Hace unos días los medios de comunicación dieron mucho tiempo y espacio a todo lo ocurrido entre el papa Francisco y el gobierno de México.
Todo empezó con una carta escrita a su amigo Gustavo Vera sobre México. Habló del ya famoso término “mexicanización” en referencia explícita a lo acontecido en nuestro país por la realidad del narcotráfico y que la “cosa es de terror”, como le dijeron los propios obispos mexicanos. Posteriormente el gobierno mexicano reaccionó enviando una nota diplomática pidiéndole no “estigmatizar” a México. Empezaron las interpretaciones de cada lado. Lo que quiso decir, lo que nosotros creemos que dijo, etcétera.
Las autoridades del Vaticano respondieron rápidamente tratando “de decir lo que en verdad quiso decir el pontífice” buscando zanjar lo más pronto posible este asunto, situación que el gobierno mexicano aceptó y cerró el tema. Aunque este acontecimiento da mucha reflexión quisiera comentar solo dos cosas. La primera es que ciertamente el Papa debe recordar que diga lo que diga, dónde lo diga, a quien se lo diga y cómo lo diga es palabra de Estado (no de dios).
Quiero decir que el Papa es diplomáticamente representante de un estado y que cualquier opinión (no necesariamente “formal” sino también informal) es tema de estado. El más pequeño del mundo pero estado. Por tanto Francisco deberá recordar que lo diga o escriba no es palabra de dios (eso solo los libros sagrados y aún éstos pueden interpretados) pero si de Estado. Ya van varias que se le “escapa” decir cosas o a sus interlocutores decirlas públicamente, no se ubica la dimensión política e internacional de las palabras del Papa que aunque se digan en tono y ambiente de confianza al volverse públicas pueden generar descalabros diplomáticos.
Deberá tener más cuidado y decirle a sus interlocutores que lo tengan más. Lo segundo que quiero decir es que lo dijo es cierto. Si es de terror la realidad mexicana. Solo basta recordar –por poner un ejemplo reciente– las imágenes de la represión policiaca con los maestros de la Ceteg (incluido el profesor muerto).
La cosa si es de terror si uno recuerda los desaparecidos, los asesinados, los daños colaterales, las mujeres violentadas y violadas, los migrantes explotados, golpeados o asesinados, los desempleados, los ninis, el aumento de drogadictos y alcoholizados, la trata de personas, etcétera. Si, el papa tiene razón aunque no pueda decirlo como jefe de un estado. Le estorba esta investidura, si fuera libre, si fuera solo obispo o sólo papa podría decirlo abiertamente y tal vez hasta proféticamente. Recordemos que teológicamente en la iglesia católica solo hay tres niveles: laico, sacerdote y obispo. Los demás como diácono, arzobispo, papa son figuras ministeriales o de servicio. El papa, por tanto, es un obispo al servicio del pueblo de dios o sea de los laicos (que en griego viene de laos=pueblo), si no fuera jefe de estado podría desempeñar mejor su ministerio o servicio cristiano. Pero esto ya es pedir demasiado.
Contentémonos con lo que está haciendo desde sus límites estrechos de actuación.