Martes, marzo 19, 2024

Emancipación

En la Universidad Nacional Autónoma de México se celebrará para el momento en que se publiquen estas líneas, el Segundo Coloquio sobre Pensamiento Indígena Contemporáneo donde participarán intelectuales indígenas y líderes de numerosas comunidades tratando de lograr no solo la descolonización del pensamiento, sino, como bien comenta en su análisis Magdalena Gómez el pasado martes en la edición de la Jornada, se pretende la emancipación. Gómez comenta que “ya existen proyectos autonómicos indígenas en el país. De manera destacada las juntas de buen gobierno zapatistas (Chiapas), el municipio de Cherán (Michoacán), Ayutla (Guerrero) y tantos otros en contextos de organización y resistencia frente a megaproyectos; algunos agrupados en el Congreso Nacional Indígena, por lo que habrá que ver el sentido de los trabajos de este segundo coloquio, pues en su convocatoria hablan de comenzar a construir los caminos para transitar de la resistencia a la emancipación cultural y así contribuir a la construcción de la autonomía de los pueblos indígenas, para que dejen de ser colonias internas de los estados nacionales de los que forman parte. Esto es, se orientan a la descolonización y a la emancipación y sin duda sus reflexiones serán un eslabón más en ese proceso”. La lectura del artículo de Gómez me sorprende en un momento interesante. Para empezar, llevo reflexionando con mis alumnos, lo mismo los que estudian Historia de América, como con los que comparto el estudio de Mesoamérica, las razones de la utilización de categorías, teorías y metodologías occidentales para entender lo americano; lo mismo, discutir las razones que llevaron a los gobiernos surgidos de las diferentes independencias del Continente a adoptar modelos europeos y norteamericanos de gobierno, pensamiento y acción, cosmovisiones que no tienen nada que ver con lo nuestro; igual a comprender cómo se ha construido el conocimiento sobre nuestra realidad desde ese entonces, sin duda en una clave occidental eurocentrista. Por supuesto, si nosotros no hemos podido renunciar a nuestra fascinación por ese pensamiento, menos habremos de reconocer que ellos lo hagan. Tema crucial sin duda: para poder entender el proceso de descolonización y emancipación de estos pueblos, nosotros debemos iniciar nuestro propio proceso y aceptar que ellos también quieren emanciparse de nosotros. Eso dolerá, que no quepa duda.


Reflexiono también lo anterior pues hace unas semanas escuché una entrevista en el canal de CNN en español que le realizaba Camilo Egaña a la ex diputada ecuatoriana de origen Quichua Lourdes Tibán donde, a grandes rasgos ella le hablaba de su paso por la vida antes de ser diputada y luego, del momento en que lo fue. Lo interesante es que en todo momento tuvo que incursionar en los roles que el propio sistema le fue otorgando, no sólo como individuo (mujer e indígena), sino como representante de uno de los sectores más ignorados en América: precisamente nuestros pueblos indígenas. Por supuesto, ella tuvo que padecer las inconsistencias de vivir en un sistema que por elección propia decidió ser (o continuar, mejor sea dicho) patriarcal, racista, eurocentrista y liberal. Por tanto, para lograr participar de la política de su país e integrarse en la toma de decisiones para afectar de manera positiva a sus comunidades, tuvo que entrarle desde un Congreso occidental, para trabajar bajo un orden legal occidental, en condiciones de desigualdad por su género y condición étnica básicamente establecidos por occidente y, para colmo, hacerlo en una lengua que no es su lengua madre: el español. Maravilloso. La realidad de nuestros pueblos indígenas es la misma en toda América y flaco favor les ha hecho la historia. Nuestras “emancipaciones” de Europa nunca les llegaron a ellos…

En estos días me encuentro en Quito en un Congreso Internacional sobre Etnohistoria organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y la Universidad Andina Simón Bolivar, tratando de entender sobre otredades, alteridades, siempre en una clave occidental, con formatos igualmente construidos en nuestras academias occidentales y con parámetros en este sentido. Además, como sucede en toda América, encuentro la separación clara entre grupos indígenas y mestizos, hay discriminación. Yo analizaré las otredades que se encuentran entre los estériles esfuerzos de los frailes franciscanos para convencer a los itzaes en el siglo XVII para rendirse a la Corona y ser evangelizados, contra los también estériles esfuerzos de los itzaes para negociar o resistirse a la conquista inminente que les venía. Lo que se vio en ese momento, fue la cerrazón, especialmente por parte de los frailes, a entender que los propios itzaes necesitaban hacer las cosas a su manera y en los tiempos que ellos mismos estaban construyendo para la eventual negociación, capitulación, acuerdo o lo que sea que vendría con los españoles. Al final, como en tantas historias construidas en esta América, la conquista se daría en marzo de 1697 por medio de las armas. Para muchos de nosotros, académicos, será complicado abandonar los formatos y metodologías que tenemos, pero al estar conscientes del espacio en que nos encontramos, del laberinto en que nos movemos, bueno, abonaremos bastante para el crecimiento de nuevas perspectivas. Sin embargo, está en estas comunidades la construcción de un pensamiento propio, de estructuras acordes a su cosmovisión, creencias y orden social. Ellos podrán lograrlo; nosotros, como occidentales mediocres, venidos a menos, difícilmente escaparemos del laberinto europeizante y agringado en el que estamos. Acaso su emancipación sea más sencilla, más honesta; nosotros quedaremos irremediablemente presos de nuestra cárcel de modernidad…

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