Jueves, abril 25, 2024

La lucha continúa y continuará

En el departamento de Loma Hermosa teníamos una pequeña zotehuela donde mi mamá colgaba las jaulas de sus pájaros; mi mamá se levantaba de su cama y tambaleándose se iba a la zotehuela; yo la seguía, pues tenía miedo de que en el camino se desmayara. Ella levantaba sus manos y cogía ese clavo; tanto era su dolor que se pegaba en la pared. Siempre trataba de que no se lastimara y le preguntaba: “¿Por qué te pegas, mamá?”. Ella me respondía: “Hija, esta es la única forma de saber que estoy viva, no tengo aliento; a ver si el dolor de mi cuerpo hace que mi corazón vuelva a latir”. Solo la detenía para que no se lastimara, me agarraba de su cuerpo, pues pensaba: “Ya perdí a dos de mis hermanos, no quiero perder a mi madre”.

En esos días no comíamos nada, mi mamá no tenía fuerzas para cocinar sus ricos platillos. Pepe y yo nos levantábamos para ir a “Sumesa” (un supermercado al lado de la casa) a comprar alimentos y empezábamos a cocinar, pero nadie quería comer nada, menos ella. Mi cuerpo de jovencita me pedía comida, pero mi estómago no lo soportaba. Solo me acordaba de esos niños que murieron por mí en la plaza y me daban náuseas. Hasta que llegó Sergio Octavio Valle Espinosa, empezamos a comer, poquito, pero empezamos a comer.

Me asomaba a la ventana y pedía que llegaran buenas noticias, pero las noticias no llegaban. Solita me iba a la Facultad de Economía para ver si alguien me daba noticias de mi hermano. Muy temprano me levantaba y mi amiga Chiquis me regañaba: “¿Por qué andas sola en CU?, no ves que hay tantos muertos, si sigues así te van a matar. Yo le contestaba: “No te preocupes, Chiquis, si ya me mataron, ya no me pueden volver a matar”.

Mi padre Cosme, con toda su sabiduría, era un pilar en esos momentos; su sonrisa, su conocimiento, su alegría de vivir, nos daba vida después de la muerte. Nos explicaba, no nos dejaba enloquecer. Siempre contando hermosas historias. “Hija hay que leer mucho, el conocimiento te dará mucha fortaleza. Tanta fortaleza que nos devolvió la vida. Gracias Cosme, gracias papá, gracias amigo, gracias ser humano generoso y sabio. Estuviste presente como cimiento y baluarte de la familia Valle.

Así llovía, como está lloviendo ahora. Pensaba: “Hasta el cielo está llorando”. Mi hermano Pepe, mucho más fuerte que yo, se levantaba muy temprano para ver con mi papá qué es lo que se tenía que seguir haciendo. Fuerte y muy bello, con una sonrisa igualita a la mi papá, colaboraba en todo, daba ideas, nos despertaba. Esa fortaleza de joven guerrero nos obligaba a no dejarse ir, a no decaer, a poner toda nuestra energía en una tarea familiar de extrema urgencia. También sufría y mucho, pero no se le notaba. Seguramente pensaba que en esos momentos el sufrimiento estorba. Levantaba a los gemelos para que se fueran a trabajar, pues necesitábamos dinero, más en esos momentos. En eso días dejé de llorar (y eso que soy muy chillona); no debía llorar, no había tiempo ni espacio para llorar tanto. La actitud de Pepe nos daba una lección que teníamos que seguir. MI papá tomaba su café en las mañanas y cuando nos veía levantados nos decía: “Adelante camaradas caminantes”. –¡Cómo se va uno a caer!, si en casa hay dos grandes hombres empujando a la vida, ¡cómo!

En la noche regresaban mi papá y Pepe; se iban todos los días a las puertas del Campo Militar Número 1, pues mi mamá y yo ya habíamos recorrido los lugares en donde nos decían que había heridos y muertos, pero ni Sergio ni Eduardo aparecían. Yo tenía pesadillas y me daba por gritar mentadas de madre, mi hermano Rubén (por cierto el más simpático y alegre de la familia) me despertaba y gritaba: “Ánimo familia, que no están muertos”. Su grito (yo diría canto) se escuchaba en todo el edificio. En esos momentos me caía gordo, ya que me despertaba de mis pesadillas; le decía: “¿Y tu cómo sabes eso?” Rubén me contestaba: “Nosotros nacimos para vivir”. Como ya me había despertado me ponía a platicar con Rubén y Rogelio; les preguntaba: ¿Qué hubieran hecho si también hubiéramos muerto mi papá y yo?. “Jajajaja”, me decían, “ya vas a empezar, Doña Angustias; deja de pensar en tantas tonterías, ahora hay que darle vida a mi mamá, si te ve así de mensa se nos vuelve a morir”.

También platicaba mucho con Rogelio; en esa época estaba muy callado. Me intrigaba tanto su silencio. Un día le pregunté por qué estaba tan callado. El me contestó: “Es que tú no lo vas a creer, pero hay gente que después de la muerte vuelve a nacer”. Rogelio lo sabía muy bien; él en muchas ocasiones se había enfrentado a la muerte; lo operaron muchas veces, por cierto en el Hospital Central Militar. Había nacido con un tumor entre el recto y la vejiga y hasta le sustituyeron las venas de sus pies. Lo querían mucho en el Hospital por valiente y positivo; siempre salía adelante en todas esas tremendas operaciones que le hicieron.

