Más de 3 mil docentes, comerciantes y activistas marcharon en la ciudad de Puebla. Más de mil profesores lo hicieron en Tehuacán. Todos se movilizaron para expresar su repudio público a la reforma educativa que, con el concurso de los partidos que participan en el Pacto por México, impuso el presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
A la par, en cuatro centros escolares y al menos una decena de escuelas de la capital y su zona conurbada, los maestros realizaron paros, sin abandonar las aulas, para solidarizarse con sus compañeros que luchan en la calle.
Es significativa la actividad de los profesores, pues Puebla no tiene la efervescencia magisterial que otras entidades, frente a las enmiendas presidenciales.
Hay que considerar también que muchos maestros no marcharon ayer ni suspendieron labores, porque se sabe que desde el gobierno estatal y desde las cúpulas oficiales de las secciones 23 y 51 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se dispuso de un aparato para amedrentar a los docentes, amenazándolos con severas reprimendas en caso de que protestaran.
Es así que las movilizaciones de este miércoles deben ser valoradas en su justa dimensión: como la expresión generalizada de un gremio que ve afectados sus derechos laborales y al cual se le está responsabilizando absolutamente del fracaso del sistema educativo, cuando esa condición es resultado de la negligencia de las autoridades, la falta de inversión de los gobiernos estatales y la complicidad de actores –como los emporios televisivos– que fomentan la estulticia.