A Cuba, desde lo más profundo de mi corazón.
Utilizo el término justicia social para referirme a luchas por la equidad y la dignidad humana que exigen organizaciones y movimientos sociales en el mundo. Por ejemplo, la emancipación de las y los trabajadores, mujeres, autonomías indígenas, personas con discapacidad, entre otros grupos sociales. Y refiero el ambientalismo como movimiento social por el cuidado de la naturaleza. Reconozco que unos y otros tienen múltiples expresiones de lucha y gestión. Me interesa abrir la reflexión a los encuentros o desencuentros entre ambos.
Es relativamente sencillo que la población concuerde con la necesidad de cuidar la naturaleza, muchas personas, sin importar la clase social se suman a demandas de ecologistas. Nadie niega, al menos no públicamente, que reciclar o hacer composta es beneficioso. También, fácilmente las personas participan en campañas de reforestación, todos expresan su preocupación por lo contaminado de ríos, mares, lagos, cielos y espacios abiertos en el mundo. Lo cual, por supuesto es algo favorable, especialmente si quienes expresan sus preocupaciones ambientales hacemos algo en lo cotidiano para reducir la huella ecológica.
Sin embargo, con tristeza observo menos solidaridad con los movimientos sociales que exigen la justicia social, categorizada en el primer párrafo de este artículo. Pareciera que una cosa no está relacionada con la otra. Muchas personas, afines a las luchas ambientalistas, no observan la fotografía completa. No se realizan las conexiones necesarias para comprender que el río Citarum, situado en la isla de Java, Indonesia, considerado el río más contaminado del mundo, está relacionado con las formas de producción y consumo en la tierra. Que Agbogbloshie, barrio en Accra, capital de Ghana en África, es el vertedero tecnológico más grande del mundo, y que, si no existiera la obsolescencia programada, probablemente podríamos utilizar un teléfono celular por más de 10 o 20 años, sin necesidad de realizar actualizaciones o de tener que desecharlo porque el tiempo de vida del mismo probablemente sería mayor del que nos han hecho creer. La reflexión aquí es para pensar un poco, que, si todas las personas nos sumáramos a las demandas de la justicia social, tendríamos que terminar con la explotación de las y los trabajadores, evitaríamos que la infancia estuviera en las minas obteniendo los materiales, altamente tóxicos, y en las fábricas como mano de obra en la fabricación de celulares y tecnología computacional. Reconoceríamos la importancia de los derechos de las mujeres, de las diversidades étnicas, de las personas con discapacidad, de la naturaleza y del cuidado de la vida toda, de tal modo que los encuentros en la lucha por la vida, nos lleve simultáneamente a procesos de eco–justicia social. Es decir, la naturaleza no puede estar por encima de la vida y la dignidad de las personas, como las personas no debemos estar en la cima de la pirámide de la vida. Las concatenaciones entre naturaleza y dignidad humana, son inseparables. La dignidad de vida se requiere para todo ser vivo.