Viernes, marzo 29, 2024

México–Brasil, hoy a las nueve

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Estamos en la antesala del ya mítico quinto partido. ¿Llegará esta vez, o seguiremos siendo los mismos de siempre? Tienen la palabra los jugadores de México. Y por supuesto los de Brasil, cada grupo con sus propios argumentos. Los del Tri, triturados por los suecos en Ekaterinburgo, se achicaron considerablemente con respecto al optimismo que trajo la victoria inicial sobre una Alemania en crisis (eso lo supimos después, con la eliminación teutona). Los de la gente de Tite tampoco han estado a la altura de las expectativas, pero al revés de México, han ido de menos a más. Evidentemente, atesoran más futbol que los nuestros. Y más blasones, sin comparación. Y un historial directo, en Copas del Mundo, de tres victorias sobre el Tri contra apenas un empate (y 11 goles contra cero en el conteo global). La publicrónica, empero, se aferra a otros resultados favorables a los Verdes –casi todos en la esfera juvenil– para alimentar el optimismo. Pero, seamos serios, el favorito unánime de este duelo de octavos es la verdeamarelha. Una certeza que obligaría a Rafa Márquez a tener que tachar de “mediocres” a todos los medios internacionales, como hiciera ya con los de casa. O que, tras el ridículo ante Suecia, tendría que hacer rectificar al Chicharito sobre su arenga de que todo consiste en “pensar en grande”.

Y es que el pensamiento positivo también tiene sus límites, en este caso la diferencia de calidad entre aztecas y amazónicos. Aun así, no cabe esperar una nublazón mental como la que tuvo nuestro equipo el día del 0–3 ante los nórdicos. Y ojalá que, ahora sí, le marquemos gol a Brasil en una Copa del Mundo.

Festival de goles. La apertura de los octavos no pudo ser más afortunada, con la sacudida de emociones que trajeron Francia y Argentina. Aunque sólo sacando la casta y el coraje que tanto se echaban de menos últimamente puede explicarse un marcador tan ajustado para un partido tan desigual. Desigual a favor de los galos, que desde muy temprano sacaron la trituradora y amenazaban con hacer trizas a la albiceleste. Pero los de Sampaoli –inferiores como equipo y, cosa insólita, también en el plano individual– nunca se dieron por vencidos. Y la precoz ventaja francesa (Greizmann de penal a los 13’, luego de la tacleada de Rojo sobre un Mbappé imparable), que siempre amagó con aumentar, la invirtieron de pronto el exacto zurdazo desde fuera del área de Di María (41’) y una desviada casual de Mercado a tiro flojito de Messi (48’). Pero Argentina no tuvo tiempo de adaptarse a la situación favorable porque, Francia –obligada ahora sí a atacar– perforó su defensa por el lado de Mercado y Fernández envió un par de centros venenosísimos: el primero lo prendió de aire el lateral Pavard para clavar un gol de bandera (57’), el segundo creó una confusión dentro del área que Mbappé resolvió con una rapidez física y mental incomparables para fusilar a Armani antes de que nadie pudiera reaccionar (64’). Tres minutos después, Giroud –el punto más flojo de los galos–, se anticipaba a Otamendi para puntear suavemente hacia la entrada del área argentina, por derecha, donde se presentó encarrerado el relámpago llamado Kylian Mbappé para fusilar al arquero del River con un balazo rasante cruzado al rincón opuesto.

Cobrado el 4–2, Francia se relajó según suele, fiado a su letal contragolpe. Pero los argentinos, lejos de rendirse, adelantaron líneas, pegaron patadas, multiplicaron esfuerzos y, de últimas, Agüero –que había entrado por Enzo Pérez– cazó en palomita un servicio que Messi bombeó de derecha a izquierda con la ultraprecisión necesaria para superar a la dupla de centrales más alta y capaz de la Copa (Varane y Umtiti) y dejar solo al goleador del ManCity delante de Hugo Lloris, que fuera de los goles recibidos casi no tuvo trabajo. Se jugaba ya el minuto 93 y no hubo más, pese a que Argentina no se ahorró un último cartucho –desviada por aire de Meza, por encima del larguero– para poner a temblar a Francia, justo vencedor y franco candidato al título, a condición de que supere sus intermitencias. Porque el exceso de suficiencia nunca será buen consejero. A Faghani, el árbitro iraní que tan bien lo había hecho en el México–Alemania, el partido le vino grande.

¿Y Messi? Messi hizo lo que pudo en un equipo pobremente integrado y falto de calidad. Ni siquiera pudo comandar como hubiera deseado el arreón final, poco acorde con su manera de sentir y entender el futbol. En su contra, el insistente rumor de que había vuelto a asumir el papel de seleccionador en beneficio de sus amigos.

