Me hubiera ido contigo cuando era el momento; sin permiso, sin medirlo, con pasión, con ese amor que nos rebasaba y salpicaba por cada poro de la piel y saltaba en cada gota de sudor.
Yo estaba lista para brincar por el balcón de mi casa y salir corriendo hacia ti y largarnos a donde nada nos limitara… que nada nos limitó para ser francos; nos amamos a nuestras anchas, a nuestras largas, a nuestras alturas, sin mesura y al infinito porque ahí pertenecemos; ahí te tuve, ahí me tuviste y ahí nos quedamos los dos, anclados en nuestro interior sin poder zafarnos la una del otro, el uno de la otra; no había aire que pudiera pasar entre nuestros cuerpos, ni entre nuestros labios, bocas, manos y nunca nos faltó oxigeno; juntos creábamos vientos y torbellinos, estábamos tan pegados que el universo entero nos conjuró uno solo y ahí conspiró a que fuera eterno.
Ahí me quedé como te quedaste tú, pero tú te fuiste para perderte y morirte pero no perderme o morir en mi ya que, en vida, a pesar de verte ciego, aislado en un cuartucho de arrimado en una casa, cuando alguien me dijo: “De la que te salvaste”, yo replique: “No estaría solo, ni así”. Y después, al saber de tu transición, continuaste vivo en mi.
Pinchi Nacho que en estas fechas y con dos copas de vino encima, me hizo recordar este amor que vibra como si estuvieras aquí, a mi lado, y aquí estás tan vivo y vibrante como siempre, en cada momento presente, en cada beso y abrazo, en cada susurro al oído, en cada manoseo intenso, fundidos, siendo un solo ser donde el aire no se atreve.
Y ahora nada ni nadie podrá interponerse entre nosotros, nunca pudieron. Siempre has sido mío, fuiste mío… y eres, y yo tuya y sigo siéndolo porque hoy te revivo para quedarte. Porque no sé ser yo sin ti.
Me costó lo que cuesta en esta vida aprender: tiempo. Por fin he entendido con mucho esfuerzo y ganas de hacerlo, que hay algo que late muy dentro de lo que siempre vibra y me llama y no me resisto, y me dejo llevar sobre todo cuando las alas del vino me hacen flotar entre tus brazos y saborear tu saliva nuevamente.
Siempre saltas cuando no se te espera, cuando ya no estás en este mundo, cuando ya no eres materia física, cuando tu cuerpo ya partió… pero estás aquí porque te cincelé en mi mente y todos los caminos del sentimiento y la emoción me llevan a ti. Nunca nadie cupo en tus zapatos, nunca nadie te suplantó, y que lo intenté…
Bendita escritura que me salva… y te salva.
Bendito saber escribir.