Nunca hasta ahora entendí mi función; creo que ahora la entiendo. Rodeada de tantos familiares hombres, mi mamá y yo éramos el lado femenino de la familia. La delicadeza (que aunque había veces que se me escapaba, después retornaba), las sonrisas, la juventud, las ganas de vivir y estudiar, el saber caminar con seguridad y esperanza, saber cocinar (que de verdad cocino sabroso), hacer labores de hogar y al mismo tiempo estar en la lucha por tratar de impedir que los asesinos vuelvan a asesinar; estudiar y tratar de ser una buena profesional. Educar a mis hijas, apoyar a mis hermanos. O sea sembrar y esperar. Y si hay frutos, cosechar.

Antes de que aparecieran mis dos hermanos me salía de la casa a patinar en la cancha de la unidad habitacionales. Cuando mi mamá, papá y hermanos no se daban cuenta, me iba a Ciudad Universitaria, mi primera parada era la Facultad de Economía, después me iba a mi Facultad de Ciencias. Todo estaba solo, no había casi nadie. Me asomaba a los salones queriendo escuchar la voz de los estudiantes, pero los salones estaban solos. Se olía el miedo y el terror, los corredores solos y la tristeza en ellos. No lloraba. En la Facultad de Ciencias estaba abierto el pequeño local donde imprimíamos los volantes.

En Ciencias Políticas solo había carteles. En la Facultad de Economía había algunas personas; a ellas les preguntaba de mi hermano. No sabían qué decirme, algunas compañeras me abrazaban y decían “aquí está la hermana del Búho”, pero siempre me contestaban que no sabían nada de él. Me acompañaban a la terminal y me disparaban unas tortas muy sabrosas. Los de Economía, hermanos en el dolor y siempre solidarios. Nunca los voy a olvidar.

Los compañeros del Comité de Lucha de Economía estaban ahí; de verdad qué valor; estaban haciendo volantes, ahora que escucho la canción de Silvio Rodríguez El necio me acuerdo de los compas de Economía y, por supuesto, de las ricas tortas que me disparaban.

Los primeros días después del 2 de octubre no prendíamos las luces de mi casa, nos alumbrábamos con una vela, nos arrastrábamos por el piso. Mi papá y mamá no querían que nos vieran en la noche y nos fueran a disparar. Tomen en cuenta que vivíamos a unas cuadras del Campo Militar Número 1 y a lo mejor creían estos asesinos que Eduardo iba a llegar a la casa. Miren que mis papás no se equivocaron con eso de las velitas. Es que a Eduardo no lo habían identificado, hasta que el traidor de Sócrates Amado Campus Lemus lo denunció.

Como mi mamá estaba muy nerviosa y no podía dormir, me dijeron que me durmiera con ella. La abrazaba y le acariciaba su pancita. Quedito le decía: “Mamá, estamos aquí, ya duerme, te vas a enfermar. Aquí la familia contigo unida, luchando. No pierdas la esperanza, ellos están vivos, ya pronto van a regresar”. No la soltaba. Al principio no me hacía caso y se levantaba, pero como a los cuatro días ya se quedaba en la cama. Se nos quedó la costumbre y cada que iba a la casa de mi mamá me dormía con ella.

Los días unos eran soleados, otros eran lluviosos, así como es la vida. Temprano nos asomábamos a la ventana para ver los árboles que había sembrado mi mamá en el jardín de enfrente del departamento. Resulta que cuando llegamos a vivir a la unidad mi mamá sembró un árbol por cada uno de sus hijos. Esos árboles tenían nombre. A mí me había tocado una jacaranda, a Sergio un eucalipto y así: seis árboles para sus seis hijos. Veíamos los árboles de Sergio y de Eduardo y eso nos daba mucha fortaleza. Poco faltaba para que regresara Sergio y 15 días después nos avisaron que Eduardo estaba en Lecumberry y bueno eso se los contaré después, pues son otro tipo de historias.

No se entristezcan, no quiero causar tristezas; al contrario, quiero que la gente vea que la lucha continúa y continuará. Acuérdense que nos faltan 43 y muchos más.

Además, yo soy una mujer alegre y muy feliz. No soy víctima, soy guerrera. ¡Ajúa!

Temas

Más noticias

En Tlautla denuncian explotación de pozo clandestino para vender agua en pipas

Vecinos de la comunidad de San Juan Tlautla, perteneciente a San Pedro Cholula, denunciaron que la empresa constructora Alquitara, en coordinación con una mujer...

En Sanctorum reportan que frenaron obras de Agua de Puebla para excavar pozo

La Asociación Juntos por un Mejor Sanctorum frenó ayer en esa junta auxiliar de Cuautlancingo los planes de Agua de Puebla de hacer pozos...

Últimas

Últimas

Relacionadas

Solapa el IECM a Taboada; veta usar cártel inmobiliario

Ciudad de México. - La Comisión de Quejas del Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM) aprobó medidas cautelares en favor del PAN...

Joyas de arranque al Siglo XXI

Ya han pasado 24 años desde aquel 2000 inaugural del siglo XXI. En la columna de hoy rememoro --de manera sintética-- tres películas llegadas...

Más noticias

En Tlautla denuncian explotación de pozo clandestino para vender agua en pipas

Vecinos de la comunidad de San Juan Tlautla, perteneciente a San Pedro Cholula, denunciaron que la empresa constructora Alquitara, en coordinación con una mujer...

En Sanctorum reportan que frenaron obras de Agua de Puebla para excavar pozo

La Asociación Juntos por un Mejor Sanctorum frenó ayer en esa junta auxiliar de Cuautlancingo los planes de Agua de Puebla de hacer pozos...

Amenaza contra Riestra, escena de La Ley de Herodes: sicario resultó un “chivo expiatorio”, condena Morena

La presunta amenaza de muerte contra el panista Mario Riestra Piña parece una escena sacada de la película La Ley de Herodes y tenemos...