En breve, Donald Trump tomará posesión de la presidencia de Estados Unidos. El panorama en México, de si caótico, se presenta adverso y plantea grandes retos a los movimientos sociales que luchan por la justicia y la dignidad humana.
Las izquierdas sufren derrotas en Latinoamérica y el mundo, sin embargo, estas no son nunca absolutas. Los procesos se resignifican y el movimiento social se reorganiza y puede, siempre, construir alternativas. Es entonces posible convertir las derrotas en victorias, la derrota nos obliga a pensar, a caminar diversos terrenos y comunidades para identificar lo que está pendiente, pero también lo que es emergente y creativo. Y se abren entonces nuevas o mayores posibilidades para hacer comunidad, para de forma creativa tejer proyectos que, mirando hacia lo propio, nos den la capacidad de articularnos con la diversidad para contribuir a la construcción de otros mundos posibles. Los espacios formales e institucionalizados de poder fetichizado, a los que no les interesa responder a los intereses y necesidades de la población, cuentan en cambio con una sofisticada maquinaria mediática y de represión para posicionarse, para imponerse. Elaboran discursos de terror y populismo, a la vieja usanza, pues saben que no cuentan con el apoyo popular.
Estamos en un momento de incertidumbres, de reconfiguraciones culturales que son siempre políticas y económicas, y que nos demandan atención, mente y corazón alertas, la mirada crítica y la voluntad dispuesta para construir, hoy como nunca, proyectos alternativos por la justicia social. La dominación nunca es total. Enrique Dussel sugiere repensarnos y revisar los nacionalismos que nos fortalecen. Pero si bien es fundamental reconocernos desde dentro, esto debe ser el pretexto para articularnos con las diversas expresiones que, desde los movimientos sociales, trabajan por la justicia.
Trump, resultado del capitalismo heteropatriarcal, que se inserta en la lógica de acumulación enmarcada en violencia, espectáculo y consumismo, presenta novedades, pero su actuar se encuadra en los intereses que favorecen la acumulación de capital, que en un neoliberalismo en crisis, comienza a construir nuevos discursos que le posibiliten permanecer como el único modelo de vida posible. Sin embargo, aquí es cuando debemos creer fielmente que las derrotas pueden convertirse en victoria. Nos toca, pues, en cada espacio posible, en lo cotidiano, lo coyuntural y lo histórico, reconocer que hay proyectos políticamente viables para otros futuros posibles, proyectos que recuperan la mirada indígena, la participación obrera, la reflexión académica, la participación de los movimientos feministas, y ambientalistas, entre otros; que de forma creativa le apostamos a la posibilidad de cuidar la vida, en el más amplio sentido de su significado, que no es otra cosa, que el respeto a la dignidad de todas las personas, la posibilidad de cubrir las necesidades fundamentales de la población, la posibilidad de que la vida deje de ser cosificada y no aceptemos las formas de violencia que hoy nos imponen.