Prácticamente no tuve tiempo de ver las recientes olimpiadas llevadas a cabo en Brasil este 2016; sin embargo, las fotografías de los deportistas y unas cuantas grabaciones me permiten sospechar que debe haber un alto consumo de esteroides anabólicos entre los competidores, tal vez no precisamente durante los juegos olímpicos; pero sí, antes. Este aspecto es bastante controversial, pues a ciencia cierta la verdad se ignora. Altas tecnologías aplicadas en el desempeño físico y entrenamientos pueden condicionar la utilización de sustancias prohibidas y ser indetectables al momento de las competencias.
Sin embargo, existe un grave problema de salud pública no reconocido y que se genera cotidianamente entre aquellos individuos que asisten a gimnasios y que, sin ser atletas de alto rendimiento, consumen esteroides anabólicos y otras sustancias para mejorar el desempeño, orientándose específicamente a la apariencia física.
La historia de los esteroides anabólicos surgió en el año de 1934, cuando el bioquímico alemán Adolf Friedrich Johann Butenandt (1903–1995) logró obtener 15 miligramos de la hormona masculina testosterona, partiendo de más de 10 mil litros de orina. Inicialmente los científicos desconocían las funciones de esta hormona, aunque gradualmente se dieron cuenta de que incrementaba la fuerza muscular. Considerando que se podía encontrar en mayor concentración en los jóvenes, se supuso que era una sustancia vinculada con la juventud y la virilidad. Unos pocos años después la hormona pudo sintetizarse en una forma artificial.
Adolf Hitler (1889–1945) en la Alemania Nazi no solamente ordenó la inyección de la hormona a los soldados; sino también se utilizó ampliamente en humanos con fines de experimentación en los campos de concentración. Además existen evidencias de que el médico de Hitler indicaba también inyecciones de testosterona al führer.
Para mediados del siglo pasado se orientó la aplicación en deportistas de alto rendimiento; sin embargo, alrededor de la década de los 80 se inició una divulgación clandestina con guías empíricas de administración de esteroides anabólicos que literalmente inundó a todos los gimnasios. Actualmente su utilización ha derivado en un verdadero abuso encauzado al físico musculoso y prácticamente sin grasa corporal.
El problema está representado por los efectos secundarios que pueden ir desde problemas cutáneos como acné, hasta mortales como el alto riesgo de desarrollar infartos. La gama de adversidades es muy amplia: disminución del tamaño y función de los testículos, calvicie, aumento en los senos (ginecomastia), infertilidad, incremento en el colesterol. En los niños y adolescentes puede haber retraso en el crecimiento. También pueden tener un impacto en el sistema inmunológico, disminuyendo la capacidad de respuesta ante agentes agresores como microbios. Por último, tienden a generar dependencia o adicción. La modificación en la musculatura puede condicionar un trastorno de percepción de la imagen, lo que también se asocia con cambios emocionales, como depresión o angustia.
El diagnóstico es muy complejo, aunque si se hace el interrogatorio orientado en una forma seria y cuidadosa, la mayor parte de los consumidores de esteroides anabólicos lo acepta. No hay pruebas de rutina en las que se puedan detectar, aunque un sofisticado método denominado “Cromatografía Gaseosa acoplada a Espectrometría de Masas” es el que se utiliza actualmente en el Comité Olímpico Internacional.
Los médicos no contamos con la preparación adecuada para abordar este grave problema de salud pública ni sabemos de qué características gozan los productos que circulan clandestinamente en el medio de gimnasios. De hecho, la suspensión brusca de estas substancias puede ser peligrosa. De ahí que no basta solamente con recomendar no usarlos, de la misma forma en la que no se le puede pedir a un adicto a las drogas, simplemente no consumirlas.
Este problema es complejo y desgraciadamente no se toma en cuenta. Por eso es necesario que cotidianamente se informe de los potenciales efectos secundarios de estas substancias a todos los muchachos que acuden a centros de acondicionamiento físico y así establecer la mejor medida de control que está representada por la prevención.