A sus 86 años, todos los días Urs Jaeggi lee y revisa los periódicos y las noticias que aparecen en la televisión. En su pequeño taller –un cuarto de lavado en la Ciudad de México– hace recortes, ve sus fotografías, checa internet: siempre se mantiene conectado porque el mundo sedimenta su obra. Cuando expone no impone sus piezas ni “tapa lo que hay” sino que “llama a ver lo que existe” trabajando en hacerlo visible ante los ojos del espectador.
Si bien sabe que no tiene respuesta a la pregunta “¿a dónde vamos?”, la que ha sido la cuestión permanente en su trabajo, el sociólogo, escritor y artista nacido en Solothurn en 1931 apuesta a que una de las salidas será la desaparición, la anulación, la disolución de las fronteras.
Esas sin fronteras no van en el sentido del actual mundo globalizado e hiperconectado; más bien, tienen que ver con el derribamiento de muros para que éstos se vuelvan porosos y traspasables, para que no existan topes migratorios, artísticos o educativos. “¿Quién necesita las fronteras?, ¿quién necesita imponerlas?, pregunta nuevamente, ansioso de saber casi como si fuera un niño.
Sin Fronteras es, precisamente, el nombre la exposición que desde el próximo sábado 11 de noviembre a las 13 horas podrá verse en el área verde de la segunda sección del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos (MNFM). En ella se reúnen 13 “proyectos lúcidos” de Urs Jaeggi que han sido organizados –no curada, pues es un mote que no le gusta– por su amiga y “traductora” Graciela Schmilchuk.
Si bien la exposición del MNFM que forma parte del Programa de arte contemporáneo para sitio específico Cambio de vía que impulsa el Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero tuvo que ser reconfigurada a causa del sismo, el resultado es sensible y valioso.
“Hay multiplicidad de técnicas que no tienen algún límite al usarse, no hay Historia del arte ni términos convencionales. Este es un arte libre: no hay escuelas ni periodos ni ismos. Es una obra terminada”, dice Urs Jaeggi, un artista visual de origen suizo alemán, quien desde hace 20 años comparte su residencia entre México y Berlín.
Durante un recorrido previo a la apertura añade, casi a manera de máxima, que “el artista es responsable en su manera de expresarse” y que en su caso se sujeta al tema y adapta sus expresiones.
En la segunda sección del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, indica Graciela Schmilchuk, se encuentra el grueso de la obra de Urs Jaeggi: instalaciones, intervenciones, pintura en muro y colgada en paredes de un vagón, a la par de la poesía inserta entre objetos de fierro y madera.
Así, siguiendo la idea de Walter Benjamin de “que en la destrucción y en el caos se puede dar el surgimiento de algo nuevo”, el artista que incursionó en el surrealismo, el minimalismo, el movimiento Fluxus, el arte povera y convivió con Joseph Beuys, dijo que la posibilidad de que nazca algo nuevo siempre está presente en su obra.
Ejemplo de ello es Habitar las ruinas, serie de intervenciones sobre muro ubicadas a un costado del Centro de Documentación e Investigación Ferroviarias con “ruinas modernas” que son “resultado de la incompetencia, de lo malhecho, sobre las que hay que reflexionar si es necesario derruir”. “Mi confrontación con la cultura primero fue de manera informal y luego de manera abstracta, por lo que aquí tuve la necesidad de hacer dibujos concretos porque la realidad mexicana es triste y hay un conflicto entre la vitalidad y la solidaridad”, dijo Urs Jaeggi.
En ese sentido, la curadora Graciela Schmilchuk expuso que en el MNFM no hay obras individuales pues todo es un conjunto, una intervención sobre el espacio que existía y sobre el cual el artista coloca notas, colores, instalaciones o dibujos. “No solo es un trabajo estético sino que es hecho por él mismo: sobre muros de cemento con instalaciones con las cuales combina su obra al exterior. Es un lenguaje conjunto, una unidad, un deseo de presentar puertas en las que la experiencia del ferrocarril surge una y otra vez”, acota.
Schmilchuk señala que otra serie es Patrimonio Nacional con la que Urs Jaeggi propone que del desastre se puede hacer una revitalización: lo mismo de los materiales que cuestionan al mercado del arte y la sociedad de consumo, que sobre el cubo blanco moderno que representa dos cosas al mismo tiempo: un guiño hacia el minimalismo y una crítica a la museografía del arte que no se relaciona con la realidad.
En suma, en Sin Fronteras hay desplazamientos forzados, fugitivos, migrantes, refugiados, muerte, el silencio del desierto, observadores que son indiferentes y agresivos, que se ubican “en un momento universal abierto que llevará hacia el futuro y a tener menos fronteras”.