Miércoles, abril 24, 2024

Hoy, en Chile, la voluntad de los trabajadores no es considerada en las grandes decisiones: Valenzuela Feijóo

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José Valenzuela Feijóo
José Valenzuela Feijóo

En el contexto de la actualidad chilena, La Jornada de Oriente reproduce esta conversación entre dos economistas: Roberto Pizarro (RP) y José Valenzuela Feijóo (JV), ya publicada anteriormente en distintos medios sudamericanos.

RP: Durante el año 2011 los estudiantes universitarios se movilizaron vigorosamente exigiendo educación pública, gratuita y de calidad. A esas protestas le siguieron reivindicaciones regionalistas, a favor de la descentralización de la economía, el poder político; los medio–ambientalistas, han reclamado contra las termoeléctricas y el proyecto hidroeléctrico en Aysén y la Barrick Gold en el norte; los trabajadores subcontratados, en la minería del cobre, demandaron condiciones similares a los asalariados formales; los enfermos han cuestionado la mala salud pública y las discriminaciones y alto costo de las ISAPRES en la salud privada; los ancianos se movilizaron contra el sistema de AFP que entrega pensiones miserables; los indígenas han exigido terminar con la ley antiterrorista que los reprime duramente. En fin, 2011 fue un año de luchas inédito, que trasciende aparentemente el desafío al gobierno de la derecha que ha encabezado Sebastián Piñera. ¿Cuál es tu reflexión sobre las movilizaciones que se desataron en 2011?

JV: Tú lo has señalado muy claramente en el libro. Las movilizaciones de 2011 y las que siguieron no eran solo contra Piñera, sino apuntaban contra el sistema neoliberal. Esto es muy importante: no se trata de reclamar contra tal o cual persona, sino en contra de la base estructural que determina la conducta de las personas. Los estudiantes también han chocado con la “institucionalidad partidaria”, pues en ella no hay oposición ni rechazo real al esquema neoliberal. Hoy, en el país, la derecha y la concertación (hoy Nueva Mayoría) parecen disputar –como si fuera un concurso de belleza o un casting– quién representa mejor a la clase dominante. De hecho, en la concertación se maneja un “socialismo neoliberal” o de mercado, que es bastante peculiar: no se aplica a un mercado competitivo, sino a uno que está del todo dominado por estructuras altamente monopolizadas. Esta es una de las mayores hipocresías del sistema: defender de hecho a los monopolios mientras de palabra se alaba a la libre competencia. Las movilizaciones estudiantiles y populares tienen un gran mérito: la historia es muy clara en mostrar que son las grandes movilizaciones y luchas de los trabajadores los que derrumban los grandes mitos y mentiras de la clase dominante.

RP: ¿Qué es lo que más te preocupa del Chile que emergió con la dictadura de Pinochet?

JV: Lo primero es la sustancial falta de libertad que sufre el grueso de la población, en especial los trabajadores. Hoy, en el país, la voluntad de los trabajadores no es considerada en las grandes decisiones. Y éstas les son impuestas.

“También llama la atención la profunda alienación social. En el país el grueso de la población regula su vida en términos de conseguir ‘el éxito’ y éste se mide en términos de lograr más y más dinero: uno se acuerda de Babbit. En esta búsqueda pareciera que todo está permitido. Y se llega a vivir en un mundo en que prima la deslealtad: si das la espalda arriesgas la puñalada trapera. Por lo mismo, surge una ansiedad muy honda: el otro no es fuente de apoyo y enriquecimiento humanos, sino origen de miedos y desconfianzas. Como decía míster Hobbes, el hombre se transforma en lobo del hombre.

“Por supuesto, en el caso de los grandes empresarios, esa línea de conducta se acentúa. Se puede hablar de voracidad empresarial, de una sed de lucro que arrasa con los principios morales más elementales y con la misma legalidad (de por sí muy laxa). Estos empresarios son los que el domingo por la mañana van a misa y hasta comulgan. Pero ya por la noche, con unos cuantos whiskys en el cuerpo, empiezan a elucubrar sobre las movidas y trampas financieras a desplegar. En este contexto se debe también destacar la profunda imbricación existente entre política y negocios. Como lo has destacado en tus artículos, existe una puerta giratoria entre la política y los negocios, con autoridades que apenas terminadas sus funciones de gobierno pasan a ser miembros de los directorios de grandes empresas. En corto: vemos que la política funciona como mecanismo de lo que Marx denominaba acumulación originaria.

“También llama la atención la dictadura mediática que hoy impera en Chile. Todos los diarios son de derecha y las cadenas de televisión y radios han sido compradas por los grandes grupos económicos, algunos de ellos extranjeros, ligados a los ‘socialistas neoliberales’ españoles. Junto al discurso ideológico neoliberal que propagan los medios, uno se encuentra con las grotescas vulgaridades de la farándula.

