Miércoles, abril 24, 2024

Investigadora reivindica el papel de 432 mujeres partícipes en la Revolución Mexicana

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Fuera desde la asistencia a las víctimas, en el frente de batalla o como propagandistas, las mujeres de la Revolución Mexicana enarbolaron muchos ideales, entre ellos el derecho de las mexicanas a la ciudadanía, por eso su papel no debe verse como secundario dentro de la historia constitucional de México.

En ello, repara la historiadora Martha Eva Rocha Islas, autora del libro Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910–1939, una obra que trasciende el estudio de género para devenir en una “biografía colectiva” de los seres humanos partícipes del movimiento armado.

Dicho volumen se basa –entre otras pesquisas en archivos– en la recuperación de 432 expedientes de mujeres reconocidas como veteranas de la Revolución, un corpus que custodia la Secretaría de la Defensa Nacional.

La importancia de la investigación permitió su publicación en una coedición de los institutos nacionales de Antropología e Historia (INAH) y de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).

Martha Eva Rocha explicó que la participación de estas mujeres en la gesta revolucionaria se dio principalmente entre 1910 y 1920, pero iniciaron trámites de solicitud como veteranas de la Revolución a partir de 1939, cuando el presidente Lázaro Cárdenas hizo público su reconocimiento en un acto celebrado en el Estadio Nacional el 20 de noviembre de ese año, y hasta 1976.

Parte de los requisitos para su registro era la entrega de un par de fotografías, de ahí que, literalmente, en el libro Los rostros de la rebeldía, el lector puede conocer los semblantes de al menos 150 de ellas.

Rocha Islas, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH, refiere que una vez que inicia la lucha de facciones, varias de ellas más preparadas y vinculadas a los caudillos y jefes militares, se aunaron al carrancismo y comenzaron a demandar un cambio a la condición social desigual de las mujeres.

“Aparte de las demandas fundamentales en estas primeras décadas que eran educación y trabajo asalariado en condiciones de igualdad, las mujeres comenzaron a exigir el derecho a la ciudadanía.

“Hermila Galindo, considerada una precursora, participó con ponencias durante el primer y segundo Congreso Feminista que se realizó en Mérida, Yucatán, y después presentó la iniciativa para que se diera el voto a las mujeres en el Constituyente del 16; no ocurrió así, pero la demanda comenzó en ese momento”, acotó la investigadora.

Agregó que la presencia de las mujeres incidió para que se dieran cambios como la promulgación de la ley del divorcio en 1914, incorporada después a la ley de relaciones familiares que se publicó en abril de 1917.

La historiadora agregó que aquellas mujeres son veteranas de la Revolución reconocidas por haber participado con acciones de carácter civil o militar en el escenario de la guerra, entre 1910 y 1917.

Sin embargo, notó que más allá del discurso dominante de la época que separaba el ámbito público del privado –asignando a cada sexo un papel dentro de uno u otro–, ellas no regresaron a su casa una vez terminada la Revolución.

Añadió que más bien se involucraron en el proyecto de reconstrucción del México posrevolucionario, algunas incluso desde puestos de liderazgo, y siguieron vigentes cuando Lázaro Cárdenas atendió como demanda de justicia social la promulgación del decreto de veteranía.

Destaca que el libro Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910–1939 –que se puede adquirir en Puebla en librerías Educal– rompe además con el mito de la soldadera que sigue a su hombre en la lucha, un estereotipo ampliamente difundido.

Las revolucionarias que colman las páginas del libro escrito por Martha Eva Rocha son mujeres que se unieron a la causa por convicción propia. Ahí, adelitas, valentinas y otras figuras de leyenda como Juana Gallo y La Negra Angustias conviven entre el mundo visible e invisible, y a veces opacadas por las verdaderas combatientes, como Rosa Bobadilla y Amelia o Amelio Robles, zapatistas de alto rango militar; o con las pundonorosas enfermeras maderistas y constitucionalistas, como Leonor Villegas, o las luchadoras civiles, como las hermanas Eulalia y Petra Guzmán.

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