Martes, abril 23, 2024

Fernando Manzanilla era el enlace entre Elba Esther Gordillo y el Grupo Atlacomulco

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Una lectura imprescindible para entender el desmoronamiento del PRI y el gobierno de Enrique Peña Nieto, es la crónica que ha escrito el periodista Roberto Rock titulada “La historia detrás del desastre”, de la editorial Grijalbo. Al mismo tiempo, el texto arroja luces para entender parte de la realidad política de Puebla, sobre todo del morenovallismo. Un aspecto que destaca es que en esta investigación aparece el actual titular de la Secretaría General de Gobierno, Fernando Manzanilla Prieto, como un importante mediador entre el poderoso Grupo Atlacomulco y la entonces temida Elba Esther Gordillo Morales, cuando era la dueña absoluta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

El actual director del sitio La Silla Rota y columnista de El Universal –en donde ya ha sido director editorial– coloca a Rafael Moreno Valle Rosas como parte de los políticos que contribuyeron a “el pase de charola”, que hacia Luis Videgaray Caso, el hombre fuerte del grupo de Enrique Peña Nieto.

No era otra cosa que una cuantiosa recaudación de miles de millones de pesos que se hizo entre varios gobernadores en 2012 y que a cambio de esa contribución, los entonces mandatarios gozaron de impunidad total a lo largo del sexenio pasado. Ello explica, en mucho, los grandes escándalos de corrupción en Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, por citar algunos casos.

Esa condición permite entender el contubernio que hubo entre Rafael Moreno Valle Rosas y el gobierno de Enrique Peña Nieto, en el cual se le toleraba todos sus abusos al entonces mandatario poblano.

Y es que Moreno Valle siendo oficialmente panista, jugó a ser “un gobernador satélite” del peñismo, de acuerdo a la narración de Rock.

La investigación de Roberto Rock –que fue producto de cientos de entrevistas a políticos, funcionarios, empresarios y periodistas– segmenta al gobierno de Peña Nieto en lo que fue las algunas de las causas más sentidas de esa administración: Ayotzinapa, la Casa Blanca y los gasolinazos; a la impunidad que campeó con una PGR en completo proceso de descomposición y que dominó en la tercera fuga del Chapo Guzmán; la tolerada corrupción en torno a Rosario Robles y varios gobernadores; y a la llamada triada: que era formada por Miguel Ángel Osorio Chong, Aurelio Nuño Mayer y Luis Videgaray Caso, quienes ejercían un control en torno al entonces titular del Poder Ejecutivo, a quien tenían aislado del resto de la alta burocracia federal.

Manzanilla, el gestor de “la maestra”

Una parte que llama mucho la atención en el relato de Roberto Rock, es la descripción de Luis Videgaray, un hombre egresado del ITAM, que era consultor privado y laboraba con Pedro Aspe Armella –exsecretario de Hacienda en la época de Carlos Salinas de Gortari—y que llegó a laborar al estado de México para arreglar problemas de deuda pública, pero se quedó al lado de Enrique Peña Nieto. Quien fuera titular de Hacienda y la Cancillería era alguien que le gustaba acumular poder e influir de manera transversal en toda la administración peñista.

Resulta que entre los años 2010 y 2011, de acuerdo al texto del director de la Silla Rota, Videgaray tuvo la tentación de ser candidato del PRI a la gubernatura del estado de México y entonces, cita al autor:

“La ascendencia de Videgaray sobre Peña Nieto era tal al final de la gubernatura mexiquense que, en una página poco conocida de su biografía política, llegó a considerar postularse como candidato del PRI para sucederlo. Con ese propósito pidió a un viejo amigo, Fernando Manzanilla, un político priista poblano, conseguirle una entrevista con la poderosa dirigente magisterial Elba Esther Gordillo, para pedirle su apoyo que, estaba seguro, se sumaría al del gobernador saliente”.

“Algo ocurrió en esos meses que hizo cambiar de vocación a Videgaray Caso, quien se embarcó en una trayectoria hacia la modalidad de un inmenso poder burocrático, con las finanzas públicas como herramienta”, se indica en la cita del libro de Roberto Rock.

Este fragmento coloca a Fernando Manzanilla como un hombre con fuertes nexos con el Grupo Atlacomulco, la facción priista más poderosa y mafiosa del país, y en su momento como un político unido a los intereses de la maestra Elba Esther Gordillo. Tal situación plantea una pregunta básica:

¿Esos nexos son parte de un pasado oscuro de Fernando Manzanilla, junto con su vinculación al morenovallismo, o siguen siendo parte de la influencia que ahora ejerce en importantes círculos de poder de Morena y del entorno lopezobradorista?.

Lo cierto es que la anterior descripción viene a abonar a la leyenda urbana de que en el año 2009, Fernando Manzanilla y Elba Esther Gordillo, en un encuentro que se realizó en Miami, Estados Unidos, negoció con Mario Marín el triunfo de Rafael Moreno Valle en la gubernatura de Puebla en 2010.

Fernando Manzanilla ahora se viste con piel de demócrata, de político tolerante y hombre de centro izquierda, pero al mismo tiempo muchos dudan sobre esas condiciones, pues se le percibe como alguien que alberga aspectos autoritarios en su persona, con fuertes vínculos con facciones del PRI –como la de Videgaray y de Juan Carlos Lastiri Quirós– y con el morenovallismo.

Tal situación plantea una inquietud: ¿Fernando Manzanilla es una persona idónea para un próximo gobierno inscrito en la cuarta transformación pública del país?

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