En los hechos hoy ha principiado la cuenta regresiva para la elección del 1 de julio. Faltan exactamente 33 días para que los poblanos acudan a las urnas a fin de elegir a los candidatos a las 217 alcaldías, el Poder Ejecutivo local, el Congreso de la Unión y la presidencia de la República.
En resumen, todos los puestos de elección popular –a excepción de las presidencias de juntas auxiliares- están en juego y hasta ahora los postulantes han privilegiado los ataques y la llamada “propaganda negra” sobre las propuestas, por lo que no se puede esperar que en la recta final de la campaña la oferta al electorado mejore.
Lo peor no es solo dejar pasar una valiosa oportunidad para contrastar las propuestas y proyectos con las que se pretende solucionar los problemas más graves de Puebla e impulsar el desarrollo.
No, lo que es más costoso para la democracia y la vida pública es el campo sembrado de acusaciones, ciertas y falsas, calumnias, insidias y otros recursos de igual valía sobre la fortuna personal, los grados académicos y hasta la descendencia y relaciones sentimentales de quienes están contienda.
Cierto es que en una campaña se deben conocer no solo los atributos sino también la capacidad y solvencia moral de los abanderados, pero se ha caído en el exceso de hacer de la contienda un espectáculo grotesco, en el cual los electores han sido obligados a convertirse en convidados de piedra, que ven irremediablemente pasar catapultados de un frente a otro insultos, diatribas y otras bajezas de similar calaña.