Jueves, abril 25, 2024

La obra misma y el diálogo social del arte participativo salen a flote en el Museo Amparo

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El Museo Amparo abrió tres nuevos proyectos expositivos que, como hilo en común, transitan en el arte participativo. Sin ser una muestra colectiva sino más bien un trío de exposiciones individuales simultáneas, el proyecto refleja un trabajo en dos vertientes: el generar la obra misma y el provocar un diálogo social.

Denominada Movilizando afectos: coparticipación e inserción local, tres proyectos artísticos. Edgardo Aragón, Cadu y Rafiki Sánchez, el proyecto contó con la producción y la curaduría

InSite / Casa Gallina, una plataforma curatorial de la Ciudad de México.

Luis Vargas Santiago, quien funcionó como un provocador entre artista y obra, señaló que Movilizando afectos… es un tipo de arte distinto al tradicional que además se mueve en circuitos que no tradicionales.

Es, definió el historiador del arte, un arte participativo que se caracteriza por establecer un nexo entre el artista y un grupo o comunidad específica, lo que supone que no importa el resultado final sino el proceso que hay en el camino.

Asimismo, continuó Vargas Santiago, en el arte participativo el artista individual se desvanece pues privilegia la aparición del artista colectivo, pues si bien éste las consuma, las ideas y los esfuerzos provienen de la gente con la cual trabaja.

“(Es un tipo de arte) interesado en las transformaciones sociales, que toca a las comunidades y construye desde ellas, abordando sus intereses sociales, económicos o hasta las cuestiones afectivas y de descubrimiento personal”, expuso el especialista.

En ese sentido, consideró que el museo, el espacio habitual de exposición, deja de “ser una pista de llegada, pues la obra y el museo mismo se desborda y corre en el sentido de vinculación del espectador”. Incluso, agregó, el espectador abandona su estado de contemplación y pasa a la acción.

El historiador del arte definió que al arte participativo se le rastrea en los años 60 del siglo anterior, diferenciándolo del arte relacional y/o las estéticas relacionales, pues no construyen algo tan significativo con los públicos. En México, continuó, existen ejemplos desde finales de los años 90.

Al respecto, el Museo Amparo señala que “los indicios estéticos que tradicionalmente protagonizan una obra de arte quedan aquí subordinados al proceso afectivo y de articulación política de una experiencia grupal”.

Dicha experiencia grupal, añaden, se da por una “red densa de roces y de entregas intersubjetivas, que funciona como entramado expresivo de la pieza”, que “más que referir a lo social o representarlo, este modelo de práctica produce una experiencia novedosa de alianza creativa y de consenso público”.

Se indica que las tres piezas son: Depresión tropical (2015–2017) de Edgardo Aragón (Oaxaca, 1985); Soy mandala (2014–2016) de Cadu (Río de Janeiro, 1977), y Vestigios (2017–2018) de Rafiki Sánchez (Mérida, 1988).

En el video Depresión tropical, Aragón muestra el trabajo de dos jóvenes distintos: Abraham, un biólogo barista de Guerrero y Joel, un ex soldado y sonidero de música colombiana, que fueron convocados para realizar el proceso de siembra, cultivo, cosecha y preparación del café. La obra “revela y transparencia, a partir de dos historias subjetivas y particulares, una realidad general, cotidiana y compartida, en una sociedad donde la violencia está cada vez más asimilada, sedimentada y normalizada como elemento cotidiano”.

Mientras que en la videoinstalación Soy mandala, Cadu muestra la forma en que se vinculó, durante más de dos años, con un grupo de casi 30 mujeres de la tercera edad que desde hace 15 años se reúnen para bailar, sin presencia masculina, en la Casa de cultura de Santa María la Ribero, en la Ciudad de México.

Así, a través de un acercamiento afectivo, el artista accedió a las clases y descubrió cómo el baile y el tejido son elementos protagónicos en las vidas de las mujeres, pues generan espacios autónomos de gozo más allá de los roles sociales, a la par de ligarse a un tiempo cíclico expresado en el recuerdo y la soledad.

En el caso de Vestigios, la instalación de Rafiki Sánchez, el artista muestra su proceso de inmersión en la colonia Santa María la Ribera, a partir de una serie de conversaciones alrededor de la tanatología. A partir de un propio diseño se vinculó con un grupo de nueve vecinos.

Cada uno de ellos, compartió una pérdida reciente, lo mismo por muerte que por ruptura. Así, el artista abrió un espacio de escucha y de creatividad en común para trabajar el aspecto simbólico del cuerpo y su desaparición.

Por tanto, Vestigios es “parte de la energía surgida durante este proceso de coparticipación y se conforma por el residuo de un acto ceremonial: un cúmulo de cenizas y un manto preciosista a manera de reliquia”.

Movilizando afectos: coparticipación e inserción local, tres proyectos artísticos. Edgardo Aragón, Cadu y Rafiki Sánchez permanecerá abierta hasta el 10 de julio en las salas de exposición temporales del Museo Amparo.

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