En estos días se han producido varias buenas noticias para los sindicatos de trabajadores en México. El 20 de septiembre el pleno de la Cámara de Senadores aprobó por unanimidad el Convenio 98 de la OIT, con lo que se da un paso muy importante hacia la libertad sindical y para la eliminación de la simulación y la corrupción de los contratos de protección, así como para que la negociación colectiva vuelva a ser un instrumento esencial en la promoción de la equidad en el mundo del trabajo.
Poco después, el 6 de octubre, en su visita a Morelia, el Presidente Electo afirmó que se terminaron los tiempos del charrismo sindical, por lo que el gobierno no protegerá a ningún dirigente y se hará prevalecer la democracia sindical. “¿Quiénes van a elegir a los dirigentes? Los trabajadores. Voto libre y secreto. Se acaba el charrismo sindical—subrayó–, para que queda claro. No le vamos a quitar el derecho a nadie, todos tienen derecho”. Y más adelante agregó: “Nada de que el hombre domine más que la mujer, nada de machismo. Tampoco que la mujer domine más que el hombre. Democracia en la familia. Democracia en la escuela, democracia en los sindicatos, democracia en la sociedad, democracia como forma de vida, eso es lo que vamos a llevar a cabo, en eso también consiste la transformación”.
Más allá de lo curioso de la declaración sobre quién manda más, si el hombre o la mujer, el compromiso de AMLO viene a completar la creación de las condiciones necesarias (no suficientes) para que por fin los trabajadores obtengan en plenitud el goce de la libertad sindical. Llama la atención que su convocatoria a democratizar la familia, la escuela, la sociedad, no encontró mayor eco en los medios.
De inmediato los líderes oficialistas se manifestaron dispuestos a colaborar con el próximo gobierno. Faltaba más. Los de la UNT, mucho más cautos, han dejado clara su distancia. En un documento preparatorio de su III Congreso Nacional Extraordinario señalan: “el carácter políticamente diverso y multiclasista de la alianza electoral triunfante indica que al interior del futuro gobierno se librará una intensa disputa política para definir su orientación. Es por ello que –agregan–, para la UNT y sus aliados, es ineludible seguir construyendo una fuerza social autónoma que impulse los cambios progresistas, el cambio de rumbo de la economía y la democratización del régimen político”.
Pero el llamado de AMLO, aparentemente a una democracia sindical sin mayores preferencias por ninguna tendencia u organización, donde todos tengan derechos, significa en realidad un cambio bastante profundo en el régimen laboral y sindical. Así parecen entenderlo los nuevos encargados de la Secretaría del Trabajo cuando en un documento oficioso convocan precisamente a “una nueva era sindical y laboral”.
El nuevo “Pacto Laboral” apuesta por un ejercicio pleno de la autonomía sindical y su respeto por parte de todos los actores para que sean los propios trabajadores los que decidan libremente el futuro de los sindicatos. Se trata de garantizar la libertad de elección de las dirigencias, la consulta previa a la firma de los contratos colectivos, la resolución de los conflictos intergremiales por medio del voto libre y secreto, es decir, “se trata de promover el ejercicio pleno de la autonomía y la libertad sindical a través de una nueva institucionalidad que vaya desde el registro y toma de nota de los sindicatos hasta el ejercicio de los derechos colectivos”.
Por supuesto que nadie puede estar por encima de la ley. Para tal efecto, y para lograr también una mayor legitimidad y prestigio social de los sindicatos, se les exigirá transparencia y rendición de cuentas. La corrupción y la simulación serán desterradas. Con el rechazo de los contratos de protección, la transparencia de la vida sindical, la creación de un nuevo órgano autónomo a nivel nacional encargado de la conciliación, junto al traslado de la impartición de la justicia laboral al poder judicial, con todas esas medidas se podrá transitar hacia un nuevo modelo sindical y laboral que garantice una auténtica gobernabilidad democrática en el mundo del trabajo.
Al mismo tiempo, el nuevo modelo permitirá poner en el centro el objetivo de lograr un trabajo decente o digno y proteger a grupos de trabajadores hoy excluidos, como los domésticos o los jornaleros agrícolas, así como erradicar el trabajo infantil y la consolidación de la equidad de género. “Tiene que lograrse a través de la adopción de salarios dignos, tanto en el ámbito del salario mínimo general y profesional, como del contractual, a la vez que de la formalización de los empleos garantizando la inscripción de los trabajadores en la seguridad social”.
Como en el caso de la educación, las propuestas del nuevo gobierno son de carácter incluyente en cuanto a la cantidad, pero no son de fondo, en cuanto a la calidad. Más educación para todos aunque no importe la calidad o, en el caso del trabajo, impulsar una nueva era sindical y laboral, pero sin transformar lo productivo.
Destaca entonces que Morena carezca de una visión propia del mundo del trabajo y permanezca sólo en sus aspectos sobre estructurales, por así decirlo. Ello explica la distancia que guardan los sindicatos más avanzados, como los de la UNT, respecto de Morena. Por ejemplo, en el documento citado, explican los de la UNT que: “ El actual modelo de globalización económica se basa cada vez más en el uso intensivo de la robótica, la digitalización, la automatización y las comunicaciones e implica una drástica modificación de los sistemas productivos que conllevan la creación de nuevas formas de empleo…Por ello, una prioridad para los sindicatos es democratizar el uso de la tecnología de manera que el país, y en especial, los trabajadores, se apropien de ella y logren su control, para hacerla más compatible con la democracia”.
No es casual entonces que la UNT considere que su acción sindical es también un movimiento social que asume las demandas y reivindicaciones del conjunto de la sociedad y que superan la visión gremialista para construir una agenda social que, teniendo como referente la centralidad del trabajo y su revalorización, se orienta también a la construcción de un nuevos Estado social, democrático y de derecho.La nueva era laboral y sindical debería ser también productiva, para “democratizar y modernizar el mundo del trabajo y cambiar el rumbo del desarrollo del país”, al decir de la UNT.
Lo que es innegable es que las condiciones hoy son más favorables que nunca para tomar la iniciativa y convocar a los trabajadores a nuevas formas de acción y organización. La lucha por el salario, junto a la política fiscal, son los mejores instrumentos para superar la desigualdad social y la pobreza. Nada de eso podrá lograrse si los sindicatos permanecen en su actual zona de influencia. Recordemos que los trabajadores sindicalizados apenas rebasan el 5 % de la fuerza de trabajo y su influencia se ha visto sumamente reducida, lo que explica la creciente reducción también de la participación del salario en el ingreso nacional. Esperemos que pronto los trabajadores tomen la palabra. La democracia en México tiene efectivamente pendientes las asignaturas en los sindicatos, las familias, las escuelas, en suma, en la sociedad como forma de vida.