Texcoco. ¿Qué caso tendría hacerla, si decide por Santa Lucía, si ya tiene el respaldo de más de 30 millones de votos? Porque de lo que se trata no es de que el pueblo decida, sino cómo va a decidir AMLO algo distinto de lo que propuso en campaña, sin dividir a sus huestes.

En repetidas ocasiones he señalado aquí que nuestro césar-sacerdote es en realidad un aprendiz de brujo y que, en gran parte, sus problemas de gobierno van a consistir en domesticar a la danza de las escobas que se ha desatado una vez logrado el triunfo en las urnas. En otras palabras, todo esto de la consulta es un invento político para manipular a los diversos grupos de Morena y, al mismo tiempo, mantener la cohesión alrededor de la figura del líder.

Prohibidas por su comisión de honestidad, los miembros de Morena no pueden agruparse en tribus, tendencias o corrientes de opinión, so pena de ser expulsados. Pero como ha dicho Jesús Silva Herzog Márquez, Morena es ante todo, una gran emoción. De ahí que habrá que estarla alimentando con reiteradas invocaciones al pueblo, en medio del humo del incienso de las consultas.

Para quienes no formamos parte de Morena la consulta es una farsa. Como consulta popular no cumple los requisitos mínimos de legalidad y como “acto de libertad”, según la definió Pablo Gómez, no tendría por qué ser de carácter vinculatorio, según se comprometió AMLO. Se trata de una consulta de los privados para limpiar su conciencia en público, o de ajustar sus cuentas detrás de esa cortina de humo.

Atrapados en la emoción de Morena, múltiples grupos y personas honestas y sinceras, se manifiestan sobre todo contra el aeropuerto en Texcoco, defendiendo causas particulares ciertas y justas, como el lago, el agua, las tradiciones, el derecho de los pobladores originarios, el daño ecológico, las aves,  y un largo etcétera, todos en contra de la oligarquía o la mafia en el poder que nunca nos consultó el proyecto.

Con esa emoción se sumaron a Morena pero ahora resulta que el caudillo ya no está emocionado por hacerse del poder a toda costa sino por ejercerlo con la mirada rigurosa de la historia. Y el caudillo es más sacerdote que césar, es decir, más dado a las peregrinaciones y a la arenga desde el púlpito, que a las batallas en la arena. Jamás construyó un ejército para la conquista, sino a una corte de feligreses para su prédica moral y, cuando mucho, para la expulsión de los mercaderes del templo. Por eso, cuando algunos de esos ilusos  feligreses soñaba con la huelga general para derrotar la resistencia de la oligarquía en el momento en que el nuevo gobierno echara atrás las reformas estructurales, tuvo que conformarse con una comisión menor en el ámbito de la cultura, tras reconocer las ventajas de la estabilidad macroeconómica, la autonomía del Banco de México, la firma del USMCA y otras medidas del gatopardismo encerrado.

Por cierto que Pablo Gómez, el mejor tribuno de la Cámara, forjado en la oposición, ahora se encuentra dedicado a consolidar el liderazgo del caudillo. Por eso sacrifica  su inteligencia cuando, supeditada a sus dotes oratorias, nos dice que, “en cualquier escenario, en la consulta no radica problema alguno”. Pero lo más preocupante de su intervención en la Cámara para justificar la consulta fue que México, país pobre, no está para “proyectos fabulosos”. Como si se tratara de hacer proyectos pobres para un país pobre.

Aunque parece que de eso se trata. Imaginemos el rumbo trazado por Pablo y AMLO: se cancela el nuevo aeropuerto en Texcoco, se deja de exportar petróleo, se construyen las nuevas refinerías y se limita la autonomía al Banco de México y a otros organismos de Estado encargados de velar por los bienes públicos y, para colmo, se elimina la evaluación en la educación, y otro largo etcétera. Por supuesto que reaccionarán los mercados, al igual que los intereses afectados.

Como Morena no tiene arraigo en los sindicatos ni en el empresariado, recurriría  a las peregrinaciones y a los poderes que controla para profundizar su proyecto revolucionario, cancelar las reformas estructurales y hasta realizar algunas expropiaciones que no surtirían mayor efecto, porque no controlaría ni los mercados internacionales ni los puntos básicos de la economía nacional. Entonces sí tendríamos un país más pobre y un gobierno con proyectos todavía más pobres, incapaz de enfrentar los problemas para los que fue elegido: principalmente la inseguridad y la violencia, ya no digamos la pobreza y la desigualdad.

En una palabra: el caos resultante de aplicar un proyecto revolucionario no tendría el apoyo de ninguna fuerza revolucionaria, simplemente porque no existe. Y eso lo sabe AMLO. Un César que cuenta con pura infantería de reciente leva; un sacerdote que aspira a ofrecer su mensaje de honestidad y paz, empezando por los de atrás, luego a diestra y siniestra.

Por eso su propuesta se ha limitado a la lucha anticorrupción y a darle mayor asistencialismo al modelo neoliberal imperante, rescatando la vieja idea de la  alianza para el progreso en Centroamérica. No tiene un proyecto nacional alternativo al neoliberalismo y carece de un proyecto consistente de orientación socialdemócrata, como alguna vez se pensó que podría desarrollar. Insisto, más se parece al aprendiz de brujo al que le ayuda su pragmatismo y su sentido de la historia.

Porque si la consulta no fue para domesticar a sus escobas decidiendo en favor de Texcoco, sino para manipular a la sociedad civil para así mantener cohesionadas a sus huestes y decidir por Santa Lucía, el caos que ya empezó y que todos esperamos se corrija con el inicio oficial del nuevo gobierno, se profundizará. Decida lo que decida AMLO, espero que nunca pierda la conciencia de la fuerza que efectivamente tiene y para lo que le alcanza.

Desde la campaña electoral y después del triunfo de Morena se ha dicho que AMLO impone los temas de la agenda pública del gobierno y del debate nacional. Pero desde hace algunas semanas ya no sabe cuál es la agenda. La verdad es que aparece tan sobrecargada y tan dispersa que prácticamente ya dejó de ser agenda y más bien parece un rosario. No se sabe cuáles son los objetivos, las estrategias y las metas de la 4T. Recientemente AMLO dijo que dentro de unos seis meses se empezará a sentir. Se empezará a sentir ¿qué?

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