Las mujeres vivimos diversas formas de dominación que se intersectan, algunas compartidas con los varones, como la explotación y la pobreza, otras particulares por el hecho de ser mujeres. El feminicidio, la violencia sexual contra los cuerpos femeninos o feminizados, las inequidades de género, no son un asunto exclusivo de las mujeres, no corresponde únicamente a las mujeres resolverlos. Es un asunto que debe concernir a toda la sociedad, principalmente a aquellas personas que reproducen el patriarcado, que posibilitan la producción y reproducción de la violencia contra las mujeres, puesto que son beneficiados por estas formas de violencia.
En general, para eliminar la violencia se apela a las leyes; sin embargo, estas resultan insuficientes en tanto no se modifiquen otros campos desde los cuales se promueve la violencia.
Pierre Bourdieu define como campo a un espacio socialmente estructurado en donde hay dominados y dominantes, donde hay relaciones sociales constantes, pero también como un espacio de lucha, en disputa por y para la transformación social. Así encontramos el campo económico, político, social, cultural. Campos que debemos poner en tensión, evaluar la correlación de fuerzas, reconocer las inequidades, visibilizarlas, desnaturalizar la violencia, puesto que es posible otra forma de relacionarnos. Es necesario generar las estrategias pertinentes que nos posibiliten construir sociedades más justas, dignas y equitativas.
Las mujeres somos importantes en estos procesos de lucha, nuestra participación es fundamental, pero lo es también la participación de todas las personas, principalmente de aquellas que le apuestan a formas de relación social por la justicia. El contexto complejo, contra las mujeres, contra los migrantes, contra los pueblos primigenios, contra los trabajadores, contra los campesinos, contra los estudiantes, reclama espacio de participación social, de acceso a cubrir las necesidades fundamentales, de articulación e incidencia en los diversos campos sociales en disputa, por el poder como potencia.
No podemos quedarnos cruzados de brazos ante las injusticias, es pertinente recuperar la acción social, pero esta debe hacerse también desde la reflexión, el análisis y la investigación, que nos permita reconocer las injusticias para eliminarlas. Es necesario articularnos para la defensa del territorio, comenzando con el cuerpo propio como el primer territorio por defender.
La ética desde las y los demás, nos demanda visibilizar y desmontar las actuales formas de dominación y violencia que la acumulación de capital nos propone como única forma de hacer la vida. Confiemos pues en la acción colectiva, en la reflexión profunda y en la práctica.