Lunes, marzo 18, 2024

Las Benzodiacepinas

Uno de los medicamentos que han ejercido un efecto verdaderamente fascinante en mi percepción de la medicina pertenecen a una “familia” de fármacos conocida como Benzodiacepinas, que en una forma muy general, tienen un efecto sobre el sistema nervioso central y por lo mismo se denominan psicotrópicos o psicofármacos. Aunque se clasifican de múltiples formas, desde el punto de vista clínico tienen cuatro efectos principales: relajantes musculares, ansiolíticos, anticonvulsivantes e hipnóticos o sedantes. Dependiendo de la acción que predomine, se indicará el más apropiado. Por ejemplo, si una Benzodiacepina tiene un efecto predominantemente ansiolítico, se indicará para regular las crisis de angustia; si no se puede dormir, debe elegirse una que tenga preferentemente un resultado hipnótico o sedante. Ante una contractura muscular, habrá que recetar una relajante de músculos o bien, ante crisis de epilepsia, una eminentemente anticonvulsivante.


Poderlas manejar adecuadamente implica contar con una opción de tratamiento que suele mejorar en una forma realmente espectacular la calidad de vida de algunas personas; sin embargo, su alto poder terapéutico se acompaña de importantes y hasta graves efectos secundarios que obligan a indicarlas no solamente con mesura sino también, bajo una óptica orientada a un periodo corto en su utilización, pues tienen una alta capacidad de generar tolerancia, es decir que al tomarlas bajo un periodo prolongado, dejan de tener un efecto deseado, lo que conduce a la taquifilaxia (incremento en la frecuencia de consumo) y finalmente la dependencia o adicción, que es la incapacidad de abandonar su utilización. Las secuelas que pueden generar tienen alcances tremendos. Tan es así que casos muy conocidos de personajes como Elvis Presley, Michael Jackson y Whitney Houston, fallecieron con el antecedente de consumo de estas medicinas.

En mi práctica común, me resulta sorprendente cómo se abusa de ellas, bajo criterios poco claros que hacen evidente un desconocimiento de las cualidades de las Benzodiacepinas y sobre todo, de los diagnósticos psiquiátricos. Por citar un caso, un psicotrópico que tiene el nombre de Clonazepam, teniendo un efecto predominantemente antiepiléptico, si bien, tiene como otra indicación el control de crisis de pánico, erróneamente se prescribe como hipnótico.

Pero más allá de este problema, recetas por periodos extremadamente prolongados generan un uso a largo plazo, con evidentes efectos secundarios que no son fáciles de cuantificar. El hecho de no ser especialistas en psiquiatría, grupo de médicos en el que por supuesto me incluyo, nos limita en el conocimiento de los problemas mentales y la mejor forma de abordarlos, incluye definitivamente la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), buscando a final de cuentas las opciones de tratamientos no farmacológicos.

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Las Benzodiacepinas deben ser prescritas en contadas ocasiones a pacientes de edad avanzada, es decir, por arriba de los 65 años; pero cada día percibo que se indican en adultos mayores en una forma más frecuente de lo que se puede uno imaginar, sin la orientación de un psiquiatra.

Se han relacionado con el riesgo de caídas y con deterioro cognitivo, que puede confundirse con una demencia senil temprana, además de provocar confusión, pérdida de la memoria, amnesia y entorpecimiento, con una franca limitación no solamente en el manejo de utensilios comunes sino también en la conducción de automóviles. La falta de coordinación o ataxia puede confundir diagnósticos neurológicos, que acompañada de mareos, dolor de cabeza, depresión, desorientación, alteraciones en el lenguaje (disartria), temblores, alteraciones urinarias y hasta diarrea o estreñimiento, en adultos mayores, pueden provocar confusiones diagnósticas que avivan medicaciones más frecuentes por parte de los médicos y en cantidades mayores a las necesarias, con un aumento importante de reacciones indeseables.

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Constituye una regla, descargar la responsabilidad de indicar Benzodiacepinas en los Psiquiatras y limitar a unos cuantos casos (por ejemplo, insomnio transitorio o crisis de ansiedad con una explicación que marque algo estrictamente temporal), a los médicos de primer nivel, con la consigna de utilizar estos medicamentos por periodos muy cortos y en menores de 65 años. Además es imprescindible la TCC, que en manos de Psicólogos clínicos, debe redondear el tratamiento para aprovechar al máximo estos medicamentos, con la mínima frecuencia de efectos secundarios.

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