Jueves, abril 25, 2024

La jactancia, una acción olvidada

Destacamos

“Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Santiago 1:19

 

 

La acción de Jactancia, prevista por el Código adjetivo Civil, mucho antes del aprobado el 4 de septiembre de 1986 y publicado en el POE el 18 de noviembre del mismo año, por ende antes del actual que entró en vigor el 1 de enero de 2005 y en el que tuve la fortuna de formar parte del equipo que trabajó arduamente en su confección, en mi calidad de diputado presidente de la Comisión de Gobernación, Justicia y Puntos Constitucionales de la LV Legislatura del Congreso del Estado de Puebla y en apoyo a juristas de la talla de Guillermo Pacheco Pulido, Alfredo Mendoza García, Enrique Flores Ramos, José Montiel (Pepe Montiel), Alejandro León Flores y otros destacados servidores públicos del Poder Judicial cuyos nombres no vienen a mi memoria pero de cierto tuvieron una trascendental labor en la creación de un Código que, desde mi punto de vista logró el objetivo principal, que era el de cumplir cabalmente con el artículo 17 de la Constitución General de la República; adicionado recientemente,  en su párrafo tercero a fin de que, habiendo colisión entre derechos humanos y formalismos procesales, deberán prevalecer los primeros frente a los segundos lo que promueve un verdadero acceso a la justicia. Se incluyeron modificaciones estructurales que trajeron como consecuencia la prestación pública de administrar justicia observando principios tales como, la lealtad procesal; el principio de certeza, honestidad, buena fe, el procedimiento oral, la opción para elegir el procedimiento de justicia indígena en acatamiento al artículo 2 de la Carta Magna por los procedimientos ordinarios establecidos en la ley, aunque siempre ha existido tácitamente. En el código procesal poblano fue creado teniendo como basamento la moral procesal, tema que puede parecer subjetivo y no por ello necesario, tanto fuera, como dentro de juicio.

Pese lo anterior, no faltan garrulos pseudo litigantes o periodistas trasnochados que de manera jactanciosa pretenden amedrentar (sic. extorsionar), con mensajes y notas trascendidas en los medios, para la consecución de sus perversos y aviesos intereses, que en connivencia con terceros, aspiran a la obtención de beneficios económicos utilizando la mentira, valiéndose entre otras cosas de la supuesta proscripción, veto o falta de interés por difundir la cultura, cuando en realidad lo que se busca es medrar, engañar y con ello delinquir. Sus negros antecedentes los delatan.

Hoy me alacío los bigotes, por la oportunidad que tendré de litigar eventualmente un asunto relacionado a un libro, cuyo contenido, no alcanza niveles que satisfagan, ni siquiera aquellos espacios de quienes aspiran a un poco de información o cultura, aunque esta sea sesgada, los defensores del inefable Enrique Condés Lara, se equivocan y flaco favor le hacen al autor del opúsculo “Asalto al cielo” al tratar de presionar, para que el ensayo de marras se difunda masivamente, sin darse cuenta que el acto jurídico del que emana, deviene inexistente, es decir sin eficacia jurídica. Pese a ello los mindundis adláteres de Condés Lara, se han jactado una y otra vez de ejercer acciones, por la falta de difusión o porque el libro del autor no ha sido difundido.

Viene a mi memoria, las improntas del primer Secretario de Educación Pública, Primer Rector de la Universidad Nacional y apóstol del libro (en el sentido estricto de la palabra) de más altos alcances que ha conocido nuestro país, el Eximio e ilustre oaxaqueño José Vasconcelos, que en palabras de Sergio Pitol alude a la defensa de quien suscribió que, en México, la primera gran batalla por El Libro (en el sentido material de la palabra) y en su defensa, con arrojo y denuedo, por hacerlo participaron don Ignacio Manuel Altamirano y Justo Sierra. La sueva patria y otros textos. Edit. Universidad Veracruzana, 2007 (Ramón López Velarde)

Entonces recomiendo a Condés Lara, haga oídos sordos a sus malas compañías, porque con esas actitudes jactanciosas, se les puede voltear el chirrión por el palito.

Para los “interesados” en esta zafia actitud de jactancia, por cierto de muy baja estofa, les recuerdo que, quien se junta con piojosos se le pegan los piojos, así es que, sofrosine, tranquilidad y prudencia recomiendo a los desafectos de la cultura. A quienes sinceramente les deseo un alud de eudaimonia. Lo digo sin acritude, ¡pero lo digo!

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