La palabra prematuro proviene de dos vocablos latinos: pre, que quiere decir antes y mature, que significa maduración. Entonces se debe entender que los vulgarmente conocidos como “partos adelantados” no son otra cosa que nacimientos de niños que deben continuar su maduración fuera del vientre materno.
La Norma Oficial Mexicana (NOM–007–SSA2–2016) relativa a la Atención de la mujer durante el embarazo, parto, puerperio y del recién nacido, define como pretérmino a aquel producto de la gestación cuyo periodo gestante haya sido de 22 a 37 semanas. Cuando no se conoce la edad gestacional, se considerará así a un producto que pese menos de 2,500 gramos. Del mismo modo, se valora con unos métodos clínicos llamados Capurro y Ballard modificado.
Aún cuando nos encontramos en pleno siglo XXI, los nacimientos pretérmino constituyen uno de los principales problemas de salud pública a nivel obstétrico, sobre todo considerando la mortalidad neonatal. El Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad en los Estados Unidos (MMWR por sus siglas en inglés) informó que de 1981 para 2006, se registraron en total 4, 265, 555 nacimientos, de los cuales, 542,893 fueron considerados como pretérminos. La mayoría ha disminuido con respecto al tiempo, es decir, de 34 a 36 semanas de gestación, también con una disminución de 9.15 por ciento a 8.49 por ciento; sin embargo, todavía se consideran muy altas.
El riesgo de que un recién nacido con una edad de gestación de 28 semanas fallezca, es de 49 por ciento a 58 por ciento. En menores este riesgo se incrementa hasta en 70 por ciento. Pero independientemente del riesgo de morir, crecen con el peligro de desarrollar a largo plazo otro tipo de problemas, donde sobresalen enfermedades neurológicas. Esto no necesariamente es válido en todos los casos. Mozart fue prematuro y nadie duda de su extraordinario genio.
El alto impacto de este problema ha generado una serie de investigaciones encaminadas a predecirlo, sobre todo porque, contrariamente a lo que se pudiese imaginar, en las últimas dos décadas, su frecuencia ha aumentado debido a las tecnologías de reproducción asistida, circunstancia también paradójica en un mundo excesivamente poblado.
Actualmente sobresalen dos exámenes para predecir el riesgo de que un parto se desencadene antes de tiempo: la medición de Fibronectina fetal (que es una sustancia que se encuentra en el líquido amniótico) y la medición de la longitud cervical, a través de ultrasonido transvaginal. Ninguna de estas pruebas es precisa, lo que ha generado investigaciones de otros marcadores. En la actualidad, la medición de Estriol, que aumenta en el suero de las mujeres embarazadas antes del trabajo de parto (y que incluso puede medirse en la saliva), así como alrededor de otros treinta marcadores, representan alternativas con un futuro prometedor. Pero existe un inconveniente: el alto costo, que en países pobres como el nuestro, es una limitante imposible de superar.
La Obstetricia de nuestro país de ninguna manera puede considerarse mala. Distinguidos médicos mexicanos, basándose en la experiencia clínica y en los estudios minuciosos de pacientes en particular, condicionan una medicina obstétrica que compite con las mejores del mundo. Muchas explicaciones se podrían dar a este fenómeno. El exceso de trabajo así como la falta de recursos, incentivan la agudeza diagnóstica y habilidad quirúrgica de muchos médicos jóvenes. Pero también se generan otros problemas que giran alrededor del agotamiento físico y emocional al que se enfrentan cotidianamente los trabajadores en las instituciones del sector salud mexicano. En este sentido, es determinante mejorar las condiciones de entrenamiento de los médicos, lo que redundaría definitivamente en un progreso de la atención de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, mejorando a la vez, el futuro en la salud de los recién nacidos en México, niños que sin duda, comprometen nuestro futuro.