Escueta lección charrúa. Se fue también el campeón de Europa, con todo y Cristiano Ronaldo, al que la bien plantada zaga uruguaya no le permitió un solo disparo a puerta. Perfectamente organizados por el maestro Tabárez, los de la banda oriental, tan bravos como de costumbre, les dieron un repaso a los portugueses sin necesidad de heroicidades ni salidas de tono, simplemente haciendo lo que saben con precisión quirúrgica. Y contando con un jugador colosal en Edison Cavani, incluso más allá del par de golazos con los que definió la contienda (frentazo de alto grado de dificultad a los 7’ y derechazo con comba al poste contrario a los 67’). En el primero lo asistió Suárez magistralmente y en el segundo Vecino. Lo demás fue una estéril puja lusitana –atrás quedó el transitorio empate logrado por Pepe cabeceando un recentro de Cristiano a partir de un córner desde la izquierda (55´)– porque Uruguay nunca perdió el tono ni cometió la imprudencia de encerrarse a cal y canto, manteniendo el partido en el ritmo y el terreno que le convenían.

Lo malo es que el viernes, contra Francia, no contarán con Cavani, que dejó prematuramente el partido, al parecer por culpa de un desgarre.

España y Dinamarca también se van. Y los hispanos de la peor manera posible: derrotados en penales por un equipo netamente inferior, que dedicó 120 minutos a encerrarse en su área y reventar balones adonde cayera, ante una Roja incapaz de romper ese cerrojo tan primitivo por lenta y carente de juego e imaginación. Hasta los goles del empate que se prolongaría a la prórroga carecieron de chiste: uno en meta propia de Ignashevich, que si no hubiese sido gol habría sería penalti (12’) y un penal ejecutado por Dzyuva por mano de Piqué (41’). Sin apenas aproximaciones de gol –Rusia no tuvo ninguna–, España selló su eliminación al detener Igor Akinfeev los lanzamientos de Koke y Aspas en el desempate, que quedó 4–3 sin necesidad de que los locales ejecutaran su quinto tiro.

Y también desde los 11 metros se decidió el otro duelo dominical, con Croiacia sobreviviendo a duras penas luego que Dinamarca la sacudió con un gol de vestidor (Jorgensen al minuto uno), replicado en seguida por Mandzukic (4’) como preámbulo a un encuentro enredado y de pocas emociones, entre las contadas el penal que Schmaichel le detuvo a Modric. Luego, en la tanda de desempate, tres daneses se estrellaron en un gran Subasic, Modric acertó y Rakitic clavó el 3–2 decisivo. Pero la impresión que dejaron fue casi tan penosa como la del Rusia–España.

Como si se hubieran dedicado a subrayar la mediocridad futbolística de un mundial cuyas últimas esperanzas de mejora –una vez eliminados varios favoritos que no supieron justificar esa condición– radican ahora en un puñado de equipos medios, varias incógnitas –Bélgica e Inglaterra principalmente– y, como única certeza aparente, la Francia de Mbappé… a condición de que éste no vaya a sumarse a las figuras ya descartadas.

Americanos. El continente nuestro logró calificar a octavos a cinco de sus representantes, muy pronto reducidos a tres, puesto que Brasil y México se eliminarán entre sí y Argentina no consiguió librar el escollo francés. Quedan en pie Uruguay –ya en cuartos– y Colombia, que deberá discutir su pase con Inglaterra bajo la incertidumbre del estado de salud de James Rodríguez, su icónico líder dentro y fuera del campo, lo que puede ser tan determinante para su futuro en la Copa como la lesión de Cavani para los charrúas.

TVPacto gavillero. Tienen toda la razón quienes se quejan de la abstinencia de partidos importantes a que la televisión abierta nos tiene sometidos, pues los desaprensivos dueños del futbol mexicano contrataron el paquete más barato e menos flexible que ofrece la FIFA, esa otra pila de sinvergüenzas. Preparémonos, pues, para seguir recibiendo mundial a cuentagotas, mientras las televisoras se hinchan de explotar a sus anunciantes e insultar al televidente con programas presuntamente “cómico–futboleros” de pena ajena. Son las delicias del neoliberalismo, lejanos los tiempos en que el aficionado tenía mundiales completos en la pantalla casera, del de México 70 al de EU 94. Después, sólo por Sky, consorcio en el que Televisa tiene intereses. El colmo es que el telepacto incluye una insulsa y repetitiva programación sustituta en los canales de Fox Sports, que posee los derechos para transmitir en vivo y lo hace para el resto de América, pero no para México.

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