“Aquí importa más el acostón de la Bolocco vg. con Menem, que los sueños y penurias de una obrera, o lo que siente un cesante o lo que pudiera soñar para sus hijos. Es el opio de los tiempos que corren, los mensajes que apuntan a idiotizar y adormecer a la población, en especial a los segmentos más pobres”.

RP: ¿Por qué te sorprende esa voracidad y lucro empresarial en tu condición de economista marxista, cuando el capital se caracteriza por la valorización del capital y en condiciones que la sed de ganancia empresarial nunca se sacia?

JV: No le pedimos “peras al olmo”. No esperamos que los grandes empresarios se parezcan a un León Tolstoi. Por supuesto, el capital se rige por la ganancia. Su lógica es la que sintetizara Marx con su famosa fórmula del D–M–D’. O sea, se invierte dinero para obtener más dinero. Si no existiera tal incremento, si el capital no se ciñera a esa lógica, no sería capital. El punto a subrayar es otro.

“Si se trata del capital industrial, que es o debería ser el núcleo de todo régimen capitalista, cuando busca maximizar sus ganancias busca elevar la productividad del trabajo e incorporar progreso técnico. Para lo cual acumula todo lo que puede y, en consecuencia, también termina por generar altos ritmos de crecimiento del PIB. Con ello también posibilita elevar los salarios reales, sin perjudicar a las ganancias. Y demás está decir: este tipo de capitales también busca desarrollar la ciencia y la tecnología. Como está localizado en el espacio de la producción donde se procesan y manipulan procesos y fuerzas naturales, termina por aprender que esos desarrollos científicos le resultan muy funcionales.

“Una cosa diferente sucede si el capital financiero es el hegemónico. Este es un capital que opera fuera de la producción, en el espacio circulatorio. No produce plusvalía, sólo se la apropia. Y lo que gana depende de las tasas de interés y de la especulación bursátil. Estos empresarios operan con la lógica de los casinos, y cuando ocupan posiciones dominantes, como bien lo advertía Keynes, la sociedad debería preocuparse. Se genera una situación de parasitismo y de trampas. Podemos recordar a Brecht: Peor que robarle a un banco es fundar un banco. Estos banqueros y especuladores son como bucaneros modernos, insaciables y tramposos. Lo peor, estando ajenos a los procesos de producción, generan especulación y, casi siempre, estancamiento económico.

RP: ¿Y eso qué tiene que ver con Chile?

JV: En Chile, junto al segmento exportador, dominan los capitales que operan en el espacio de la circulación, el comercial y el financiero. Este es un rasgo consustancial al neoliberalismo. Con lo cual se coarta al capital industrial, amén de reprimir duramente la participación salarial.

RP: Pero a la economía chilena le va bien. Es cierto que tiene una pésima distribución del ingreso, pero su crecimiento ha sido notable durante 30 años.

JV: Probablemente Chile sea el único país neoliberal que ha logrado un crecimiento alto. Es como la excepción a la regla. Conviene también alertar: esos ritmos de crecimiento, si estimamos los promedios o valores de tendencia, no resultan tan altos. El modelo es bastante oscilante y cuando el PIB cae, lo hace en serio. Como sea,  contestar tu pregunta en un minuto es muy difícil, pero me atrevería a señalar: a) hay un sector agropecuario que opera con altísima productividad. En consecuencia, se abarata la canasta salarial (no opera el mecanismo ricardiano en que el alto costo de los alimentos castiga a las ganancias industriales) y se facilita el mecanismo de la plusvalía relativa; de este modo, puede combinarse una alta tasa de plusvalía con salarios que para estándares latinoamericanos no son bajos; b) el país dispone de una fuerza de trabajo que es disciplinada y bastante calificada (herencia de otros tiempos, de gobiernos –como los radicales– que impulsaban la educación pública gratuita y de calidad); c) la dictadura y lo que le siguió configuraron una clase obrera muy golpeada y débil. Con lo cual, para la clase capitalista se abrió un largo horizonte de tranquilidad social en que puede moverse con confianza y a voluntad; d) En tal clima, puede extender la jornada de trabajo y también elevar la intensidad. Hacerlo sin generar (al menos hasta hace poco) grandes rebeliones; e) desarrolló una gran capacidad exportadora, basada en la explotación de recursos naturales. Además, a diferencia de otras épocas, opera con alguna diversificación de productos y, sobre todo, de mercados de destino; f) a riesgo de provocar malentendidos, también diría que los empresarios chilenos, en su mayoría, han mostrado gran eficiencia. No son torpes. El problema no radica en un bajo coeficiente intelectual, pues lo que hacen lo hacen bastante bien. El problema reside justamente en eso, en lo que hacen, en una estructura socio–económica que los lleva a actuar como actúan, a invertir donde invierten, a buscar las ganancias en los lugares que la encuentran. O sea, el problema de fondo reside en la existencia de una estructura que genera una jerarquía de rentabilidades que no incentiva un desarrollo económico sólido para el largo plazo.

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